Andrés Montero: narrador de toda época

Andrés Montero: narrador de toda época

Contar, ese viejo y extraviado precepto de la novela, es recuperado en Tony Ninguno para atravesar fronteras geográficas a partir de concursos literarios

La foja de Andrés Montero (1990) es de las más impresionantes que se pueden exhibir en la época de los concursos literarios. Ha ganado los Elena Poniatowska, Teresa Hamel, Pedro de Oña, Municipal de Santiago y Marta Brunet. Ha obtenido menciones o ha sido finalista en el Roberto Bolaño, Paula, Casa de América, Juegos Gabriela Mistral, Letras Nueva, Barco de Vapor y Clarín. Ha recibido la Beca de creación literaria del Fondo del Libro en dos ocasiones.

Lo conocí hace algunos años, en esas circunstancias, como mención del Bolaño el año 2013. Me habló de un libro de Cristian Geisse, y pensé que en él había un lector que no llevaba encima el arquetipo, el personaje que parece acompañar el oficio. Dos años después lo volví a ver como finalista de los Juegos Literarios con la novela Tony Ninguno (La Pollera, 2016). Ahí me contó que su entonces inédito también había sido finalista del prestigioso Clarín de Novela y había ganado el Pedro de Oña. Considerando que el comentario habitual entre escritores para relativizar los concursos es que están bajo el signo de la subjetividad de los jurados, Tony Ninguno se sobrepuso a ellas y remató su trayecto con el premio X Premio Iberoamericano Elena Poniatowska en México el 2017, ya como libro editado. Se une a otros ganadores como Emiliano Monge, Álvaro Enrigue o Julián Herbert.

El premio mexicano es, probablemente, el hito más relevante de la literatura independiente chilena en estos últimos años. Anteriores podemos considerar la aparición de Ramón Díaz Eterovic en LOM con su serie de libros del detective Heredia, el descubrimiento de Diego Zúñiga —probablemente el narrador más importante bajo los cuarenta años— por La Calabaza del Diablo con Camanchaca (2009). Lo de Montero es casi paralelo a lo de la elogiada Paulina Flores con Qué vergüenza (2015) en Hueders, pero es de otra forma, menos explosivo, medial. Por supuesto estos fenómenos exceden a los propios escritores, pero es interesante esta otra velocidad. Tony Ninguno abre su camino en Argentina (Odelia), tierra áspera para la prosa chilena.

Kit Maude, que recientemente la reseñó en la revista Ñ de Clarín, la definió como «una fábula moderna e inteligente». En otros medios la han calificado como «fascinante» (Viva), «deliciosa» (La Nación) y «extraordinario» (Página 12). En Italia también ha sido elogiada. Paralelamente a las lecturas de medios está la plataforma Goodreads, donde se amontonan las emociones que provoca. Fue también traducida también al danés.

No es extraño vincular a Montero con la fábula. Como no hay pituto, hay pega. Hoy es cuentacuentos y escribe literatura para niños y jóvenes. Un escritor de otra época parece a veces, porque eligió ser escritor y no otra cosa  —evitó, incluso, los programas de escritura creativa, disponibles desde pregrado—. Cada una de las distinciones significa también haber terminado algo y allí están los libros para decirlo. Aparte de Tony Ninguno ha publicado: La inútil perfección y otros cuentos sepiosos (LOM, 2012), Alguien toca la puerta. Leyendas chilenas (SM Ediciones, 2016) y En el horizonte se dibuja un barco (SM, 2018). Dirige el espacio Casa Contada, donde se realizan talleres ligados a sus áreas de trabajo.

Llama la atención tu autodidactismo. ¿Cómo te autoformaste?

Lo primero fueron los cuentos contados por mi papá. Eran historias de vida, otras de tradición oriental, o cuentos del abuelo o del tío que me contaba a mí y mis hermanos cuando éramos chicos en la noche. Al escuchar esos cuentos me puse a escribir junto a mis hermanos chicos. Los imprimíamos y los tíos nos daban luca por cada uno. En el colegio tuve buenas lecturas, escritores que me han acompañado. Leí hartos consejos sobre cómo escribir, decálogos y entrevistas. La formación fue mirar qué habían hecho los escritores que han pasado por el mundo antes que yo. Ya saliendo del colegio no le veía mucho sentido a ir a la universidad, leía mucho escritores viajeros como Manuel Rojas o Jack Kerouac, y tenía la sensación que el viaje era la formación del escritor. Idea romántica, juvenil, pero todavía creo que puede formar al escritor por la parte de la historias, no en el sentido de lo formal. Me fui a viajar por Sudamérica. Intenté un par de veces la universidad, pero renuncié a la academia. En esa etapa fue una formación autodidacta pero acompañada, en un taller colectivo, sin profesor, en la SECH. Tras ganarme el Hamel, a los 19 años, una mención propuso que los que habíamos tenido un premio nos juntáramos en hacer un taller entre nosotros. Éramos diez originalmente, quedaron dos, pero fueron pasando distintos escritores y poetas por allí, algunos que tienen editoriales, otros que han publicado sus libros también. Me formó mucho porque yo venía de una literatura un poco más clásica, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, y no había leído en esa época ni a Roberto Bolaño. Entonces me encontré con George Perec, Osvaldo Lamborghini, no tenía por dónde llegar a ellos. Los últimos 7 años conocí la cultura oral, que utilizo mucho en lo que escribo.

¿Cuál es tu sistema de trabajo literario?

Ahora voy turnando una novela para público adulto y otra juvenil. La rutina básica es trabajar todos los días. Como tengo que combinar con las funciones, me he terminado dedicando más el verano y el invierno a escribir. El otoño y la primavera lo dedico a contar cuentos.

Respecto a Tony Ninguno, se ha socializado tu método de investigación, saliste del escritorio. Es fácil ver documentales o leer, la calle es otra cosa.

Yo concibo una novela como un problema del que nadie te obligó a entrar. Como un asunto detectivesco, con el que meto a fondo. En una conversación salen cosas que no van a estar en los libros ni las películas. Es algo habitual, ahora acabo de terminar la novela sobre el contrapunto del mulato Taguada contra Javier de la Rosa. Viajé a Tagua Tagua, fui a conversar con los campesinos, hay mucho trabajo de campo. Un poco también para el trabajo de escritura te sorprenda. Empieza a descontrolarse conversando con amigos, cuando te juntai a tomar una chela con alguien que investigó el tema, como que la novela entonces va ganado vida para el papel. Encuentro fome que pase del cerebro al papel. Por eso habiendo autores que siendo excelentes no me terminan de llenar, porque es una escritura muy pensada, muy intelectual, con poco corazón. Cuando comiendo una novela trato de imaginarme cosas que estén lejos, para ir a buscarlas.

Yo te entrevisto y la gente te reseña porque estás en la buena racha. Pero, ¿pensaste qué ibas a hacer si te iba mal?

Cuando salió el primer el libro de cuentos en LOM fue en febrero, no lo leyó nadie. No tuvo reseñas prácticamente, yo no tenía muchos contactos en el mundo de la literatura, porque no estudié literatura, mis amigos no son escritores. Fue hace cerca de diez años, ha cambiado mucho el panorama. Lo compraron las bibliotecas públicas, cosas así, y vi algunos comentarios. Eso era lo más probable, que no pasara mucho, que lo leyeran un par de personas y que alguna gente le gustara y otro no, y eso es lo que está destinado el 95% de los escritores a lo mejor. No me preocupé mucho, porque publiqué el primer libro a los 21, y también calculaba que me quedaba toda la vida por delante, si pensai en Saramago que empezó a los 50. Vi por un tema práctico que tenía que vivir de algo, y no quería ni trabajar en una zapatería ni hacer clases, y apareció esto de los cuentacuentos mientras iba madurando mis otros libros. Y ahí el 2016 empezó la buena racha, el 2017 recibí tres premios grandes. Yo no esperaba que me fuera tan bien a esta edad, sospechaba que con trabajo se podía, pensaba que a los 45, a los 50 me iría así.

 

En el horizonte se dibuja una micro de literatura con un niño a bordo

«Los cuentos que narro están en primera persona, muchas veces son con el diablo. Entonces hay una cara de los niños entre que te creen y no te creen, pero en el fondo te quieren creer. Entonces cuando terminan me dicen:

—Pero cómo, ¿usted no vio nunca más al diablo?,

—No, nunca más.

—¿Pero es verdad lo que contó?

—Es verdad, porque los cuentos son siempre verdad, aunque sean ficción.

—Ya po tío.

—Si nos encontramos en la micro a lo mejor te respondo otra cosa.

Y me fui, y cuando subí a la micro a la casa el cabro se subió conmigo, me había seguido.

—Ya tío, ¿ahora me puede contar?»

¿La literatura infantil y juvenil la trabajas por un interés económico o uno genuino?

La entrada económica de los libros para niños y jóvenes es muchísimo mejor que para los adultos. Para un escritor como yo es mucha la diferencia por el sistema de ventas, porque los niños están obligados a comprar el libro, cosas que no me gustan. Pero tengo un interés muy real, con el trabajo de cuentacuentos tengo que ir a algo así como a unas 80 o 100 funciones de niños de todas las edades, que piensan que se van a aburrir con los cuentos. Entonces me di cuenta que las historia que yo contaba enganchaban muy bien con el rango entre 5to y 8avo básico. No había pensado en escribir para niños, hasta que me propusieron hacerlo, porque además de escucharlas las pueden leer. Ahora me encanta, me gusta mucho escribir para niños, y disfruto el encuentro con ellos. En las cosas buenas está la cercanía con los escritores que están leyendo. Al año en un colegio particular subvencionado pueden tener 4 o 5 visitas de escritores. Leen el libro, están muy entusiasmados y preguntan. Porque quieren conocer a quien lo entretuvo, no van a hacer la pregunta para pillarte. En esos encuentros puedo saber de primera fuente qué les gustó o no, qué temas les gustarían. Respondiendo a la pregunta, si fuera malo o igual que la literatura para adultos lo haría igual de contento.

¿Cuáles son las diferencias entre escribir para grandes o chicos?

En mi caso el proyecto es el mismo. Cuando escribo para grandes hay un tratamiento distinto, un lenguaje menos simple, coloco la palabra que creo que va y no una que puedan entender todos, y también hay cosas cómo el sexo. En el horizonte se dibuja un barco lo podría haber escrito para para adultos, la diferencias no existen, lo que cambia es el ritmo. Me preocupo que si un niño está leyendo mantenerlos entretenidos, no dejar lagunas largas, monólogos interiores, ir más a la historia. Uno con el libro adulto se puede dar esas licencias porque es un lector comprometido incluso con las partes más difíciles. Va ir con ellas hasta entender lo que está de fondo.

¿Y te han pirateado?

Los libros de niños sí. Lo encuentro muy legal, porque tienen que comprarlo los papás. A veces los imprimen. Cuando llegan los niños para que lo firmen a veces el rojo original se vuelve naranja, en la mitad de los casos. Pero a los cabros no les digo nada, pero me da un poco lo mismo, porque está en un sistema que es medio perverso. Yo sé qué por cada uno de los libros pierdo un poco de plata, pero el cabro viene contento, se leyó el libro, se lo firmo igual.

Un espectáculo internacional

Uno de los aspectos en que destacas es que en tus libros cuentas, en tiempos donde no hay mucho ánimo de ello. ¿Qué otros colegas chilenos cuentan?

Estoy de acuerdo con eso. Es como el péndulo. Se pasó de un siglo donde la historia estaba muy contada, y estamos en una época posmoderna que quizá el interés va por otra parte. Yo me siento parte de lo que el crítico Ignacio Álvarez define como los premodernos, que en una época postcontempóranea estamos recogiendo la oralidad y contando una historia. Pone a Geisse, a mí e Isabel Bustos, me siento cercano a ellos. Geisse tiene el proyecto que más me gusta, está el diablo, un Chile medio rural, escondido. “Heidy” [Laurel, de Bustos] también está en lo rural. Y podría agregar a Daniel Campusano, autor de “No me vayas a soltar” [La Pollera]. Eso me atrae más que las historias que están haciendo un gran simbolismo de otra cosa. Por ejemplo “La resta” [Hueders, finalista del Man Booker Prize en su traducción al inglés], de Alia Trabucco, que a mucha gente le gustó y que a mí no me gustó nada, está bien escrita pero parece que no hay historia. O “Hermano ciervo” [Laurel] de Juan Pablo Ronconce, que a toda la gente le gusta, no entendí lo que le vieron. El problema soy yo, quizá.

En la Ñ destacan de los personajes que tomas de otros libros, la integración de otros mundos literarios.

Yo pienso como Bolaño, que la literatura se debe a la literatura. Si yo tomo un personaje que es de legado patrimonial, o incluso de un personaje que tenga a su autor vivo está bien. No estoy de acuerdo con el plagio ni con los intereses económicos. Si un escritor toma un personaje de Tony Ninguno y hace un spin off con una mirada fresca, distinta yo estaría contento. Entre todos los que nos dedicamos a escribir y leer hacemos esto más grande, interesante, con más referencias para más lectores. Por ejemplo los fanfiction. Me parece apropiarse de la literatura, independiente que no se pueda publicar, como lo hizo Francisco Solar, que se destapó con eso.

En Goodsreads gente de otros países e idiomas es muy elocuente con Tony Ninguno. ¿Por qué una historia chilena puede conectar con tanta gente?

Yo también me lo he preguntado, no tengo tan claro la tecla. De hecho ha gustado mucho más afuera que en Chile. En Italia se ha leído mucho y ha habido comentarios muy buenos. En México lo leyó distinta gente, en Argentina lo mismo. Se me ocurre, viendo videos de Booktubers italianos, que al menos desde Europa parece que este tipo de literatura puede recordar a lo real maravilloso, que no existe allá. No se les ocurriría escribir un libro así. El tema de la narración de la historias y de la ilusión pegó más que el tema de los femicidios. Es una historia original, uno no se espera encontrar eso en una portada de un circo. Eso son los grandes valores del libro.

El libro en Chile salió sólo criticado en El Mercurio.

No sé por qué. En la misma fecha Diego Zúñiga sacó Niños héroes (Random House). Y le comentaba al Simón y al Nicolás de La Pollera que no entendía que hubiera 40 reseñas no muy buenas de ese libro, mucha atención. Sentía que era muy injusto, mi novela no era la mejor del mundo, pero había algo para reflexionar, para hablar, no sé, de última que la encontraran como el pico.

Había un pedigrí importante, además.

No es lo mismo sacar la novela de un desconocido que un libro que tuviera cuatro premios. Yo me imaginaba que iba a ser un golazo. Tú hiciste algo en los mercurios regionales, salió en medios independientes y no vendió mal, en un año se acabaron los mil. Yo ya estaba en otra cosa. Pero de repente llegó el premio Poniatowska y se activó el libro. Los de Edícola, que les encanto el libro cuando lo leyeron, lo publicaron en Italia; el Gonzalo Oyarzún, de las Bibliotecas públicas, lo leyó y partió a comprar 500 libros para distribuirlo. Mucha gente lo compró porque no lo había leído, porque había tenido muy poca prensa. Eso yo no sé por qué. No me tenían mala, fue porque no me conocían. En la radio de la U de Conce fueron muy apañadores del libro, lo leyó la mitad de Concepción, cuando gané el premio les agradecí a ellos. Se movió por ahí, el lugar que ganó fue otro.

El único reparo en la Ñ fue la pasividad de la protagonista. ¿Tú crees que este contexto nos va a obligar a modificar a los escritores o son cosas paralelas?

No entendí mucho, porque la personaje era así, también responde a una época, es raro imaginar que una joven de 14 años denunciara en los sesenta. Pasaba como en la historia, con poder podía enfrentar a su abusador. Esperemos que ahora no sea así. No sé si la literatura tiene que mostrar como queramos que sea el mundo. Yo esperaría que no cambiaran los libros, que la cultura cambiara, que la cultura nos hiciera pensar distinto. No quiero pensar en un escritor que esté pensando en que lo van a hacer bolsa porque su personaje es sumisa.

¿Por qué un trabajador de la literatura no puede vivir de la literatura en Chile?

Todos vemos lo que pasa en términos concretos. Hay que vender demasiado para poder vivir, no es fácil estar sacando libros todos los años. Creo que sí que se están haciendo cosas positivas, si uno compara en las ferias del libro en otros países se sorprenden mucho que exista una beca de creación para autores que no necesariamente son conocidos. No digo que se pueda vivir de eso, pero ganarme trescientas lucas mensuales me permite no hacer un taller, entonces tengo más horas para escribir. Lo mismo en la participación en las ferias del libro internacionales. En mi caso soy un trabajador de la literatura que vive de la literatura, mi ingreso económico son el 100% de la literatura ya sea en su formato oral o escrito, hago gestión cultural en un festival de cuentacuento, en mi escuela de literatura y oralidad, acá en Casa Contada. Quizá pasa que estaba obligado a hacerlo así, yo no tengo título, las posibilidades que tenía eran buscármela. En ese sentido, no sé si hay muchos trabajadores de la literatura que necesitan de verdad trabajar en la literatura. No se han jugado de verdad por hacerlo. A lo mejor con una carta bajo la manga no se la terminan de jugar, aunque vayan a escribir un año. Yo al principio fui para atrás. Si el trabajador de la literatura le pusiera y estuviera trabajando dos años pateando la perra no sé si tendríamos otra cosa. Tiene que ser alguien que tenga necesidad, como pasó con los cuentacuentos, que los necesitaba

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