Avisa cuando llegues, mujer y violencia en la calle

«Muchas veces llegué de madrugada y no importaba si estaba o no borracha, antes de acostarme mandaba la señal y esperaba la de vuelta para dormir tranquila. Mi amiga de salida, como yo, habíamos vuelto a casa».

Hoy tres poetas mujeres son los nombres más fuertes para disputar el Premio Nacional de Literatura: Elvira Hernández, Rosabetty Muñoz y Carmen Berenger. Que así sea es extraordinario para un país en el que Gabriela Mistral tuvo que esperar cinco años luego del nobel para recibir este premio. Hace quince años hubiera sido impensado. Qué pasaba en Chile hace quince años me excede, además, sabemos que los paneos son mentirosos y omiten. En cambio, pienso en que hace quince años postulé a una beca para escritores nóveles sabiendo de antemano que de los diez cupos disponibles solo dos estaban destinados a mujeres. En el mundo de escritores que conocí a partir de ese taller aprendí que poetisa era un modo despectivo, que escribir como mujer tenía que ver con escribir sobre el cuerpo, los hijos o el despecho, y que, si había que escribir, había que hacerlo como hombre.

Pero si la literatura chilena tiene una patrona es Gabriela Mistral, a la que una tarde me encerré a leer en un Bibliometro decidida a encontrar algo que me explicara el nexo entre los poemas que me sabía de memoria desde el colegio y la cara del billete de cinco mil.

«Cuando se señaló a la mujer como única sede del hogar, tal vez se la provocó con la mezquindad del espacio, como la ardilla del parque zoológico a que se echase por sobre la valla» cita Carolina Melys a Mistral en el segundo prólogo de Avisa cuando llegues. Esa mezquindad del espacio asignado a la mujer al que hace referencia es justamente el tema de este libro. Veinticinco mujeres escriben sobre cómo es vivir la calle siendo mujer y cuáles son sus consecuencias.

El nombre: desde siempre hemos tenido esta obligación entre mujeres cuando alguna decide transitar por la noche o por algún lugar solitario. Llamada breve o mensaje de texto, siempre. Muchas veces llegué de madrugada y no importaba si estaba o no borracha, antes de acostarme mandaba la señal y esperaba la de vuelta para dormir tranquila. Mi amiga de salida, como yo, habíamos vuelto a casa.

«Lo que permanece es la fijación de unas reglas implícitas y diferenciadoras en el ámbito público. En el dominio concreto de la calle opera una normativa que aprendemos rápidamente, desde que damos los primeros pasos fuera de casa» dice Alejandra Costamagna sobre los códigos que hemos debido aprender para nuestra supervivencia, ella junto con Carolina Melys son editoras de este libro y las responsables de juntar el coro.

El coro: Si bien cada texto de Avisa cuando llegues aborda el tema de la violencia ejercida sobre la mujer en el espacio público, los primeros tres quedan resonando durante el resto de la lectura: Yosa Vidal, Alia Trabucco Zerán y Marcela Trujillo son quienes encabezan este conjunto. Una ladrona anarquista, la foto de una mujer musulmana y una punki en el parque forestal. La poesía; la narrativa y el montaje; y el texto confesional, es otro modo de decirlo, y a su vez, de aunar los géneros que circulan a lo largo de este texto. Pero los géneros son cosa no conducente en este lado de la historia y de la geografía.

En el texto de Alia Trabucco, «Go Home», se describe la fotografía de una mujer en una playa francesa descansando sobre la arena. Una mujer con un pañuelo, una mujer musulmana. La rodean policías, no puedes ser mujer y ser musulmana, es francesa y a nadie le importa. Es mujer y musulmana. La narradora inspecciona la fotografía que enmarca esta escena y concluye: «La mujer de la fotografía también está desnuda. Viste unas calzas negras, una túnica turquesa y un pañuelo del mismo color. Pero hay cuerpos imposibles de cubrir. Hay telas que no sirven para nada» y se compadece de la época en la que ir a la playa era lidiar con las miradas de sus compañeros de curso, y peor aún, con la propia mirada inquisidora sobre su cuerpo.

Marcela Trujillo: una mujer fingiendo estar dormida para no ser asesinada por dos hombres en un departamento cercano al Parque Forestal. Una mujer huyendo del lugar y transformando el relato para no decir: he sido violada. La palabra como elemento de amarre en la memoria, pero también como puente que posibilita la huida y la sanación final.

Apnea, esa respiración cortada en medio del sueño, se transforma en un coro de abuelas, madres e hijas compuesto por Rosabetty Muñoz, en el que caracteriza el modo en que las mujeres se refieren a sí mismas, a su suerte, a los hombres y su destino. Esas voces provincianas y atemporales murmuran, hablan consigo mismas o con otras y cantan.

Todas voces disímiles, en sus territorios, en sus edades, mujeres que han tenido en común una resistencia. Desde cuándo, desde siempre. Así lo enuncia Elvira Hernández en su texto «NO NOS FALTA CALLE», en donde realiza un seguimiento de esta lucha por ocupar un espacio que siempre fue de los hombres: «Habrá que imaginar que la mujer abandonó la casa que era el lugar asignado desde tiempos inmemoriales, consustancial se dijo, por la dominación patriarcal, para que ella construyera el nido de familia patrilineal: muy prolífico y descontrolado en los comienzos de nuestra sociedad; menos numeroso en la segunda mitad del siglo XX, y con planificación familiar ejecutada en el cuerpo de la mujer con la expresa autorización del marido. En ese hogar, donde otro se entronizaba, la mujer recibía la denominación vacía de ´dueña de casa`, en circunstancia que, de verdad, nunca pudo serlo legalmente sino hasta hace muy poco».

La calle: nunca ha sido nuestra, hasta ahora, en este ahora post estallido, ahora que estamos en medio de esta pandemia. Cómo negar que Las Tesis fueron el gran golpe desde el octubre pasado, y el otro coro, el de la calle misma, fue el que sin duda se escuchó con más fuerza. Porque el feminismo, el que me interesa, es también un movimiento que busca poner en jaque un sistema creado por otros, en el que no se nos permitió participar, y del que sin duda hemos sido víctimas.

En Avisa cuando llegues hay un corpus de autoras que interpelan ese canon que durante mucho tiempo las ha dejado fuera o les ha entregado un mínimo espacio de participación, y muchas veces con un alto costo. El libro se descarga gratuitamente en la página de la editorial Bifurcaciones, como una invitación y también como una urgencia.  Porque ellas están aquí a pesar de los jurados que escogen autores hombres como ganadores, a pesar de los cupos previamente asignados, a pesar de la misoginia en los talleres de literatura, y en cada uno de los espacios de nuestro escuálido escenario cultural. También a pesar de la violencia que muchas hemos recibido de pseudoartistas, y del silencio casi absoluto que reina en la boca de los hombres cuando al fin una víctima decide hablar. 

Estas veinticinco voces hacia el final del libro se presentan con sus biografías literarias acompañadas del nombre de sus calles de nacimiento, las calles, en su mayoría llevan nombres de hombres, pero ellas están ahí, para volver a nombrarlas y, sobre todo, para hacerlas al fin nuestras.

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