¿Por dónde comenzar a leer a Alfonso Alcalde? Una obra diversa es la del escritor que homenajeamos en su centenario. Le pedimos a su mayor especialista, además de un continuador de parte de sus temas en su propia escritura, que nos comente los que considera sus principales libros
Balada para la ciudad muerta
Alfonso Alcalde estaba en llamas, siempre lo estuvo, incluso en sus momentos más oscuros. Y en 1947 a sus 26 años ese fuego ardía con real intensidad, poniendo en peligro su vida. Sus decisiones podían ser suicidas, porque en el fondo eso es lo que fue, lo sabemos. Y es por eso que es tan significativo que al ver su primer libro publicado quemara toda la tirada, salvando apenas un ejemplar. No era cualquier libro, era una suerte de libro objeto, no solo prologado por Neruda de puño y letra, sino que además tenía bellísimas ilustraciones de su amigo Julio Escámez. Pero Alfonso, dando las primeras muestras de su talento desbocado y su feroz desmesura, quemó el libro en lo que él calificó como «una ceremonia jubilosa» y también un «acto de responsabilidad poética». No es un mal libro, de hecho es uno muy bueno para alguien de su edad. Quizás le pareciera demasiado influido por la poesía impura de Neruda; quién sabe. Afortunadamente ese único ejemplar que se salvó, fue re editado el año 2018 por Ediciones Biblioteca Nacional. Sin duda un importante rescate patrimonial y un testimonio del fuego sagrado que consumía a Alcalde y a toda la literatura nacional de aquella época.
El panorama ante nosotros
Este libro exuda delirio, exceso y carnaval por todos lados. Luego de quemar la Balada, Alfonso se lanzó a una búsqueda experimental con pretensiones infinitas que se mantuvo inédita por más de 20 años. El panorama sería una especie de megatexto que reuniría la totalidad de su obra. En 1969 Nascimento publica un «adelanto» con los diecisiete primeros cantos de su primer tomo, una suerte de epopeya situada en la zona del Bío-Bío, pero con alcances universales. Se incluye ahí el también célebre libro Variaciones sobre el tema del amor y de la muerte que en 1964 había ganado el premio anual de la SECH y que es autónomamente otro de los clásicos ocultos de nuestra literatura producido por Alcalde. Por aquellos años críticos y escritores como Ángel Rama, Jaime Concha, Pablo de Rokha y Carlos Droguett habían reconocido su talento y avalaban su proyecto. El primero había dicho que era «la nueva voz genial de la poesía chilena». Lamentablemente el libro no generó el impacto deseado. Después del golpe de estado su mutante quedó dormido y Alcalde ya no retomaría el proyecto inicial que defendiera a brazo partido por casi tres décadas. El panorama recién fue reeditado el año 2007 por la editorial Altazor, volviendo accesibles nuevamente algunos de los poemas más delirantes, profundos, jocosos y atormentados de la poesía chilena.
Imágenes obtenidas desde la web de Memoria Chilena con fines de divulgación.
El Arado de cinco dedos y otros textos
Este tomo del año 2015 reúne lo más parecido a lo que podríamos considerar su obra poética completa. Quizás solo faltan ahí la Balada y el libro de sonetos Ejercicios sobre el tema de la rosa, que parecen desligados de su proyecto relacionado con El panorama. Alcalde siempre habló de su libro como un «modelo para armar» y posiblemente esta sea la reconstrucción más fiable de su proyecto original para su poesía. Incluye libros como Salmos cotidianos y Qué crimen no cometieron, publicados póstumamente gracias a la gestión de su viuda Ceidy Ushinsky. También se incluyen libros inéditos como Brutalmente amanece y El árbol de la palabra. Este último es una verdadera joya: consiste en una colección de traducciones libérrimas o variaciones, que incluso podríamos describir como poemas de Alcalde firmados por escritores como Blake, Pound, Kavafis, Goethe, Jaquel Brel y muchos otros. El árbol de la palabra tiene una publicación autónoma aparecida el año 2013, por la editorial Altazor, y es apenas una muestra de las asombrosas y desquiciadas experimentaciones de Alcalde.
El auriga Tristán Cardenilla
Muchos sostienen que Alcalde fue más un narrador que un poeta. Por supuesto aquello no es cierto y —no solo en sus relatos— tiende a superar a cada momento las fronteras de los géneros. En El auriga, su primer libro de cuentos aparecido en 1967, ya observamos con claridad los temas y la poética que sostendría quizás hasta el fin de sus días: la marginalidad, el mundo del circo, el humor, la ternura, el dolor; en sus palabras «el absurdo tesoro de la miseria». También su inagotable búsqueda de experimentación estética. Todos estos rasgos se mantienen en posteriores obras cuentísticas: Alegría provisoria (1968), El sentimiento que te di (1972), Las Aventuras del Salustio y el Trúbico (1973). Sus relatos fueron celebrados por gente tan importante en su época como José Donoso, Alone, Jaime Concha, Lafourcade y prácticamente por cada uno de los críticos nacionales de la época. Sin embargo su carrera en alza a partir de 1967 se cierra abruptamente en 1973 y jamás vuelve a remontar. De forma oculta sigue trabajando hasta su muerte, perseguido por una invisibilización debida a razones políticas quizás, pero también a su propio carácter. El volumen de sus Cuentos Completos publicados por RIL el año 2015 da cuenta de la vastedad de su genio, considerando tanto los libros señalados, como los microcuentos que publicara en Argentina bajo el título de Epifanía cruda (1974); también relatos aparecidos en revistas, así como varios inéditos en los que todavía puede verse la chispa y la hoguera de su extraordinario talento.
Imágenes obtenidas desde la web de Memoria Chilena con fines de divulgación.
Comidas y bebidas de Chile / Reportaje al carbón
Si bien Alcalde decía separar bien los oficios literarios y periodísticos, no cabe ninguna duda de que ambos se nutren mutuamente en su obra. Como periodista hizo de todo: control de radio, guionista de televisión, incluso fue el ghost writer de Don Francisco en su primera autobiografía. Confeso admirador del Nuevo Periodismo norteamericano, su trabajo como cronista es quizás uno de los que ejerció con mayor constancia a través del tiempo. Muchas veces eran labores de sobrevivencia –como su extenso reportaje sobre los psicópatas de Viña del Mar. Pero otras veces su trabajo alcanzaba alturas maestras. Mientras ejercía como director de la colección Nosotros los chilenos de la editorial Quimantú, Alcalde publicó estos dos libros que son apenas una muestra de las múltiples formas en las que experimentaba con este oficio. Muy cercanos ambos a un ejercicio antropológico, el primero es un compendio de «picadas» y recetas del sur de nuestro país, impulsado por un gozoso deseo de mostrar algunos de los aspectos más luminosos del que quizás fuera el más grande amor de su vida: el pueblo chileno. El segundo, una transcripción de testimonios de trabajadores de la minería del carbón, en la cual su pluma se mezcla magistralmente con otra de sus fascinaciones: la oralidad de los sujetos populares. Ambos son además formidables documentos visuales gracias a la profusión de fotografías que los acompañan. Dos joyas accesibles actualmente gracias a la página web Memoria Chilena.
León: El peregrino del golfo de Arauco
«A los niños actualmente se les niega la posibilidad de recrearse con el absurdo, lo maravilloso y lo desconcertante. Yo quiero que recuperen la capacidad de asombro metiendo a nuestros animales, nuestras ciudades como Tomé y Coronel con sus lluvias. Y uso el circo como escenario mágico, con carromatos multicolores, tragasables y comefuegos, pero también con las ironías y tragicomedias que se dan en la vida, y con héroes candorosos, transparentes, que no conocen el pecado, la violencia, el robo y la maldad». Así describió en 1982 su primera incursión en la literatura infantil. Realizó esta pequeña e invisible proeza literaria adaptando uno de sus cuentos más notales aparecido originalmente en El auriga Tristán Cardenilla. Para variar su primera edición pasó demasiado desapercibida. Hasta en eso el hombre rezuma chilenidad: el pago que este país le da a sus verdaderos artistas casi siempre es tardío y Alfonso lo vivió en carne y espíritu hasta el fondo de los fondos. Afortunadamente el año 2008 la editorial Pehuén reeditó este texto rebosante de humor y poesía, de inteligencia e imaginación. La cuidada publicación de Pehuén permitió además que Alcalde ingresara el año 2010 a la lista de honor IBBY en la categoría de escritor. Por fin un mínimo reconocimiento oficial para el maestro.
La consagración de la pobreza
Quizás sea porque de acuerdo a sus propias palabras, «el diálogo es el fundamento de mi obra», la relación de Alcalde con el teatro se ha sostenido a través del tiempo. De hecho sus cuentos han sido objeto de incontables adaptaciones teatrales. De alguna forma esto nos dice que la recepción crítica por parte del populacho siempre fue favorable. Titiriteros, circos teatro, compañías pequeñas y marginales no dejan de resucitarlo. La consagración de la pobreza, sin embargo, fue su propia adaptación de lo que él calificaba «chascarros» protagonizados por dos de sus más entrañables personajes: El Salustio y El Trúbico, dos payasos y maestros chasquillas que viven en un alucinante mundo de putas, obreros, borrachines y mendigos, alternando con caballos, perros, chanchos y toda una fauna con la que conversan como si fuesen sus pares. Alfonso no consiguió ver la puesta en escena en 1992. Andrés Pérez realizó una versión que el autor pretendía durara veinticuatro horas. También deseaba que fuera algo parecido a una fiesta interminable, que corriera el vino y la comida a destajo. Andrés Pérez hizo lo que pudo y salió bien, aunque la redujo a apenas cuatro horitas. Posiblemente el texto publicado de La consagración no sea su versión definitiva, pero por el momento es uno de los únicos documentos a los que pueden acudir las comparsas para versionar el delirante mundo teatral que nos dejara Alcalde como legado de su extraño, versátil y desmesurado genio.