Black Waters City

Nueve Noventa ediciones

219 páginas

Américo Reyes Vera

En su Breve tratado de ontología transitoria, después de presentar tres tipos de dioses, el de las religiones, el de la metafísica y el de los poetas, Badiou concluye: el imperativo del poema estriba hoy en día en conquistar su propio ateísmo. Una idea similar trabaja la filósofa Silvia Schwarzböck, ella plantea que, terminados los temas sagrados, no hay posibilidad de temas profanos, ergo, de ser un poeta maldito. Sin embargo propone que, dentro del capitalismo post caída del muro, el último resquicio de sacralidad radica en el éxito y que, en esta etapa hipertrofiada de capitalismo que es el neoliberalismo, el éxito es un éxito de una clase compuesta siempre por una sola persona, es decir, uno de los nombres propios.

Américo Reyes Vera hace dos movimientos interesantes que ponen en acción la tesis del filósofo francés y de la filósofa argentina, porque a diferencia de la filosofía que busca pensar, el poema es un pensamiento en acción.

I: El dios de los poetas, siguiendo a Badiou, nace en el romanticismo y en especial con Hölderlin, que propone a su falta como proveedora del encantamiento del mundo a los poetas. Los poetas serían estos que vienen después de la falta/muerte de dios, seres nostálgicos que encarnan ese vacío. Pero Reyes arma un mundo, es decir, ocupa el lugar del demiurgo/dios al interior de una ciudad, Black Waters City, y al sexto día no pone animales y humanos, sino poetas.

II: 24 heterónimos, nombres propios con biografías complejas, peleas, relaciones, ensayos, anécdotas y sobre todo buenos poemas componen este libro intenso, recursivo, inteligente: total.

Martín Gambarotta dice que no lee novelas porque solo le interesa de la literatura los momentos de mayor concentración, lo demás lo descartaría, por eso escribe poemas. La novela fue el género del 19/20 por excelencia, dentro del género, las más arriesgadas y radicales, salvo excepciones, fueron las llamadas novelas río.

Retomando la idea de Schwarzbok, en esta época la única posibilidad de sacralidad/profanidad, de conquistar el propio ateísmo, está por el lado de los nombres propios.

Américo Reyes no escribe una novela, sino que ocupa de la novela los elementos que le sirven: «su carácter abierto y su capacidad de articular elementos diversos en un relato complejo» (Wikipedia, 2019) y reemplaza los tomos de las novelas río por nombres propios, por autores; luego del ensayo toma lo que puede aportar al interior de una lectura cuando no busca demostrar sino alumbrar(se); con el poema hace cosas así: «Durante un lunes sin importancia / la madre le preguntó a su muchacho / «por qué no navegas». A lo que el muchacho contestó / «porque no tengo bote». La madre al punto prometió / «yo te haré un lindo bote». / Y se internó en el bosque en busca de maderos. Y / con los clavos suficientes y una recia tela / construyó uno de esos veleros capaces de resistir / la más brava jornada. / / Cierta vez que el muchacho regresaba / de sus excursiones por el Vichunquén —el inexpugnable, / voluptuoso lago— la madre le preguntó, en son de reprensión / «por qué no te casas». El muchacho le confesó llorando / «es que no conozco a ninguna muchacha sangrante». / Nostálgica, la madre le contó que hacía muchos años / se había establecido en el pueblo una muchacha sangrante, a / la que le gustaba coleccionar caracoles, según se rumoreaba, / y que desapareció poco a poco, / entre rumor y rumor. / Al cabo de muchas primaveras / la madre le sugirió a su muchacho, como ordenándole / «por qué no te mueres. Aprovecha ahora / que hay niebla y estás sudando». / Pero el muchacho le respondió «no tengo tiempo». / Entonces la madre, metiéndose las manos adentro / del bolsillo de su delantal, sacó algo / que se le resbalaba entre los dedos / y lo puso ante los ojos del muchacho y le dijo / «aquí tienes todo el tiempo del mundo: todavía / te falta saber quién fuiste».

El ejemplo es lírico, porque este rasgo resalta en el libro, sin embargo no es un libro lírico, también hay anti poemas, que no son los chistes cortos que entienden algunos por eso, sino formas rigurosamente llevadas a cabo, en general endecasílabos, que utilizan un léxico coloquial para aterrizarlo, entre otras cosas. Y si creemos en el fondo del poema como forma de categorización, hay poemas feministas: «Has de saber que me instruí en el arte de abrir bien los ojos / para que entrara tu imagen multiforme a mi cerebro. / Y exhibirla como trofeo de guerra en estas páginas, algún día». Poemas mapuches: «Sí, madre: he visto cómo / el río se mete en el río. / No es como cuando la llamareja / se mete en la llamareja. O la brisa en la brisa. / O el polvo en el polvo. / El río se mete en el río / yo todo cambia. / Sí, madre: he visto / cómo tú no dejas de ser mi madre / y cómo yo / no dejo de ser tu hijo».

También poemas históricos del pensador de BWC, que además de cartas históricas aporta el ensayo Hacia una poética de Black Waters City cuyo estilo y desparpajo no tienen desperdicio. Hay poemas metafísicos: «fui a los lugares donde la gente busca el amor / no donde lo encuentra». Y finalmente poemas políticos radicales del único antologado que sospecha de la realidad, el único que, nos enteramos en una anécdota escrita por otro antologado, sospecha que Américo Reyes los escribió a todos. Julián Leopoldo Rex escribe en un poema titulado La vida como un sueño y que debería ser el único prólogo de este libro extraordinario y que elijo como final de este texto acerca, a partir de, un texto que me significó una experiencia, la experiencia de «una desnudez que trascendió la piel / y sus empalmes para que tú, lector taciturno, / contribuyas con tu cuota de complicidad / y celo».

 

Publicado en el número de abril del 2019

¶¶