Carmen Berenguer
30 páginas
Autoedición
Disponible en memoriachilena.cl / issuu.com
Por Matías Ávalos
Detrás de todos los incentivos que parece necesitar la creación. Detrás de las palabras excelencia, alcance, relevancia, visibilidad, detrás de la palabra medio, de la palabra circulación, incluso de la palabra lector, en el poema se encuentra una exigencia.
Hay quienes la reemplazan con la palabra sentimiento, incluso hay quienes todavía eligen la palabra inspiración. Pero yo, con Agamben, prefiero la palabra exigencia: «¿A quién se dirige la poesía? Sólo es posible responder esta pregunta si se entiende que el destinatario del poema no es una persona real sino una exigencia».
Bobby Sands desfallece en el muro es el primer poemario de Carmen Berenguer. Autoeditado en una artesanal, sobria y necesaria edición que la autora se encargó de distribuir durante los peligrosos años ochenta. Hoy puede leerse en pdf el facsímil en memoriachilena.cl o la versión de la Joyita Cartonera en issuu.
El libro es breve, los poemas están titulados como días y direccionan el sentido hacia el tiempo que Sands, poeta y miembro del Ejercito Republicano Irlandés, pasó sin comer en la huelga de hambre que llevó a cabo durante sesenta seis días; veinte y cinco de los cuales fue parlamentario por Irlanda del Norte.
La sintaxis de los poemas es riquísima. Los elementos (sujetos-predicados-seres-objetos-acciones) se entremezclan alcanzando relaciones que asombran y conmueven al lector con el hambre que no enuncia, sino que entrega:
Vigésimo primer día
Duelen los labios del pan
las abiertas paredes del estómago
duelen de risa fina
En este poema, en el primer verso los labios referidos pueden ser del pan, pero también puede que, el dolor de los labios del humano que enuncia el poema, sea a causa de —la falta de— pan. Dolerse de pan. Qué verdad más atroz.
El libro en su totalidad hace pensar en los términos de la oposición adentro-afuera.
La literatura contemporánea está plagada de una interioridad, muchas veces celebrada por la crítica. Pero esa interioridad es casi siempre pequeño burguesa. Es una interioridad de los espacios, y se sabe que se necesita espacio (en el sentido de amplitud) para que eso sea narrado.
Hay poco libro, novelas o poemarios, en los que sus personajes vivan en una casa de una sola habitación compartida con dos hermanos, padre y madre. Y el subsiguiente fenómeno de esa interioridad pequeño burguesa es que la exterioridad, cuando no es invisibilizada, es enunciada. No es performativa, no sucede en el poema sino que se dice. Lo peor no es que sea dicha sino que sea afirmada. A la exterioridad le estaba faltando misterio, irresolución, apertura.
Para esto último, y a quienes pueden reflexionar durante el confinamiento, el poemario de Berenguer, como los poemas que el mismo Bobby Sands escribió durante la huelga, le entregan una exterioridad no manejada, la exterioridad de la naturaleza que aparece en figuras como «el maíz en la copa de los cerros», «las alas del pájaro que tortura» o «el gusano que ocupará este ojo».
Para el interior, Berenguer se saltea el espacio de la celda y en cambio elige la anatomía:
Día 28
El hambre ha golpeado
las entrañas
Abre sus fauces ¡Para que calle!
La pertinencia de este poemario para los tiempos que corren es obvia pero prefiero subrayarla: como demostraron los vecinos de El Bosque, obligar a la gente a encerrarse, negando las necesidades y la miseria a la que gran parte del país ha sido sistemáticamente expuesta por el neoliberalismo, es condenarla a morir, de Covid o de hambre. Y esto también es un problema literario, ya que Berenguer hace posible una pregunta literaria: ¿Qué objeto tiene el interior pequeño burgués, de reflexionar encerrados en el cuarto, escuchando música y escribiendo un poemario temático o una novela confesional, frente a la desidia y la consecuente valentía de estos vecinos?