Enero de este año cerró con escalofrío: por primera vez desde que postulamos a la concursabilidad no lográbamos mantener este suplemento vivo. El calendario se arrastró lento hasta este número final, atravesados por el otro escalofrío del 4 de septiembre, que, en nuestro caso, nos dio la certeza de que mantener proyectos como este continuará siendo sometidos a sistemas precarios. No tan precarios en su formulación, que hace trabajar gratis para validar un sistema, ni en sus recursos oscilantes, si no en su seguimiento, el que arrojaría a todas luces que nuestra labor es necesaria. Pero reconocemos que algunos elementos han cambiado, cada vez es mayor el porcentaje de las lucas que se va en la impresión, cada vez la misma circulación de impresos en quioscos es peor y más limitada al centro. Y nosotrxs, más que echarlos en nuestras mochilas o maletas en los rallys de ocasión, no hallamos forma de resolverlo.
Para muchxs opinólogxs de las redes sociales, los Fondos de Cultura no debieran ser para vivir, pero nosotrxs necesitamos una autonomía fuera del capital para mantener la independencia y preferimos bajar la cortina antes que la transacción; total, envolveremos pescados que habrán muerto en su destino. La necesitamos para decir lo que creemos malo –desde nuestro lugar, sobre todo desde nuestra pasión– y para decir lo bueno. Nos tocó ver libros como Piñen de Daniela Catrileo o Cindy López de Patricia Águila, este en sus distintas ediciones regionales, el camino a la autoedición de escritoras como Natalia Berbelagua e Iris Kiya, el salto grande de libros traducidos y el nacimiento de editoriales como Mundana y Banda Propia que siempre nos sorprenderán. También el diseño ha evolucionado en paralelo a la bibliodiversidad (en nuestras páginas hay más de cien editoriales), generando referentes, mas ofrece un problema que engloba todo el ecosistema: la verdadera profundidad de las indagaciones análogas frente a las digitales. En este índice mental muchas páginas quedaron en deseos. Deseamos escribir, por eso lo hicimos. Por eso lo haremos si nos toca volver.
En aquellos días de enero, un amigo me trajo un libro de Nadia Sol, poeta argentina. Cuando lo abrí cayó una nota:
«…ojalá nos sigamos encontrando en la literatura/ poesía y en la cumbia/ punk, ¿por qué no?», escribía. Claro, por qué no. Seguiremos abriendo libros, sorprendiéndonos en silencio. Como con el tuyo, amiga:
«esto es un poema de amor
escribo para decir
los cables y las antenas
en los cielos del barrio
son preciosos»