César Cabello – Poemas inéditos

Por primera vez en este suplemento compartimos poemás inéditos, son parte del conjunto ganador del Primer Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press a un libro inédito. El ganador, entrevistado en nuestra etapa de Grado Cero, es César Cabello, quien presentó el conjunto Idolatría del huésped.

El jurado, compuesto por Juan Carlos Olivas (Costa Rica), María Ángeles Pérez López (España), Gabriel Chávez Casazola (Bolivia) y Tina Escaja (España), escribió esto en su veredicto:

«…libro que destaca por su fuerza y su intensidad, logra articular, de modo excelente, el diálogo entre distintos tiempos y espacios. A través de un lenguaje de reminiscencias bíblicas y míticas que pueden ser leídas de modo absolutamente actual, en su indagación sobre banderas, fronteras o extranjerías, muestra gran madurez en la escritura y nos interpela tanto en relación con el 2020, como con todos los ámbitos temporales. Además, la voz lírica del libro se inmiscuye como un espía en la Torre de Babel. Desde ahí, se forja una historia –no un mito–, en la que el individuo consigue ser el verdadero doble de sí mismo, el extranjero que se adentra en las tumbas de cristal, en las formas que no saben morir, pero que perfeccionan el dolor, como Pessoa, al fingirlo. El autor de este libro nos hace ver que el héroe no es el que vence, mas sí aquel que logra llevar a cuestas sus abismos –abismos que nos reflejan, como una vez lo vaticinó Nietzsche, frente a la oscura inmensidad del ser humano–.»

Babel

Morí por el ataque de un águila.

Los cuervos enseñaron a mis padres qué hacer conmigo.

Los vistieron de luto hasta el fracaso de sus planes.

Abandonaron la ciudad a causa de la idolatría

por su hijo predilecto.

No sin locura, dijeron que mi cruz

fue fabricada con madera del árbol del Paraíso,

que multipliqué los panes, los peces,

las plagas, los amigos.

Mi madre creó el llanto; mi padre el dolor;

yo, las bocas hambrientas de deseo.

Hasta que vinieron otros que lloraron distinto.

Se lamentaban a su modo.

Fue entonces cuando la luz

entró en las grietas y en los rincones.

Tomó la forma del cáliz,

de la joya de la prostituta,

del cisne muerto.

El lugar del combatiente

olvidado en las trincheras.

El sufrimiento fue patrimonio personal e intransferible.

Hubo dolientes como naciones en el mundo.

Se necesitaron emisarios, institutrices,

agentes del espíritu que recorrieran el país

del aire al cuerpo,

del cuerpo al tiempo,

     del tiempo a la ceniza.

Cada niño, al nacer,

era envuelto en una bandera blanca.

Su piel era la única frontera;

su lengua, el primer exilio.

Las sagas

Ya no es tiempo de construir moradas,

sino ciudades,

   desdibujar los límites

de las naciones alrededor nuestro,

para incitar al toro a salir de su laberinto

y enfrentarnos con el pretexto

de la huida o de la hoguera.

Ya es tiempo de tomar otra vez las armas

y entrar como un rebelde en la filosofía del acero.

El gladiador traiciona al monarca derrotado.

Da el golpe de gracia con su tridente.

Se marcha sobre el carro que, junto al sol

o la tempestad, lo aleja

     de la arena de juegos

donde una vez creyó oír su nombre

entre las multitudes.

Son estas quienes le deben la educación de sus hijos,

que jugaban a imitar los destinos de la guerra.

Ya es tiempo de tomar otra vez las armas,

comprender que nuestro espíritu pesa más

que el rotundo acero.

Y entre los escombros de una ciudad

que no fue nuestra, derrocar al ídolo

refugiado en su espejismo.

 

Multitud

Escribirás de historia, no de mitos.

Al caballo alado lo dejarás pastar en la aridez de la hierba muerta.

Darás al hombre una bandera izada como un traje nuevo

y un rostro al inquilino hospedado por la marcha.

Pondrás tu voz al servicio de las hordas.

No la tibia sonrisa del esclavo o del rehén

que abraza a su asesino.

En el lenguaje de la guerra,

el mártir revive en un cadáver aún más fresco,

como un ídolo desfigurado al que no le sanan las heridas.

Necesitas sangre para teñir los pétalos de la rosa funeraria,

cavar trincheras en las mentes de los jóvenes

para que su patria sea un país

y no un abismo.

Un soldado marca su victoria en el pecho de un huérfano.

No así un rebelde, que arrastra ataúdes

hacia el coliseo del amanecer.

En el lenguaje de la guerra, la muerte escoge un bando,

levanta tiendas de campaña en nombre de los hechos

que consuman la derrota del más fuerte.

Escribirás de historia, no de mitos,

para instar a la revuelta del hombre

que acaba de nacer.

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