Desove

Claudia Jara Bruzzone

Cagtén

78 páginas

Leo Desove, busco en alguna parte alguna referencia a su libro, nada. Escribió antes Cartografía de la ausencia, busco nuevamente, sigo donde comencé. No sorprende, y es que Jara tiene que cruzar varios asuntos: primero, el de la provincia, ella escribe desde Temuco, y segundo, el tema de la poesía escrita por mujeres, porque aunque sabemos que la contingencia es útil, también es peligrosa.

No podemos juzgar un libro por su tapa, ni defenderlo porque fue escrito por una mujer de provincia. Hablar de él, sin embargo, podría darnos luces de un camino que Desove recorre, con bajos, pero también con altos pronunciados «…algo debería precipitarse entre nosotros, / deberías perder el paraguas, dejar que corra la lluvia (…) Es una lástima no tener la gracia de Evelyn McHale / para terminar bajo un edificio» del poema «Este es el estadio de las cosas» o el enorme texto «Acerca de cómo contemplar al hijo del hombre» de donde extraigo este fragmento: «(…) Este es el tiempo, / un reloj a cuerda, / dos navajas cruzadas que anticipan lo que vendrá. / Los hermanos contemplan El hijo del hombre. / La cara detrás de la manzana podría ser tuya Raúl, / podrías ser tú frente a la bahía de Chaitén. / Ahora me preguntas por las fotografías de niños, / y sin embargo, esto no es un cuadro de Magritte».

En Desove, la escritura es un constante golpeteo en la cabeza, la repetición de imágenes de un tiempo de rebeldía que ya no es tal, de un constante ir y venir del trabajo, del aburrimiento que deviene de la rutina y el abandono de lo vital, pero es también un ejercicio que se sostiene en débil hilo de la memoria: «Tendrás que aprender a silenciar esos acordes en tu cabeza/ escuchar el rumor de las tablas / que se juntan en la esquina. / Cuando el polvo es señal de tiempo, / tiempo, señal de fe, y / tejer una práctica en desuso».

El libro tiene cuatro apartados: Pez, el más breve, compuesto por un poema dividido en diez partes que configura el momento introductorio y en donde el hablante interpela a un otro y delimita un contexto «tanto cemento / nos gusta el cemento/ las erres de la ciudad»; la segunda parte es Eclosión, salvo el poema con el que cierra el libro, el momento más alto de este conjunto. En tercer lugar, Fragmentos cotidianos para el retorno, estos fragmentos pasan a tomar la forma del collage, pero sin dar cabida a un cambio sustancial en el tratamiento del lenguaje ni en las imágenes, entonces ¿tiene sentido en el libro? Las xilografías que acompañan cada collage/poema reproducen el referente lingüístico, ¿constituye un doble discurso? No lo parece, más bien parece un apartado sin grandes aportes al constructo total; y termina el poemario con Desove, en donde encontramos ya al final el poema Taxi, que vale la pena transcribir:

«Hace rato que miro Caupolicán

pensando en Tokio,

el decorado neón de las calles,

cartografía universal del mercado;

nada tiene que envidiarle la jornada laboral

el kamikaze de la segunda guerra,

nada tiene que envidarle al edificio en

construcción

a la geisha que subastó su virginidad.

Y sigo,

voy en taxi pensado en Tokio,

el taxímetro, una sutil forma de calendario:

Sólo números sucediéndose.

Es evidente,

nada de esto tiene sentido,

lo importante ocurre siempre

al final del camino.

Todo se reduce a ver una luz encendida

al llegar a casa».

La edición de Cagtén, editorial que trabaja desde Temuco y que ha publicado ya seis trabajos anteriormente, es estáticamente muy armoniosa, sin embargo, a Desove le hubiera hecho bien un trabajo de edición en asuntos rítmicos, limpiar algunos ripios, o la poda de algunos poemas como «No tengo flores en mi casa», «Un último desayuno para Yolanda Gallardo» o «Gracias por soñar conmigo», textos que desentonan con el conjunto, que trabajan un lenguaje distinto y menos pulcro y que hacen trastabillar a este libro, que sin embargo, logra mantenerse de todos modos en pie.

 

Publicado en el número de agosto del 2018

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