En los controles posteriores ella le vuelve a preguntar cuándo recuperará la sensibilidad de sus dedos y él repite la frase.
Como dejar de ir a la consulta, a Shapatin le agarra la manía de mandar WhatsApps. No le pregunta por su rehabilitación, no propone una interconsulta neurológica… Todo camino es fútil a la luz de su profundo conocimiento científico de los nervios. Ella cae en la trampa y le pregunta quando quando quando, cómo Engelbert Humperdinck. Shapatin contesta impredecible impredecible impredecible.
No está claro si sus WhatsApps obedecen a un borroso recuerdo del juramento de Hipócrates o a la necesidad de quedar bien con el amigo que se lo recomendó. Ambos juegan al fútbol una vez a la semana. Después parten todos a una parrilla. Ahí se enteran de que Shapatin es el médico personal del dueño de la clínica en la que trabaja por las tardes. Escuchan arrobados sus viajes en helicóptero privado, las visitas relámpago a las mansiones en la playa o en la nieve. Shapatin pinta con detalles cómo vive el millonario, sus miedos internos, los lujos.
— Si lo eligió como su médico personal, es de los mejores— considera su amigo al enviarle el contacto.
Ella lo aceptó con naturalidad. Descubre ahora, perpleja, que la aseveración no tiene sentido.
El camino entre el pueblo y la ciudad donde vive Shapatin, lo conoció roto. Son apenas 12 kilómetros. Ahhh, esa ruta siempre fue complicada, dice él.
Después del primer o segundo accidente mortal aparece un contratista con su cuadrilla. Salen antes que el sol, rompen la losa, enfierran, inyectan. Por las noches en el pueblo se huele la carne en la parrilla, los gritos enfiestados.
Salen todos y todas en auto a probar la ruta arreglada, ida y vuelta, ni un solo hoyo.
A las dos semanas aparecen las primeras trizaduras, incluso en los lugares que antes estaban sanos, como si el pavimento se estuviera vengando. Pero, ¿de qué? A vecino que ve desocupado, le pide que le hable del camino. A menos que todos se pongan de acuerdo para engañarla, con una historia como esa, cualquier camino se vuelve imposible.
Viajan al sur. Para obtener el permiso le mienten a la patria; en el formulario ponen que van a asistir a un adulto mayor. El amigo al que visitarán tiene su edad; cuando se hizo la quimio estaba prohibido trasladarse. Van ahora que ya no los necesita. Dos mentiras juntas añaden un toque de tensión al placer de viajar nuevamente por la carretera, lejos y prohibido. En una de las conversaciones que tienen en el auto les cuenta el diagnóstico de Shapatin. G le dice que el urólogo al que consultó por la próstata le respondió que tiene la vejiga sensible. A mí el clínico me dijo que tengo unas coyunturas austeras, señala M.
Lo más cerca que ha estado de conocer a un millonario fue a través de la esposa de uno. A veces venía al taller literario directamente desde su casa en Valle Nevado. Se le iluminaban los ojos cuando hablaba de esos momentos a solas en la montaña. Un día su esposo millonario recibió la oferta millonaria de un chino que se encaprichó con la casa en la nieve. No se rechaza una oferta como esa, explicó el millonario ante la perplejidad de su esposa.
Las historias del camino eran tan claras cuando salían de las bocas de los y las vecinas: exagerar y mentir suelen ir por el mismo camino, lleva siempre tu camino y no mires nunca el de tu vecino, una vez que el convidado ha comido ponlo pronto en el camino, a burro viejo no le cambies el camino, a camino largo paso corto, donde entra mucho vino todos los vicios hacen camino, a los enemigos bárreles el camino, al mal camino darle prisa, camino largo y cama angosta hacen al hombre decir lo que no querría…
Pero cuando intenta ordenar las versiones en una línea espacio tiempo para armar la historia completa, descubre que la ruta se sostiene en el vacío. Por eso los arreglos de los contratistas no arreglan. Es un milagro que en algunas partes todavía se pueda andar, que no haya más accidentes y muertos.
Se pregunta cómo serán los viajes de Shapatin en helicóptero privado, en qué circunstancias recibe el llamado del millonario para que deje su vida porque él tiene dificultades para respirar en la suya. Shapatin le toma la presión, lo ausculta… no presenta síntomas de un problema cardíaco. Algo ocurre u ocurrió en esa casa, hay cosas que no están en su lugar, falta un cuadro y en la pata de la mesa quedó adherido un trozo de vidrio. La esposa no aparece a saludar en toda la mañana. El millonario lo retiene con falsos síntomas, como si necesitara un testigo. El médico está en una situación que no alcanza a ver en su totalidad. Al día siguiente, en la consulta particular que atiende a última hora del día, después del hospital público y la clínica, aparece la escritora queriendo saber cuándo va a recuperar la sensibilidad.
Por ejemplo, no se entiende por qué los camiones y la maquinaria agrícola pesada transitan por una ruta que no está adecuada a su peso. ¿Fue para ahorrarse el peaje de la autopista o ya circulaban por el antiguo camino de tierra y los ingenieros, presionados por los políticos, los empresarios, los votos del pueblo, omitieron el peso real en los cálculos de resistencia para ajustarse a un presupuesto volátil? Más vale pájaro en la mano que cien volando, en el camino se va arreglando, el que transa no avanza, yo puedo más que tú dijo el dinero a la justicia, con dinero baila el perro, el dinero hace bueno lo malo, aunque provenga de manos asquerosas siempre huele a rosas.
Un tal Waley, citado por Pablo Katchadjian, menciona una antigua división entre los acontecimientos; existirían hechos adrede y otros que ocurren solos. Estos últimos tienen un carácter ominoso porque su acción se origina en otro mundo; desde ahí nos llega la señal de un picor, un zumbido en el oído, un temblor en un párpado. O una se tropieza sin motivo y cae con el peso del cuerpo sobre el codo. También —dice este Waley— hay mensajes que vienen del exterior; insectos, pájaros, estrellas, rajaduras en una ruta…
Su amigo y Shapatin se conocieron, antes de jugar al fútbol en el club de barrio, a través de sus esposas. Así se enteró su amigo de que la esposa del médico se fue con una mujer. No se te ocurra mencionarlo, por favor, él no tiene idea de que nosotros sabemos, advierte preocupado por su bocaza.
El vacío legal en el que se encuentra atrapado el camino es insoluble. No se puede prohibir el paso de camiones y maquinarias agrícolas debido a que es una ruta provincial, aunque no está construida para resistir el peso. Los contratistas lo saben y cobran barato por el arreglo pero agregan un costo de mantención. Impajaritablemente, a los quince días aparecen las grietas. El Intendente se cansa de que le pongan el tema sobre la mesa. No importa cuántas tapas de alcantarilla inaugure, esos 12 kilómetros están ahí para aguarle la fiesta. Cuando los agujeros adquieren una dimensión y una profundidad ominosa, aparece un camión municipal con empleados municipales que les tiran arena. Los neumáticos, el viento, la lluvia, se llevan la arena.
Procura ir muy despacio en la moto, aun así no alcanza a inventariar la infinitud de formas de rajarse que tiene lo real. Hay un solo tramo en los 12 kilómetros que no está dañado. No así a la entrada de los criaderos de pollo de las estancias que cultivan soja y trigo transgénico, de los feedlot; en esos lugares las roturas forman un amasijo que supura descontrolado y es preferible desviarse por la banquina. En cambio alrededor de la escuela, el camino se mantiene prístino.
Ningún_ escritor_ podría haberlo predicho.