En primera persona: la primera feria del libro de Puente Alto

Hace algunos meses salió una infografía que mostró que la desigualdad de Santiago también estaba dada por el acceso del libro. En el siguiente texto la organizadora de esta inédita iniciativa cuenta su experiencia.

Por Martina Rivas

El pasado 15 de Marzo se realizó la primera feria del libro en Puente Alto organizada por su misma gente en conjunto con la Coordinadora Social Shishigang. Más de 50 editoriales independientes y con una programación ligada a la contingencia y territorio —la más importante a nuestro parecer fue el homenaje al poeta puentealtino José Ángel Cuevas, alias Pepe Cuevas— conformaron la jornada en una plaza Catrillanca marcada por la osmosis de un virus, que hasta el momento, solo se mantenía al margen de nuestra imaginación.

Dado el contexto de ultra cuidado y de medidas preventivas, el llamado fue a  recluirnos en nuestros hogares (para los que tienen), y evitar instancias donde vayan muchas personas. Esto nos confunde, y no solamente para la orgánica de la feria, sino que  también a todo un país que acaba de reencontrarse porque precisamente sale a las calles demandando y expresando un mismo sentir: el momento de un cambio profundo ha llegado. María, de la Coordinadora dice: «no hay miedo, tenemos que hacer igual la feria tomando precauciones, abasteciendo de alcohol gel y desinfectantes para los transeúntes y recordando a las personas que esto es de temer solo por el hecho y verdad que no debemos olvidar: es muy distinto cuando se enferma un rico de un pobre».

Es un lindo día, son las 9:00 y se ve despejado. La plaza está con residuos de una noche muy movida. Nos disponemos junto a mi familia y los Shihisgang a limpiarla y a instalar los toldos. Muchas personas desertaron porque no se sentían bien de salud, sumado a la  preocupación e incertidumbre sanitaria. Claramente el día nos daba atisbos de que podíamos esperar cualquier cosa. A pesar de eso, gente que ya estaba en el lugar dispuesta a pasar una linda mañana se acercan, preguntan qué haremos, y de paso nos ayudan a instalarla. Uno de ellos es el señor Eduardo quien se acerca tímidamente con su maletín; dice que le da vergüenza usarlo, pues tiene el logo del gobierno: «bueno es lo que hay», agrega disculpándose. Mientras cargamos con unas mesas le pregunto de dónde viene, pues me causa mucha curiosidad su decidida disposición: «soy de Unión Patriótica (UPA) y vengo ayudar para levantar la primera feria del libro de Puente Alto».

Diversas actividades fueron llevadas a cabo, una de ellas el taller de bordado latinoamericano realizado por la colectiva Bordado sin patrón, la cual tuvo una alta convocatoria juntando a personas de diverso rango etario; hasta mi abuela participó, la vi compartiendo experiencias de vida y técnicas. Otra actividad fue el taller de poesía recortada, impartido por Jackie de Fiestita Fanzine, el que consistía en armar textos a partir de recortes de revistas, diarios, es decir, del papel como soporte y medio de expresión. Todo esto bajo las sombras de los árboles, sintiendo así como el verano se despide con su lapidador calor, pero haciéndose ya presente una brisa cordillerana algo gélida, que ha tenido que viajar por mucho tiempo para  poder llegar a decir lo que ha visto en estos últimos tiempos.

Algunas actividades se suspendieron por el avance del virus, otras, por retrasos logísticos que presentamos, como la instalación del audio, el que dependía precisamente de personas que se ausentaron por el COVID 19. En fin, el Corona siempre estuvo detrás, sin embargo, a medida que transcurría el día  nos dimos cuenta que detrás de todo esto había  también más cosas, como la misma gente que fue partícipe de tal hermosa jornada, del esfuerzo de un equipo de trabajo como la Coordinadora Social Shishigang que desde la autogestión se posiciona con el propósito de lograr cosas para una comunidad, incluso a pesar del miedo impuesto, nos permitimos desafiarnos sin perder el criterio, cuidando unos de otros.

A medida que transcurría la tarde los puentealtinos comenzaron hacer del uso habitual de la plaza mientras se paseaban por la oferta editorial que fue muy diversa. Algunas de la misma comuna como Hiparquía Ediciones, otras de regiones, como Libros del Cardo (Valparaíso), Editorial Libertando Cartonera (Valparaíso), Editorial Mestiza (Temuco) y Letrarte Ediciones (Coquimbo), entre otras. Esta última subió al escenario natural de la plaza con su presentación de los discursos públicos de Gabriela Mistral en el libro La palabra elemental.  Claudia Reyes (directora de Letrarte) junto a Benjamín León, reúnen en  formato de compilación los discursos de la ganadora del Nobel, algunos inéditos como «Lo primero la tierra» (1954). En él Mistral comparte su alegría por los campesinos del Valle del Elqui que tendrán sus tierras por la aprobación de la Reforma Agraria. Todo esto explicado por Claudia, quien ha prestado su vida al estudio de la vida y obra de la escritora.

Cerca de las 19:00 horas comenzó el homenaje del escritor Pepe Cuevas. Siete jóvenes poetas (Patricio Contreras, Diego Zamora, Gabriela Contreras, Fernanda Meza, Juan Carreño y Diego Armijo)  estuvieron con él leyendo poemas del American Bar. Una de ellas, Gabriela, marcó el contrapunto  al leer un poema propio, para hacer equilibrio frente a la voz masculina. José Ángel, muy emocionado, la escucha con atención. Terminando el homenaje el poeta puentealtino procede con su lectura, tal y como lo pidió con mucho énfasis: «¡quiero leer!», dijo por teléfono cuando le comunicamos la noticia de hacer una actividad en su nombre.

La jornada va concluyendo, Pepe quiere algo dulce junto a una bebida. Le buscamos unos bizcochos veganos de almendra y frutillas y un bebestible. Se alegra y se toma la Fruna naranja casi al seco. El escenario está tomado por el rap, stand up y la sombra que ya a esa hora abarca toda la plaza. Veo pasar a ex profes del colegio, amigos del barrio se acercan donde está mi madre vendiendo algunas pertenencias mientras también colabora con la comitiva, es buena para hablar. Los editores vuelven a sus hogares felices por la instancia. Me imagino también con una cierta incertidumbre, pues siempre hay un escenario más grande, el cual se impone cada día de una manera más cruda.

Vamos con mi amigo Javier Arratia a dejar a Pepe a su casa. En la conversación natural veníamos  diciendo de qué lado de Puente Alto somos, del viejo o del nuevo. Mientras me decía a mí misma que eso nunca lo sabré, pues la historia de la comuna es claramente épica, me dispongo a mirar por la ventana y pienso en los toldos que tendremos que guardar, en el aguante y disposición de los Shishi, en la abundancia de ideas materializadas en las editoriales independientes, las cuales coexisten en un ecosistema del libro de un país que no tiene industria, y sin darme cuenta ya estábamos hablando del Coronavirus. Pepe dice: «¿por qué se llamará corona, por la corona de los muertos?» Nos reímos al unísono, después callamos.

Algo así creo que fue la jornada de la primera feria del libro de Puente Alto, una instancia para compartir y recordar porque seguimos luchando, antes de tener que recluirnos inevitablemente por un tiempo.

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