Lucille Clifton
Elefante
111 páginas
No leo en inglés, pero la edición bilingüe de Entrenar la lengua de Lucille Clifton (Elefante, 2020) me obliga a querer buscar su voz. En Youtube la escucho, está parada en una ventana y lee un poema en una lengua musical. Walter Benjamin dice que existe un lenguaje que es propio del arte, que una Priscilla Cajales cualquiera sentada en un teatro alemán puede emocionarse, aunque no entienda una palabra. Creo que el poema habla del aborto, me lo confirma una amiga con la que comparto el video y que es guía de turismo.
Lucille Crifton, su nombre es completamente nuevo para mí, me demoro buscando información sobre su biografía: nació en Nueva York en 1936, hija de una mujer que siempre escribió poesía y jamás publicó. Es afroamericana, dedicó gran parte de su vida al activismo feminista su poesía dialoga, además, con temas de raza, religión y clase. Hay que situarla escribiendo en los años 70 en Estados Unidos, de la mano de otros importantes referentes como Audre Lorde, June Jordan o Adrienne Rich.
Lo primero que aparece en Entrenar la lengua es un nosotras al que la autora invita, como en el poema que abre el libro «Las mujeres perdidas»: «…cómo nos habríamos llamado las unas a las otras/ entre risas y cervezas? ¿dónde están mis pandillas,/ mis equipos, mis hermanas extraviadas? / todas esas mujeres que podrían haberme conocido,/ ¿en qué parte del mundo están sus nombres». Clifton plantea una comunidad que se ramifica por generaciones de mujeres muertas y desaparecidas a las que (pienso aquí en «1 de noviembre» de Stella Díaz Varín), no quiere dejar morir en paz. Como ocurre con «un poema de tormenta»: «no deberías hundirte/ casual como una cena./ yo pronuncio tu nombre/ le meto tu persona/ en la garganta a este angurriento./ por vos/ que la boca de viento arda al fin./ por vos/ que los dientes de viento se le partan». Porque las mujeres que transitan por este poemario son mujeres que rabean mientras duermen imaginando poemas, mujeres que duermen en el larguero de la cama e increpadas a hacer con esa visión nocturna que debemos desarrollar para mantenernos vivas y «construir con eso algo humano» y en «cicatriz» concluye: «por eso es que yo sé/ que los dioses/ son hombres».
El lugar desde el que escribe es sin duda una trinchera, como mujer afrodescendiente, hija de obreros, su escritura abre un espacio a lo político marcado por la clase y lo hace a través de referentes concretos, porque esta lucha lo es. Clifton indaga en el imaginario cristiano, dialoga con la figura de Cristo y lo hace caminar por las aguas pendiente de sus pasos trastabillantes «tal vez, con la única certeza/ de que el fracaso más seguro es/ la caminata que una no intentó.» Cristo, Adán, el padre, aparecen en este poemario cargados de miedos y de frustraciones, son los referentes de un camino al que la hablante no se siente invitada y a quienes mira con ojos dudosos «padre/ ahora veo a tu madre a tu lado/ de pie sin hombros ni zapatos./ la escucho susurrar verdades que no puedo conocer./ padre tengo dudas/ padre/ ¿cuáles son las certezas?/ tu madre habla de amor (…) yo no estoy a la altura de la fe que se exige».
Entrenar la lengua es una traducción del argentino Ezequiel Zaidenwerg, miro en su página web algunos de los poemas que conforman este libro que tengo en mis manos y que hubiera querido leer hace años. La vuelvo a buscar en Youtube para retomar el sonido de las palabras, y vuelvo a la lectura, en una ida y vuelta por la sonoridad que sé que la traducción pierde, ella dice: «de lo que estoy hablando/ puede decirse sólo en este/ idioma esta lengua/ es la única que entiende/ de lo que estoy hablando» y me conformo, porque hay algo en su poesía a lo que podemos llegar incluso (y en este caso gracias) a las traducciones.
Defiendo mi lenguaje (página 43)
de lo que estoy hablando
puede decirse sólo en este
idioma esta lengua
es la única que entiende
de lo que estoy hablando
vos sos vos que hablás sobre
el paisaje que podría quebrarme
si pudiera los árboles
de los que colgaron a mis abuelos la tierra
en que plantaron y comieron
no de lo que estoy hablando
la tierra el árbol y el país
aje sólo puede decirse
en este idioma las palabras
son duras se sacuden demasiado
para que las contenga la lengua delgada
como este idioma este paisaje esta vida