Fisuras

Fisuras

José Urriola

135 páginas

Libros del fuego

Tradicionalmente existen dos formas de narrar una historia, la primera es a través del viaje en el que el personaje se aventura a transitar por lo desconocido abandonado su lugar de origen y transformándose a sí mismo en un nómade, en un errante. El protagonista muta en este tránsito y mira con nostalgia el suelo que dejó. Un segundo modo es a través de la resolución de un enigma, el protagonista se ve enfrentado a un crimen, un misterio y al resolverlo descubre que él mismo es el causante del crimen. Ulises y Edipo.

En Fisuras, José Urriola desarrolla el relato a través de quien se queda, y quien se queda es Pablo, un músico que sufre por una larga y angustiosa pausa creativa y el sin sentido de sus relaciones personales, pero sobretodo sufre porque su hermano Santiago se ha ido dejando la indicación de no buscarlo y no intentar contacto alguno. El relato se construye con la estructura epistolar, cartas en las que Pablo rompe el trato del no contacto porque la ausencia de su hermano es una ausencia que no soporta y termina ofreciéndole un plan de trabajo a distancia, él le enviará maquetas de canciones y Santiago terminará de editar y ensamblar: «Yo te mando el esqueleto y tú le pones la carne».

Cada canción es fruto de un fragmento de la historia del personaje, asociadas a historias amorosas o sexuales que desencadenan un ímpetu creativo. Cada historia termina con un objeto que carga, como un muñeco vudú, el pulso de su protagonista y es arrojado en el sótano de la casa. Los objetos se agolpan sobre una mesa, Pablo se niega a tirarlos a la basura, los guarda y les teme, pero no se puede separar de ellos como no se puede separar de la memoria de los hombres de su familia. Este adulto crece a la intemperie del abandono del padre, que prefirió una muerte lejos de su familia, y de este hermano que decidió esfumarse. Pareciera que en estos objetos/reliquias encontrara la posibilidad de apropiarse de quienes transitan por su biografía y no dejarlos ir.

Pero el hilo con el que se sostienen estas cartas son sobre todo situaciones que a lo largo de los años van dibujando la biografía amorosa de su protagonista. Sin embargo, las mujeres que transitan por la vida de Pablo lo hacen siendo personajes planos o meramente anecdóticos. Transitan por estas cartas mujeres que nunca pierden el buen humor, mujeres lobas deseosas de sexo y carne, o artistas que terminan experimentando el romance, por supuesto con el protagonista, y olvidando por completo sus proyectos personales.

La novela inserta ciencia ficción, un elemento final en el relato que nos ubica en un plano en donde lo orgánico se mezcla con la técnica, la música y el ensueño. Urriola es hábil, la forma en que introduce estos elementos es verosímil y dinámica, en el sentido en que solo algo creado por el hombre es capaz de releer las múltiples posibilidades de la vida de uno, y la contemplación de estas posibilidades implican un exorcismo, pero también un ensueño o una pesadilla.

El autor deja que un hermano se quede y deambule por los caminos de la música, el sexo, la enfermedad y la ausencia y nos presenta de reojo al personaje que se va a comenzar una búsqueda otra de la que poco sabemos. La música sin duda es una pista y la edición de Libros del fuego termina con un soundtrack que puede acompañar la lectura del libro.

Fisuras es una narración que nos habla de la búsqueda del artista, pero esa búsqueda que no tiene como objeto el reconocimiento de un otro, sino como el deseo de construir algo con tus propias manos, una máquina, un álbum, algo que diga que estuviste aquí.

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