Panoptikum. Personajes y escenarios
Joseph Roth
Montacerdos
165 páginas
Josepth Roth es uno de los más importantes novelistas del siglo pasado, su novela más importante es La marcha Radetzky, pero son más de dos docenas las obras publicadas por este hombre de nacionalidad francesa e hijo de padres judíos. Roth vive mirando la idea de historia. La piensa y la construye desde las vidas mínimas, desde la cadencia de un tren, desde la vida de un poeta que nadie recuerda, pero al que él le da espacio y tiempo en sus palabras, lo que es decir que le da memoria. Roth es de los que mueren en la tragedia, su familia y su tiempo, con él desaparecen.
Panoptikum. Personajes y escenarios, es un conjunto de textos traducidos por Magdalena Antonz, nacida en Polonia, quien tradujo también Anarquía sexual, feminismo y homosexualidad, de Johanna Elberskirchen. Se trata de un conjunto de textos de este escritor que vivió sin tener un hogar donde volver, pero que sí tuvo un hotel, un bar, un conserje que lo recibiera con una mirada amable cuanto entraba a firmar su llegada. Fue uno de los mejores periodistas europeos de su época y diría que lo es porque combina reflexiones inteligentes sobre lo que ve, con recuerdos de su infancia que lo ayudan entender el presente, y extrañar a su vez el pasado antes de la llegada de la Modernidad, es decir, tiene un ojo que vincula el modo de entender su época.
Ensayos, críticas literarias, artículos, semblanzas, componen este libro que nos muestra una voluntad por hacer periodismo de una forma distinta, su ojo se vuelca no sólo sobre los grandes hombres, los acontecimientos que sin duda hallarán lugar en la historia, lo hace en cambio en la forma en que se torna de otro color el cielo por causa del humo de las chimeneas de la ciudad que visita, en la manufactura de las sillas de los buses que llevan a obreros y a campesinos de una ciudad gris a otra ciudad gris. Se pasea por un museo de cera, por una representación de la habitación en la que murió Napoleón y ve en la ampolleta que expele olor a quemado, o en el reloj del emperador puesto fingiendo un gesto casual, la forma en que esta maqueta te devuelve a ti, el ente que se pasea en este escenario, una cuota de irrealidad.
Roth tiene la habilidad que tienen los buenos escritores, halla una historia, donde otros verían un calendario viejo, y le da calidad de obra fundante de una mirada sexual de su generación, a la vez que nos obliga a mirar el modo en que fue tomando curso el trabajo de la publicidad y de un modo hermoso, se encarga de reflexionar sobre el modo en que cambia el ojo con la adultez, aquí un fragmento: «Después de las mujeres pálidas sólo quedaron nombres de empresa. Pareciera que la imaginación de los fabricantes se fue agotando paulatinamente o ganaron la experiencia de que la publicidad era más efectiva si no había distracción en forma de imágenes. Pero tal vez esos calendarios existieron también más tarde, solo que yo no los vi, porque había crecido tanto que superaba en altura los clavos en los que colgaban. Porque crecemos por sobre nuestros viejos anhelos y alegrías, hacía otros, que penden tan alto que nunca los alcanzamos».
Pero también tiene ojo político, cómo no, su oficio lo obliga a mirar a través de lo inmediato. En el texto «La frontera rusa» nos muestra a través de la experta atención del aduanero el celo de los rusos frente a los comerciantes que vienen a buscar dinero: «son los representantes del capital: comerciantes y expertos. Llegan a Rusia llamados por el Estado, pero son enemigos del proletariado».
La llegada de los nazis termina por cercar a Roth, su mujer, que sufría esquizofrenia, es asesinada por las leyes eugenésicas que eliminaban a los enfermos mentales y él muere de un infarto e inmerso en el delirimum tremens del alcohol, pero acá está su mirada, traspasando el tiempo.