kif-kif

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Gran negro

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Una plaquette, como un libro, es un objeto material, con condiciones que la sujetan y la liberan, hecha de partes que cumplen una función específica, algunas múltiples, como todas las cosas de la naturaleza y que a medida que nos movemos por los planos, o partes, empiezan a ser menos claras, al menos para una comprensión lógica, operativa, etc.

kif-kif es una plaquette de collage analógicos y textos (álbum, sentenciaría el Fondo del Libro) cuyo autor más presente, Nicolás Sagredo, es firma reconocible en el mundo editorial chileno, su sello completa la identidad de editoriales como Alquimia o Cuadro de Tiza y es pieza fundamental en Gran negro, editorial que firma esta obra.

Las referencias ubicables con respecto al título desembocan siempre en la idea de agrupación, kif-kif significa «entre iguales» en árabe y es también el nombre de una ONG que contiene migrantes en Madrid de la comunidad lGTBIQ.

Sobre este problema, el de las formas de comunidad (desde dos personas, hasta países o regiones) avanza la escritura imperativa, con forma de tratado oriental de la plaquette.

Hace ruido el tono elegido para completar una obra que, por las características difíciles de aprehender de la imagen, por las formas que abren las posibilidades del entendimiento reconocibles en ese sello de Sagredo, le da como ensayo visual, es liberadora e incluso conmovedora. Una y otra vez se repite el concepto de apego sin ponerlo en duda, sin enrarecerlo, sin descontextualizarlo, apenas atacándolo.

Si de un cuerpo animal se tratara, podría decirse que kif-kif es un ave ágil, veloz, que dibuja contornos hermosos sobre el aire, pero con patas pesadas que desentonan con esas hermosas formas aéreas y le impiden aterrizar a descansar en la tierra (que en general tiene que ver con el lenguaje pensado en términos comunicativos, con las palabras).

Sin embargo, cada vez que veo un Sagredo (una tapa de Alquimia o de Cuadro de Tiza) pienso en Deleuze y su ataque a esa estupidez increíble de la página en blanco. No hay página en blanco, asegura el filósofo: la página ya está llena de palabras leídas u oídas, de historias, cientos de historias. Cambiemos palabras por imágenes y tal vez el collage, más que la ilustración, es el que mejor revela el régimen visual al que pertenecemos: las tijeras y el pegamento son las herramientas contemporáneas por excelencia para producir algo realmente nuevo. Lo demuestra el mashup o sampleo de la música o el concepto de montaje benjaminiano que tanta escritura dio a las disciplinas del pensamiento contemporáneo. Contemporáneo en el sentido que le dan los teóricos del arte, develar el proceso de pensamiento del autor, o como le gusta decir a Carl Eisntein «toda forma precisa es un asesinato de otras versiones». El collage, en el mejor de los casos, es esa forma precisa que no limpia la escena del crimen, sino que la incluye y la supera.

kif-kif es, en ese sentido, una posibilidad para el lector de textos de expandir su cerebro y sensibilidad hacia otro tipo de escritura poética, una que está hecha del combate armónico de imágenes forzadas a salirse del contexto operativo para el cual fueron concebidas y a fuerza de montaje y repetición inteligente, generar esa inusitada diferencia.

 

Publicado en el número de agosto del 2018

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