Cristián Gómez O.
Cuarto Propio
362 páginas
Toda aproximación a un objeto es compleja porque requiere del aproximante una serie de decisiones referidas a lo aproximado destinadas a cumplir el para qué de esta aproximación. En el caso de una lectura literaria, las decisiones tienen que ver con el género de la obra, ya que esta serie de convenciones formales que lo componen, le permiten al lector contrastar sus impresiones sensibles con otras anteriores a él, lo que esa rama del pensamiento contemporáneo llamada realismo especulativo denomina intersubjetividad y que, sin contraponerse, tensiona la objetividad que ostentaban las ciencias hasta hace no más de 20 años.
Sin embargo, esas convenciones son apenas la base de un diálogo siempre contingente y por ende en tensión, por eso las fronteras genéricas desde hace mucho, pero sobre todo en los últimos años de internet/déficit habitacional/migración, son el lugar por excelencia donde residen innumerables autores.
Hacia el interior de un género también hay zonas fronterizas y en un género como el ensayo, sobre todo el que tiene por objeto la literatura, que es un hacia adentro por excelencia [escritura que piensa sobre escribir], la frontera en la que se mueve linda con un territorio plagado de clichés a favor y en contra, que nació amurallado y que, a pesar de los intentos milenarios que registra por derribar esos muros, no ha logrado hacer algún que otro boquete para intercambiar oxígeno; ese territorio es la Academia y la frontera la separa del resto de la producción de conocimiento. Es en esa cuerda floja que pareciera dividir placer de rigurosidad, donde se mueve La poesía al poder, de Cristián Gómez O.
La tesis del libro es la siguiente: durante los años sesenta Casa de las Américas fue uno de los, sino el centro gravitatorio de la poesía latinoamericana; este centro operaba como filtro de lo que se exportaría
o se pondría en relación con Europa y Estados Unidos. Pero el paso del tiempo, y sobre todo los cambios en las condiciones materiales y políticas de estos tres polos, desperdigaron esa concentración, esa curaduría. Los estudios hispánicos, vía decolonización, fueron superados por los estudios transatlánticos en efectividad y solidez. Dentro de esta área de investigación y concentrándose en la producción poética latinoamericana, aunque sobre todo chilena, Cristián Gómez reúne una serie de ensayos, ponencias y artículos en los que aborda temas en apariencia disimiles, como traducción, censura, derechos humanos, formatos, política, pero que al interior del libro logran una relación sólida y homogénea.
Volviendo a ese hacia adentro del género, el libro aborda temas relevantes para el pensamiento crítico latinoamericano, sin embargo inserto un pero. Hay un inconfundible estilo académico que propongo ubicar en la utilización del «para tal autor…», además de dejar muchas veces en claro que los hipotéticos lectores de estos trabajos están bastante más al norte que Santiago de Chile.
«Para tal autor…»: el ensayo literario es un género con fronteras más bien laxas, que carece de definiciones tajantes. El académico no, este casi siempre se desdobla, al mejor estilo del juicio norteamericano, entre un jurado (los colegas), el juez (quienes aprobarán y puntuarán esos textos) y el público (los alumnos del ensayista). Entonces tiene formas de proceder para satisfacer las exigencias de esos tres actores. Debe traer a colación autores que abordaron el mismo tema para decir en qué están equivocados o bien para que, sintéticamente, otorguen solidez al punto que se está tratando de demostrar. Así, el lector atraviesa párrafos enteros de autores que luego son negados o validados dependiendo de lo que vengan a aportar. Mario Verdugo en Apología de la droga tiene algunos poemas que satirizan estas formas, de memoria cito uno para ejemplificar: «Como decía huidobro la vida se parece a un pasamontañas / Como decía parra la vida se parece a un pasamontañas. / Como decía neruda la vida se parece a un pasamontañas. / La vida se parece a un pasamontañas, a decir de mistral».
En el ensayo literario, el poema terminaría en la afirmación de Huidobro, autor que dicho sea de paso, protagoniza un ensayo excelente en La poesía al poder, donde se lo analiza desde la perspectiva de la traducción de Altazor que realiza Eliot Weinberger y donde se barajan ideas interesantes sobre las decisiones e implicancias conceptuales y políticas que tienen la traducción de una obra de esa radicalidad. Gómez cita la idea de José Quiroga de que esa traducción «es la evidencia de una aporía: esta consistiría en que el texto latinoamericano siempre es resultado de una traducción previa, esto es, antes de ser traducido a una lengua X (ruso, chino, inglés o croata, la que sea), cualquier texto latinoamericano es de antemano una traducción desde la plenitud de la oralidad, el texto latinoamericano no es otra cosa que una nostalgia por esa totalidad inalcanzable, minando, de paso, la noción misma de original». Lo hace para luego agregar [afortunadamente] que «este apego a una totalidad perdida e inalcanzable me parece sospechosamente paternalista, en la medida en que suponerle un origen común (a prima scene) a poéticas que no por latinoamericanas provienen necesariamente de una raíz que niegue su heterogeneidad».
Acá, en este libro, el poema llega siempre hasta lo que dice Mistral, lo que en algunos casos se justifica, como en el que acabo de utilizar de ejemplo, pero que en otros su inclusión acusa la presencia de esos actores (juez—jurado—público), lo cual me lleva al segundo pero, el de los hipotéticos lectores:
Olivares es profesor en la Case Western Reserve University de Cleveland, Ohio, radicado en EEUU. Se entiende su insistencia por la decolonización de los estudios literarios, rasgo que, como se menciona arriba, atraviesa el libro a partir de ensayos sobre, por ejemplo, poesía y migración, momentos en los cuales esa «perfección velada y definitiva de la filosofía» de la cual Lukacs aconseja alejar al ensayo y que la academia y sus exigencias se ha encargado de volver condición, deja aparecer cierta subjetividad y riesgo especulativo a los juicios del autor que el lector (de un libro de ensayos y que no pertenece a la academia), agradece. Sin embargo, en ese marcar la cancha situado desde donde habla (geográficamente) Gómez, es decir, en esa intervención del latinoamericano que discute sobre las perspectivas de los departamentos de español de universidades gringas, el lector sudamericano queda descolgado en explicaciones extensas sobre procesos históricos, biografías de autores muy conocidos, o incluso personajes que le sobran (Gómez, por ejemplo, tiene que explicar quién es Condorito).
Per se, estas dimensiones no son negativas, sin embargo, según las tesis situadas que el mismo autor posibilita en sus ensayos más logrados y que van de la mano con otros grandes ensayistas/traductores como Marcelo Cohen, se puede mencionar el riesgo de que «planchar» las especificidades de la lengua en función de una legibilidad extranjera es la estrategia de las grandes casas editoriales y atentan contra esa naturaleza insolente que tiene la literatura latinoamericana. Mi punto: La poesía al poder es un libro fronterizo, para bien y para mal.
Publicado en el número de mayo del 2019