La próxima novela

Felipe Becerra

Alquimia

96 páginas

Apoyándose en rasgos de la escritura manuscrita tales como su carácter de registro, su condición provisoria o su funcionamiento por acumulación al no poder ser alterada o borrada, La próxima novela de Felipe Becerra presenta al acto de escribir bajo el estado de un permanente todavía no. Intervalo indefinido de suspensión que se propone trabajar con un texto que permanece a la espera de la emergencia de otra escritura, pero que, no obstante, en esa demora, en esa renovación constante de una promesa diferida que torna difuso el horizonte de la publicación, ve aparecer el surgimiento de una escritura que se autonomiza de la proyectada. «Me interesa más bien pensar—reconoce el scriptor en las primeras páginas— cómo la escritura de un mundo ficticio, al expandirse tanto en el tiempo, genera un espacio de reflexión (¿en su interior, yuxtapuesto a él?) donde lo que importa ya no es la ficción, ni siquiera la reflexión sobre la ficción, sino un pensamiento desde y sobre la escritura misma cuyo único propósito es la dilación de un propósito que lo interrumpa».

En un texto fundamental sobre, precisamente, el arte de ensayar, cuyo título es El ensayo de interrupción, Juan Bautista Ritvo pensó a este concepto como el reverso del ritmo, siendo un rasgo clave de este último el hecho de ser momentáneo. Así, la interrupción tiene la capacidad de cuestionar los fundamentos y valores de aquello que otorgó estabilidad al instante sostenido. En esta línea La próxima novela, en su interrupción, centrada particularmente en pensar la materia y el tiempo de la escritura, abre un espacio de reflexión (¿interno, yuxtapuesto?) en torno a los ritmos de la producción literaria, abogando por una defensa del valor de la demora dentro de la misma, así como una interrogación por el género novela, ubicando en su reverso a la práctica dilatoria de llevar cuadernos.

Con respecto a este último punto es que el scriptor señala que «Hacer aparecer la letra manuscrita en un libro impreso genera hoy el efecto de un acceso a la intimidad, a la privacidad. También genera la siguiente paradoja: la escritura a mano invoca un futuro que la completará, que la definirá, pero al aparecer impresa en un libro asume para sí una definición que no le es propia. Ocurre algo así como una fijación antes de tiempo, prematura».

De allí entonces su elección de presentar La próxima novela como cuaderno y no como diario, debido a que se postula que «la anotación propia del cuaderno, a diferencia del diario, es más la marca sostenida de una dilación que de un registro». Aunque más que asemejarse a Cuadernos de notas como los publicados por Henry James o Anton Chéjov, o a los Cuadernos de Juan José Sebreli, o los Cuadernos de escritura de Carlos Pujol, La próxima novela, en su elección de un punto de vista desplazado desde el objeto novela hacia los materiales con los que ese objeto cobra forma, guarda más cercanía con Anotaciones en cuaderno negro de Salvador Garmendia, ciertos momentos de Continuación de ideas diversas de César Aira, el volumen V de los Cuadernos de lengua y literatura de Mario Ortiz, con algunas operaciones intentadas por Roland Barthes en La preparación de la novela o en la Vita Nova o, sobre todo, Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec.

Escritura, entonces, que posterga interrumpiendo o interrumpe postergando. ¿Cuáles serían algunas de sus operaciones para lograr este propósito? Por ejemplo, invertir; los cuadernos pasan de ser un discurso heterónomo auxiliar para convertirse en discurso autónomo mediante una práctica cotidiana del aplazamiento que acaba asumiéndose como postergación creativa: «son más bien mi novela y mi propia vida las que anotan el avance de mi cuaderno, de mis cuadernos». También, dilatar; ¿qué? pues el continuo desplazamiento de la promesa de publicar: «Una escritura que avanza atrasando la llegada de una instancia que la atrape —«esa escritura no cabe en un libro, ni tampoco en el diario: su medio es el cuaderno». Otra: disolver; la categoría de autor se diluye en la de scriptor, se diluye el reconocimiento de los cuadernos en tanto género, concibiéndose más bien como un umbral, se diluye la escritura en tanto sistema fonético para percibirse como trazo, como dibujo. Y en este sentido también podríamos señalar que la escritura manuscrita se diluye en el trabajo de edición y diagramación y que, para oponerle cierta resistencia a esto, el libro incluye imágenes de los cuadernos llevados por el autor. Por último, disociar; se produce un diferimiento de la escritura con respecto a los procesos de edición y publicación: «la escritura como práctica privada y cotidiana no está sometida de manera teleológica a una instancia ulterior —una novela, un libro a publicar— que advendría para darle sentido, sino que, por el contrario, esta discurre como una permanente postergación de ese sentido, de esa clausura».

La obra Juan Luis Martínez, Juan Emar y su Umbral o Macedonio Fernández y su Museo de la Novela de la Eterna son algunos de los referentes de escritura postergada que aparecen en La próxima novela. Con respecto a Macedonio, en su deslumbrante libro sobre este autor (El filósofo cesante. Gracia y desdicha en Macedonio Fernández), el ensayista Horacio González recuerda que el escritor y humorista argentino denominaba teoría «no tanto a los conjuntos explicativos sino a porciones narrativas recortadas de un flujo mayor cuya función es la de declarar desconocido lo conocido». Los fragmentos aglutinados en el texto de Becerra podrían ser pensados en este sentido, en gran parte porque como reconoce el mismo González, la teoría sería entendida, de este modo, como «una desfamiliarización: juega con el sentido común, lo destituye y lo vuelve a constituir. En el camino, el objeto mentado —novela, política, dolor, salud, todos los temas teorizados por Macedonio ha quedado convertido en un objeto caído». Aunque en el caso de Becerra se trataría más bien de un objeto suspendido: la escritura y publicación de su segunda novela, luego de la notoria repercusión de la primera. La reflexión de Horacio González también nos permitiría pensar, esta vez en contraste, otro aspecto de La próxima novela. Para el ensayista «lo que hace más revulsivo a Macedonio es que el ser ininterrumpido que postula, está sometido a una idea trágica de la escritura. Si por un lado el ser es pleno presente, la escritura es lo que siempre está condenado a escribir la idea de su propia interrupción». En Becerra no hay una idea trágica de la escritura, tampoco tendría por qué haberla, pero sí, llama la atención que esa interrupción de la temporalidad y esa atención a los materiales de la escritura en la que en buena cuenta se sostienen los cuadernos que dan forma a La próxima novela, no presenten vínculos con la precarización material que aquella interrupción del tiempo productivo (el ritmo del capital) debería provocar, siendo atravesada más bien esta escritura aplazada en su promesa por un estado de comodidad.

 

Publicado en el número de abril del 2019

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