Literatura y estallido: textos para releer

Escritores de distintos géneros y generaciones reflexionan sobre el estado de la literatura chilena y los antecedentes en ella para la revuelta de octubre. El siguiente artículo puede ser un posible mapa referencial de relecturas.

La literatura lleva consigo una paradoja: se hace en silencio y de forma solitaria pero muchas veces motivada por el exterior. Enumero algunos casos notables: Gonzalo Millán torciendo su poesía para entregar La ciudad, la poesía situada de Enrique Lihn, el giro a la no ficción de Rodolfo Walsh, quien decide abandonar el arte burguesa de la novela para entregar hasta su vida.

Estos ejemplos, que nos parecían ideales por su lejanía, toman vigencia hoy que nuestro exterior quedó desplazado, en una zona de intemperie. Mientras algunos hablan de autogolpe otros están esperanzados. La literatura, en tanto, se presenta siempre atrás de la actualidad pero lucha muchas veces por atraparla, generando memoria, una estampa —informal para la historia— que permitirá para siempre ser leída. Hablamos con escritores que han dejado la suya, que tienen asidero en su realidad y memoria, para reflexionar en este complejo escenario.

Bruno Vidal: la literatura valle callampa

La máscara más intensa de la literatura chilena es la de este poeta, dispuesto a bañarse en la sangre de los caídos de la dictadura para sacar libros inolvidables, como los autoeditados de forma no comercial: Arte Marcial (1991) y Libro de guardia (2004). La primera reacción a su lectura es la náusea, similar a la que provoca Tejas Verdes¸ libro denuncia de la tortura de Hernán Valdés. Pero del otro lado. Para entender la mente militar de jóvenes que han tomado este destino su obra es la única posible pista en nuestra literatura.

¿Cómo ha visto desde la literatura los acontecimientos actuales?

La primera aproximación que tengo con la vida es con la literatura. La literatura está desbordada con todo lo que estamos viviendo ahora, la literatura quedó a tras mano, se puede decir la literatura actual vale callampa a la luz de los acontecimientos, la literatura está dando la hora; la realidad empezó a enmendarle la plana a la literatura. Esto es puro desorden mental, vacío de poder, desgobierno. Esto no es un movimiento social de corte clásico. La gente adscrita al proletariado ante todo anhela quiere mejor trato en al pega, en el laburo, en la trascendencia de lo cotidiano; ahora todo los jetones dedicados a la literatura se quieren poner al día y se ponen a estrilar leseras en la pura pacotilla de los cabildos y quieren ganar el quién vive en el zafarrancho desnaturalizado de una asamblea constituyente. La literatura de la Concertación y de la Nueva Mayoría se sube al carro de la victoria con total desparpajo creyendo que estamos ad portas del asalto al cielo, las puras huinchas, otra vez metiéndole el dedo a un proletariado esmirriado y analfabeto. A la luz de los acontecimientos actuales lo que podría llamarse la literatura chilena de cualquier género debiera destaparse los sesos y despacharse en la penitencia flagelante con la cola entre las piernas. Pero eso es pedir mucho en la república de los iletrados.

¿Qué ha visto en la calle?

He salido a la calle y veo el Matapacos. ¿Qué es el Matapacos? Es un padre, quieren matar al padre pero tienen metido al padre en el hoyo. Citando al jetón-otro, hay que desordenar los sentidos, no destruirlos [Rimbaud]. Yo no voy a perder mi ojito de gato porque tengo visión, la visión es uno de los sentidos. ¿Qué es eso de los saqueos? La poesía es El derecho de vivir en paz, saqueado por unos hijos de puta sin una pizca de moral intachable y con exigua poesía en sus alforjas de caca. La María Olivia Mönckeberg escribió de los saqueos en términos serios; pero, estos bastardos sin dios ni ley se cagaron al suplementero de la esquina, al pobre bolichero, a la peluquera González le hicieron mierda el local, han destruido casas patrimoniales, mucha gallada popular ha perdido el laburo por culpa de un montón de jetones buenos para nada y qué no le han ganado a nadie. El Matapacos jamás mordió ni le mostró los dientes a los compañeros de clase. Tanta penita me da: «Estamos con la causa no perjudiquen mi fuente de trabajo». ¿Qué he visto en la calle? Hordas de delincuentes estorbando la verdadera rebelión popular, desacreditando la genuina desobediencia civil. Y todos esos jetones no han sabido disfrutar todas las libertades que se le han ofrecido a manos llenas y no saben lo que hacen, canallas han mancillando la memoria de los compañeros detenidos desaparecidos y para mayor recacha legiones de ex izquierdistas frustrados y vengativos les avivan la cueca y aconsejan: «¡Quemen   Todo!». El Matapacos se revuelve en la tumba: «Estos culiaos no entendieron que yo era un animal político y no un chiripazo de la histeria colectiva». «Y qué manera de quejarse por un par de perdigones incrustados en las nalgas nº1 y nº 2. Y si estos cabritos cabrones supieran de los globos oculares deprendidos con corvos atacameños en el Estado de Sitio, no tirarían piedras a las casa particulares ni incendiarían la Veracruz». El Matapacos es muy lúcido y caballero y pensativo… ama el subway. Y el Matapacos no EVADE la realidad se baña dos veces en el río Mapocho sacándose los piojos con espíritu deportivo. El Matapacos se ha exaltado en la seguidilla de las tendencias sectarias: ALL RIGHT.

¿Cree que la literatura chilena ha dado cuenta de la fisura social?

En términos históricos por supuesto que sí, la literatura chilena está llena de todo esto. El obsceno pájaro de la noche  de José Donoso sobrevuela todo Chile. Acá están Los angurrientos `de Juan Godoy, pilar de la literatura social, el cuento La señora de Federico Gana, Patas de Perro de Droguett, La sangre y la esperanza del Nicomedes Guzmán, para qué te digo el paco Rivano, Méndez Carrasco, Lucho Cornejo, el Lihn también puso los dedos en la llaga y el finado Couve para qué decir. Esa literatura lo ha dicho todo. Recordemos la portada de La nueva novela de Juan Luis Martínez, es una casa en el precipicio; hay que construir una casa bien constituida, bien hecha, de sólidos materiales que impidan la catástrofe. La poesía es para hacer llevadera la vida, no para tirar la cuerda en el escándalo y en la desdicha, toda esta mierda de estallido social no tiene literatura. Soy uno de los pocos iluminados que puede cachar la mala onda de todos estos vandalismos. Esto no es Luis Emilio Recabarren, esto no es Clotario Blest. Esto no es Violeta Parra. Esto no es un proletariado consciente de sí mismo y con plena conciencia de clase. Todos estos cabros dejando la zorra en las calles y en las arterias son unos mal criados aprovechándose de una clase dirigente pusilánime, trivial, cagada de susto y a su vez frivolizada con la platita constante y sonante, y sobretodo incapaz de ponerse los pantalones.

¿Con todo esto se ha revitalizado su literatura?

Claro que sí, en forma formidable, soy pura luz en la manu militare de la patria. Mi literatura está plenamente vigente, lo que he escrito condice con la realidad. Cuando en el primer semestre de este año en el norte grande se cagaron al pelao maricón, le dijeron te vamos a cagar maricón culiao, parecía que estaban hueviando, y él se dijo me han hueviado hasta la tusa, me tienen hasta la coronilla, así que se pitió a dos suboficiales con el fusil de asalto y nada menos que en la caseta de guardia. Después, se produjo en el toque de queda de octubre 2019, el caso de David Veloso Codocedo: el conscripto crazy bota el fusil y sale con tremendo pastelito. «No soy capaz de reprimir a mi pueblo» y la cantidad de jetones solidarizándose en la red social y resulta que a ese milico raso lo trataron súper bien, poco menos que la oficialidad quería suplicarle de rodillas una cantidad de idioteces. «Oye Veloso no digas que no te respetamos los derechos humanos». En estos dos episodios la voz de mando se fue a la cresta de la loma. En el toque de queda fullero los milicos no tiraron a matar. Hasta bailaron cueca con la gallada y jugaron a la pelota con el gentío y yo pinché con una teniente de la Guarnición del Gran Santiago: «Perrito paisa el domingo estoy de franco tomemos once en el Ritz, a la falopa no le hago».

¿Ha podido escribir estos días?

A todo cachete y por una razón muy simple siempre he escrito poemas de circunstancias Y EN TODA CIRCUSTANCIA. Parafraseando al peo esa letra estúpida de Barthes; estamos en el Grado Cero de la Mierda. Y yo ya declaré hace rato: LA SOLUCIÓN ES MILITAR.

Alejandra Costamagna: la hora del registro

Una de las principales escritoras chilenas ha vivido intensamente estos días. En las posibilidades de seguimiento de redes sociales la vemos en asambleas y reflexionando acerca de la actualidad. La relación con la memoria parte desde su primer libro, En voz baja (LOM, 1996) y continúa hasta el último, El sistema del tacto (Anagrama, 2018). Hernán Ronsino en La Nación argentina le reconoce a esta última novela «es el despliegue de una memoria que vibra: el viaje irá sucediendo, en paralelo, sobre un camino trazado, originalmente, en el pasado o, mejor dicho, sobre una huella; un pasado que se desgrana, como una fruta, con toda su intensidad».

Has participado en encuentros de escritores en estos días. ¿Por qué decides hacerlo?

Porque pensar en colectivo tiene mucho significado hoy. Creo que éste es un tiempo de emergencia: es la hora del registro más que de la autoría. El norte de las asambleas de escritoras y escritores de estos días ha sido la búsqueda de un apoyo concreto, desde la literatura, a la movilización social. Es decir, no tiene que ver con discutir demandas gremiales sino con aportar a la revuelta y frenar la impunidad. Capturar la memoria viva, dar voz, hacer visibles los abusos, escuchar testimonios, encauzar, extrapolar, construir sentidos posibles en relación con el pasado y con las formas en que se ha escrito ese pasado. Son muchas posibilidades de aportar. Pienso que cualquier acción que podamos ejecutar hoy va a ser más eficaz y tendrá más peso si es colectiva.

 

¿Cómo puede colaborar la literatura a la memoria histórica?

Creo que hay un relato coral en la calle, en los muros, en las pintadas, en las consignas, en las pancartas: yo diría que esa es la materia prima de la memoria histórica que se está escribiendo ahora mismo. Como sea, la literatura nunca está ajena a su contexto. No digo que eso se manifieste de manera explícita, pero incluso aquella literatura que se quiere neutra siempre va a estar dando señales de una época. No es necesario que aparezca literalmente lo que ocurre, a veces basta con una atmósfera, con el dibujo de la aparente nimiedad, con la sintaxis resquebrajada, con una tecla distorsionada, con un registro fuera de sí. Ya veremos cómo se procesa literariamente lo que ocurre hoy, tal vez sea muy temprano para visualizarlo. Por lo pronto, la urgencia está en otra parte: en la distorsión de las cabezas de los pacos y del gobierno, en su fuera de sí, en los cuerpos resquebrajados por la violencia de Estado. Y me temo que no hay posibilidades de metáforas ahí.

 

¿Qué autoras chilenas, para ti, han dado cuenta de la fisura social chilena que hoy explotó?

Son muchas, porque esta fisura estalla hoy pero viene engendrándose desde la dictadura misma. Mencionaría a Diamela Eltit, a Elvira Hernández, a Carmen Berenguer, a Verónica Zondek, a Pía Barros, a Eugenia Prado, a Flavia Radrigán, a Daniela Catrileo, a Nona Fernández, a Gladys González, por quedarme apenitas con un puñado. Y me preguntas por autoras, pero no querría dejar fuera a Pedro Lemebel, que para mí es quien llegó a desordenar el mapa en los 90 y a cuestionar la transición democrática, los géneros (el sexual y el literario) y los acomodos de ese nuevo Chile: los arreglines y el modelo en sus repercusiones más domésticas. Lemebel sacó la voz y puso el cuerpo para dibujar los contornos de un país no sólo homofóbico, sino también clasista y profundamente segregado. Él fue a contracorriente de la época e hizo aparecer lo que entonces no veíamos. Pero la gracia no es sólo la ruptura de contenidos, sino también el quiebre de la sintaxis oficial y la creación de un habla propia que sacude el lenguaje y el paisaje. Hoy uno puede leer sus libros como el retrato fragmentado de un país lleno de grietas, en el que latía desde hace mucho el estallido que vivimos.

 

¿Nos podrías compartir un fragmento que recuerdes del libro o poema que selecciones?

-Va un fragmento de la crónica «La esquina es mi corazón», (Cuarto Propio, 1995). «Pareciera entonces que cada nacimiento en uno de estos bloques, cada pañal ondulante que presupone una nueva vida, estuviera manchado por un trágico devenir. Parecieran inútiles los detergentes y su alba propaganda feliz, inútil el refregado, inútiles los sueños profesionales o universitarios para estos péndex de última fila. Olvidados por los profesores en las corporaciones municipales, que demarcan una educación clasista, de acuerdo a la comuna y al estatus de sus habitantes. Herencia neoliberal o futuro despegue capitalista en la economía de esta ´demosgracia`. Un futuro inalcanzable para estos chicos, un chiste cruel de la candidatura, la traición de la patria libre. Salvándose de la bota para terminar charqueados en la misma carroña, en el mismo estropajo que los vio nacer. Qué horizonte para este estrato juvenil que se jugó sus mejores años. Por cierto irrecuperables, por cierto hacinados en el lumperío crepuscular del modernismo. Distantes a años luz de las mensualidades millonarias que les pagan los ricos a sus retoños en los institutos privados».

¿Crees que esta situación cambiará tu forma de hacer literatura?

No lo sé. Supongo que el estallido provocará algún movimiento de placas, pero soy incapaz de imaginar en qué se traducirá. Hemos experimentado un presente que se parece demasiado a ese pasado que no quisiéramos traer a colación, aunque sabemos y reafirmamos otra vez que el pasado va a estar siempre ahí, lanzando chispas hacia la actualidad como un sacudón. Pienso que el universo desde el que podríamos mirar cualquier cosa que escribamos hoy se dio vuelta. Es un universo que al menos a mí me cuesta verbalizar. Es como estar expuestos a un nuevo lenguaje, donde cambian los códigos y las lecturas de lo representable. Cómo se trabaja con los trocitos de historia en proceso, en construcción. Cómo se trabaja con los vestigios y los restos de un remezón tan inmediato, con la violencia y la vulneración de derechos humanos latiendo en presente. Son preguntas abiertas. Por otra parte, el hecho de que lo colectivo, la calle, los muros, la multitud tengan el protagonismo que han tenido estos días seguramente va a quedar resonando como un eco muy rotundo. No sé cómo repercutirá eso, insisto, pero es difícil que ese ruido no tenga alguna secuela.

 

Has publicado parte de tu obra en grandes editoriales, pero nunca has dejado el vínculo con la edición independiente. ¿Cuáles crees que son las labores y posibilidades a realizarse desde allí?

-Creo que las editoriales independientes o autogestionadas han dado espacio a una gran diversidad de registros y voces, y han visibilizado escrituras que a lo mejor no conoceríamos o llegaríamos mucho más tarde a conocer. Lo que puedan hacer con este registro de la calle es muy potente, porque la conexión con las voces del descontento ya existe. Las independientes (o la mayoría de ellas) viven también la precarización y están ensayando constantemente espacios de disenso, entonces hablan el mismo lenguaje.

Felipe Reyes: cortes de realidad

Dos choros de distintas generaciones y códigos se enfrentan. Algo que en la literatura deudora de lo cinematográfico —la que premió, por ejemplo, el último Mejores Obras Literarias del MINCAP— se acabaría pronto o desataría un sinfín de enfrentamientos, sostiene Corte (Calabaza del Diablo, 2015), abriéndose a una prosa densa que evoca la de Carlos Droguett o Luis Rivano. A esa novela, Reyes agrega Migrante (Ventana abierta, 2014), de sigue el viaje de extranjeros a nuestro país, y la crónica biográfica Nascimento (Ventana abierta, Premio Escritura de la Memoria 2013), donde reconstruye la trayectoria de aquel editor y muchos de sus autores significativos aún para nuestra literatura. Además con la editorial Ventana abierta ha realizado antologías y rescates como los reportajes de Rodolfo Walsh en el Chile de la Unidad Popular. En lo próximo hará lo mismo con las crónicas Roberto Arlt.

¿Crees que en la literatura chilena se podía vislumbrar la fisura social que existe?

Sí, hay ciertos visos que podían mostrar la postergación. Creo que esa postergación o ese grupo, que podíamos escuchar en El baile de los que sobran, esa gran mayoría que estaba no en la marginalidad, porque puede ser gente que tenga formación académica o empleo, no es gente en situación de calle. Somos una gran mayoría que también está fuera de la repartición de la torta, eso yo creo que está en varias obras chilenas, es posible rastrear ese descontento, esa marginación en términos complejos. No tener acceso a vivienda o a educación gratuita, o a salud, es una forma de marginación. Para redondear hay obras que sí dan cuenta, en Corte aparece eso, sujetos sin opciones que las encuentran en el mismo entorno, la del narco o tener un trabajo precario ganando el mínimo que sabemos no alcanza. Quizá no está en la literatura chilena que tiene mayor visibilidad, obviamente sí en la más incómoda, y lo que sirve al mercado es la que tiene mayor visibilidad.

¿Cuál es el rol de la edición independiente para esta literatura?

El rol de la literatura independiente es fundamental, porque ha permitido precisamente darle cabida a esas voces que quizá no encuentran en el mercado tanta aceptación. Ahí hay algo bien interesante, lo que logra mayor visibilidad es lo que Tamara Kamenszain llama las intimidades inofensivas, esa idea del yo, esa literatura doméstica. Me gusta mucho ese término, hacer literatura de lo doméstico en desmedro de lo colectivo, que precisamente es lo que este movimiento ha rescatado, la idea de lo colectivo, la idea del colectivo como sociedad. Es interesante esa lectura, la visibilidad de esas obras termina reproduciendo lo que hoy estamos criticando y hoy estamos en contra de esa individualidad. La literatura independiente ha mostrado discursos más laterales, quizá incómodos, ojalá siga sucediendo, que es importante que existan definitivamente.

¿Has podido escribir en estos días?

La verdad que no, es complicado descolgarme de la información, no estar en la calle, apoyar desde ahí. Siento que en una crisis como ésta, a la gente, al gran número de personas, lo que menos les interesa en este momento son los escritores, y creo que lo que menos importa son los escritores, el ego. Parece que lo que interesa es conversar, la reflexión. Para mí todas las formas de protesta, de lucha, son válidas, cada una encuentra su forma de expresión. En mi opinión creo que el rol está en estar en la calle, en hacer número, en apoyar, porque no sé si desde la especialidad sea posible hacer otra cosa. No somos abogados, no podemos defender a nadie; no somos médicos, no podemos salvar a nadie; no somos cientistas políticos, no podemos informar del proceso constituyente; a excepción de Baradit que es una especie de mentolatum para todo. Está todo tan caliente, que es mejor dar un poco de tiempo para decir algo si es necesario decir algo.

¿Qué te imaginarías tú que estaría haciendo Carlos Droguett de estar acá?

Estaría redactando querellas, como escribiente, como amanuense de la causa, creo que estaría en eso, creo que estaría como secretario, que es lo que hizo en 1974. Las columnas que hemos leído los escritores hablan de ellos y la crisis, no son sobre la crisis.

Claro, el modelo de Gumucio, de la autobiografía con algo.

Es un modelo que explota con la crisis, es la oda al autor como personaje, no al texto, no hay una idea, no hay discusión. No creo en eso. Gumucio es un caso aparte, no se puede esperar nada de él. Es el Federico Willoughby [asesor de Pinochet en dictadura] de Carlos Peña. Más Walsh, menos Gumucio; más Droguett, menos Baradit.

Walsh escribe «las peredes son la imprenta de los pueblos». ¿Te parece que están cumpliendo ese rol en las paredes o crees que faltan en ellas discursos?

Creo que las 2 cosas, es increíble. En los rayados hay mucho humor, ingenio, no solo consigna, hay también otras más dramáticas. Es increíble como la ciudad se ha llenado de estas demandas, el espacio público, no solo gritarlo, sino que tiene que quedar allí. Porque sabemos que esto es transitorio, que se borra, que no hay que poner el grito en el cielo porque se rayen las paredes. De alguna forma son una especie de imprenta de los pueblos, y creo que en un espacio como éste, donde los medios están concentrados, creo que de todas maneras, con mayor razón, quedan solo las paredes y las redes sociales, que también son un espacio de libertad, está bien que así sea.

Se te ocurre alguna obra que quieras decir, que permita ver la fisura social chilena

Por supuesto, Panaderos, de Nicolás Meneses, que muestra la precariedad laboral, el abuso institucionalizado que tiene este país, el abuso legalizado. La ley está hecha para abusar de la gente. Es cosa de ver el Artículo 19 de la Constitución, está todo claro. Indudablemente Los asesinados del Seguro Obrero de Carlos Droguett toma una vigencia terrible, uno repasa ciertas páginas y parece que estuvieran escritas hoy. Cuando uno piensa en el milico joven que se negó a venir de Antofagasta pienso inmediatamente en Purgatorio¸ de Gonzalo Drago, en la preparación sicológica que está la vida militar, cierta disposición. También Ranquil de Leonardo Lomboy cobra más vigencia.

Nicolás Meneses: trabajo duro

Nacido en 1992, en el comienzo de esta postdictadura, Meneses descolló en la narrativa el año pasado al incluir el sujeto trabajador, escaso en las ficciones de los nacidos en los años ochenta en adelante. Panaderos (Hueders, 2018), cristaliza en la narrativa pulsiones que ya se podían seguir en su debut, el anterior poemario Camarote (Balmaceda Arte Joven, 2015) y en sus reseñas literarias. Su entrega más reciente es un libro digital de 3 cuentos: Reencarnación (Jámpster, 2019).

¿Cuál es el rol de la literatura en estas circunstancias?

No diría que es solo uno, sino muchos roles los cumple: educar. Ayudar a entender la situación política nacional. Generar conciencia. Incitar al pensamiento y la acción. Plantear preguntas y respuestas a la crisis. Producir placer. No dejar indiferente.

¿Crees que la literatura chilena se hizo cargo de estas pulsiones de nuestra sociedad que explotaron en estos días?

Siento que el margen de acción de la literatura es tan exiguo, que atribuirle tanta responsabilidad es irrisorio. También, aunque he leído y aprendido mucho con varios/as poetas y narradoras/es, creo que faltan al menos 50 autores que cubran todos esos territorios y visiones velados de este país. Geopolíticamente, los márgenes que tienen mucho que decir, han dicho poco. No obstante, sí hay muchos autores, novelas, cuentos y poemas que han puesto como foco entender la situación político-social de Chile. Pareciera que está desfasada al menos unos diez años. Por ejemplo, todavía no se escribe seriamente de las revoluciones estudiantiles de 2006 y 2011.

¿Cómo crees que la literatura chilena dará cuenta de esto?

Creo que se hará cargo, sobre todo desde la narrativa. Dará testimonio, entregará perspectivas, analizará esto que estamos viviendo. No me imagino qué respuestas entregará la poesía, porque el relato no le importa tanto, sin embargo, sospecho que leeremos libros radicales que irán mapeando un país y un lenguaje invisible hasta ahora.

¿Se te viene a la mente un libro independiente que haya visto lo que ha sucedido?

Se me vienen a la mente dos autores: José Ángel Cuevas y Jaime Pinos. La poesía de los ochenta, Lemebel. Visualizo el poema «El sueño de Kiko Rojas» [en Maquinaria Chile, LOM, 2012] de Pepe Cuevas y el Chile en llamas que Pinos describe en Documental [Alquimia, 2018]. 

¿Cuál es la relación entre el neoliberalismo y la imposición de la prosa sobre la poesía, en el sentido del impacto cultural que alcanzan? 

Alicia Genovese en su libro Leer poesía da una buena respuesta, algo que uno más o menos intuye. Sin ocuparnos de los relatos que cada formato soporta ni la discusión de géneros, la narrativa, generalmente, trabaja sobre una transparencia comunicacional, que permite una asimilación fácil y rápida de discursos, algo muy funcional a una economía de mercado donde el éxito del modelo dependerá de qué tan bien se uniforme y achate la percepción ya no el lector sino del consumidor. La transparencia es fundamental para el mercado, porque construye la masa. Cognitivamente reduce al lector a un mero receptor de relatos, pasándole por encima a su percepción y subjetividad. Abusa del lugar común, que congela las posibilidades del mismo para cambiar la realidad.

¿Cómo se vive el aprendizaje en la poesía?

Descoloca, complejiza, desacondiciona, lleva a zonas de reflexión inesperadas. No se preocupa tanto por explicar lo percibido, sino que lo tensa. Cambiar la forma de ver es más importante que la batalla por el relato, porque si uno percibe de forma compleja, mira a través de estos lenguajes, puede discernir entre los relatos que enfrenta, ya sea que estén en un libro, película o en la vida misma. Y lograr una buena reflexión, incluso conseguir más placer.  

Tú eres profe, además.

Lo he visto montón en mis estudiantes que leen mucho, pero solo best-sellers: no son capaces de inferir, interpretar, evaluar, transformar información, habilidades de lectura de nivel avanzado. Reaccionan emocionalmente como debería reaccionar alguien a un evento determinado. Y venden eso. 

¿Tiene que ver la prensa en eso?

En el mercado literario, en el reseñismo cultural de los diarios que han abandonado la reflexión, lo que más conviene (para tener visitas, para que se interesen en la sección, para justificar gastos) es la narrativa que no se preocupa del lenguaje (pensando como sintaxis, estructura, argumento). Si no se cuestiona ninguno de esos elementos, se está reproduciendo un producto. Es más cómodo hablar de narrativa, porque meterse a explicar poesía implica arriesgarse más intelectualmente, porque no hay fórmulas fijas, no hay guion, ni un bueno o malo. A veces ni siquiera se puede explicar porque se iría contra esos libros. Es una pega difícil. Y sin plata, quién va a hacerla. Ahí otro motivo por qué la narrativa también prepondera. También ahí está el impacto cultural. Nos criamos con cine, con tele: pura narrativa. Si nos vamos al terreno literario, iremos a buscar lo que ya está probado que nos gusta. De la película al libro de la película. Creo que la música tiene este movimiento con la poesía, pero es muy menor en relación. 

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