Foto por Raúl Goycoolea
Cuarto propio es una de las editoriales fundamentales en Chile desde los años ochenta. En esta entrevista, la memoria convoca a autores como Pedro Lemebel y Guadalupe Santa Cruz, también a libros que alguna vez llegaron a kioscos junto a prensas del pasado reciente.
Huellas del siglo
El 2001 apareció una serie de títulos de Cuarto Propio en kioscos, que circulaban con el desaparecido diario La Nación por todo Chile. Desde clásicos como Chéjov, fundamentales latinoamericanos como Roberto Arlt, autoras chilenas como María Geel y debutantes como Nona Fernández.
En ese entonces también era súper difícil, porque había solo una distribuidora. Era un viejo sueño que yo tenía, que buenos libros pudieran llegar a todas partes, al mismo tiempo. Todo el esfuerzo que significó sacar esa colección valió la pena.
Nos pedían hacer muchísimos ejemplares, no siempre llegaban a todos los lugares que tenían que llegar, después nos devolvían muchísimos. Y además tenía muchos patrocinios pero ningún peso de apoyo, era puro amor porque eran los libros que me habían alimentado desde niña y que me habían dado tanto. La consciencia de lo inaccesible para la mayoría de nuestros lectores, de la gente, los jóvenes, siempre fue un dolor punzante. Desde mi experiencia infantil los libros eran el alimento, el momento de gozo, el crecimiento, la imaginación.
Y estaba el ejemplo eterno de Quimantú, que hacía posible cuando volvía del colegio en micro —vivía en el paradero 28 de la Gran Avenida, estudiaba en el Darío Salas, eran grandes trayectos— ver gente leyendo un libro. Cosa que había desaparecido cuando salió la colección Huellas del siglo.
Empecé a buscar primero algún apoyo, porque la idea era sacar un libro al mes y que estuviera al mismo tiempo en todo Chile, de manera que todos tuvieran la misma oportunidad de acceder. Y cuál era el lugar, dado que las librerías eran y siguen siendo escasas y hay muchos lugares donde no hay librerías, el lugar lógico eran los kioscos.
El esfuerzo consistió en seleccionar títulos y conseguir que algunos tremendos escritores, como José Saramago, como Santiago Gamboa. También como Mauricio Electorat o la Nona Fernández, tan diversos, mezclamos en la oferta a la gente, consagrados internacionalmente, los que ya no estaban vivos pero nos seguían haciendo vivir cada día y los jóvenes.
Conseguí que Saramago me cediera los derechos para esa colección, porque ese era el tema, cómo pagas los derechos en una colección que no buscaba ganar dinero. Santiago Gamboa también, o Christa Woolf con Casandra, o Bombal, en fin. Empezamos haciendo un tiraje de diez mil ejemplares, queríamos que costaran no más de dos mil pesos, y la única posibilidad de hacer eso era hacer tirajes altos, lo que permitía que los libros costaran poco.
Nos dimos cuenta que había mucha devolución. Con todo, nos devolvían cuatro mil, cinco mil de diez mil, eso quería decir que había cinco mil personas que accedieron a esos libros. Después fuimos bajando, porque no hay cultura en Chile del libro en kiosco, fue todo un desafío lograr que aceptaran, que los kiosqueros se entusiasmaran, que los repartidores llevaran los libros, se logró parcialmente.
Terminamos imprimiendo cuatro mil ejemplares y de esos siguen dando vueltas. Hicimos diecisiete títulos. Rompían con la oferta monocorde y escasa que estaba, best seller y autoayuda. La diversidad escaseaba y era un problema.
Abrir los ojos a la maravilla que te ofrecen los libros era el objetivo, «democraticemos la lectura» era el eslogan de la campaña.
Catálogo feminista
Los primeros años de los noventa sintetizaban en Cuarto Propio la emergencia de escritura de mujeres. Diamela Eltit, Guadalupe Santa Cruz, Eugenia Brito, Verónica Zondek, Elvira Hernández, entre otras.
Esto se remonta a los orígenes de la editorial, yo jamás me imaginé en la vida que iba a seguir este camino. De hecho, yo estudié economía, mi objetivo en la vida, previo a esto, era el servicio a la comunidad a través de la macroeconomía, del trabajo social.
Estando en el Chile de la dictadura, con quienes sentía una conexión absolutamente clara era con el grupo de artistas, escritores, intelectuales. Gente como Lotty Rosenfeld, Diamela Eltit, Roser Bru, Fernando Ballcells, Gonzalo Díaz, Raúl Zurita, gente con quien yo sentía una profunda conexión por resistir al aplastamiento del que estaba siendo víctima el pensamiento, la palabra.
La forma no solo de protesta, sino de reacción, era proponer una mirada desde el arte, desde la literatura. Y lo más fuerte en ese tiempo era la voz de las mujeres. El catálogo es bastante consistente sobre todo en los primeros años. Esas voces que no apelaban directamente a la contingencia política, no porque no me pareciera importante, era fundamental. Era una reserva de creatividad, de resistencia, de capacidad de proponer, que surge de la creación.
Y así Lupe [Guadalupe Santa Cruz], así Diamela, así Lotty, así Victoria Aguilera, poeta de la población La Victoria o los Cuadernos de la ciudad que sacamos con Lupe, hicimos uno de Valparaíso, ella se encargó de uno de las Torres San Borja. Era la interpelación al corazón de la contingencia y de la política.
Yo no las buscaba, nos olíamos, Chile en ese sentido es lo más circular que hay. Había conocido a Diamela, a Lotty, ellas fueron clave en la articulación de esos espacios. También las feministas maravillosas, Julieta Kirkwood, Olga Grau y Raquel Olea. Pero en torno a la escena de la escritura es que nos conocíamos todos. Era imposible no conocerlas.
Cuarto Propio era la única editorial, nos movíamos en los intereses que convergían en discusión, acción comunitaria, desde este espacio de creación, desde espacios de formación como la Casa de la Mujer La Morada, como el Centro de Humanidades de la Universidad de Chile. Éramos pocos, imposibles perdernos. No había que buscar, llegábamos a encontrarnos.
Pedro Lemebel
El impacto literario de Pedro Lemebel está en sus crónicas. Sus dos primeros títulos en este género fueron publicados por Vera. La esquina es mi corazón. Crónica urbana (1995) y Loco afán. Crónicas de Sidario (1996).
Pedro también fue absolutamente clave en el espacio cultural que fue creando Nelly Richard, otra de las tremendas mujeres que aportaron a la construcción de este espacio de reflexión que te permitía mantener viva la dignidad. Estaba el trabajo de performance y creación de Las yeguas del apocalipsis, de Pedro y Pancho Casas, que también eran parte de este pequeño circuito.
Llegó a la única editorial posible en ese entonces. La mirada del feminismo es inclusiva, no se centra exclusivamente en términos de género, el feminismo es lo diverso, busca esa mirada, busca incluir las voces que van configurando, que van dando riqueza a nuestro espacio cultural vital. Pedro era una voz extraordinariamente poderosa.
Publicamos primero La esquina… sabiendo que la circulación iba a ser, como decía Pedro, «debajo del mesón», en librerías como La Lila, y las tres o cuatro otras librerías que aceptaban tenerlo. Lo querían, lo pedían y lo conocían por el boca a boca, lo tenían bajo el mesón por temor a represalias. Yo estaba tan alucinada con la fuerza de su literatura, de su propuesta.
Trataba de mantener este diálogo cultural abierto con otros países del mundo. Iba a las ferias que siempre fui, Frankfurt, Guadalajara y conocí —de la mano de Luis Sepúlveda, que era un muy buen amigo y que fue quien me abrió la puerta a sus agentes, editores y todo— a quien estaba a cargo de la agencia de Carmen Ballcells en ese entonces, que se llamaba Karina Ponz, y yo voy con mi librito bajo el brazo y hablo con ella.
Nos habíamos hecho bastante amigas, en fin, fue de las pocas veces en que recibió el libro y nunca más me contestó, hasta muchos años después, cuando a Pedro ya lo había tomado Herralde [el editor de Anagrama]. Karina me buscó en una de las ferias y me dijo «Marisol, no sabes de lo que me arrepiento de no haberme atrevido con este libro». Porque era a destiempo, cuando recién salieron voces como las de Pedro eran únicas, y muy asustantes digamos, contra canon. Especialmente hablando desde el espacio que habla Pedro, con esa voz develada. Entonces no estaba preparado el mundo para recibirlo.
Es el camino que ha seguido la editorial, Pedro es el más famoso, pero no es el único, porque claro que cuesta cuando hay voces nuevas, como la voz de Diamela, lo que costó que dejaran de descalificarla desde el canon, que escribía para la élite, decían que era difícil y críptica, y ha marcado a generaciones de escritores. No es que escriban como ella, pero es gente que abre un espacio que no existía, de algo que no se había visto.
Los primeros libros
La editora corrige, de memoria, de vacaciones en Pichilemu, el origen de la editorial, según el catálogo digital de la Biblioteca Nacional.
Es anterior. Lo que pasa es que fuimos ajustando el nombre. El primer libro son dos: uno La estrella de arcadia, de Marisol Moreno del Canto [que según la Biblioteca Nacional es publicado por Arcadia en 1987]; y otro, el cuaderno de Victoria Aguilera, Hacer de la noche día [que está bajo Cuarto Propio, en 1989; se informa en un artículo digitalizado que este corresponde a la segunda edición de los cuadernos Mujer y Límites].
Antes de eso habíamos sacado bajo el nombre de Ediciones gato murr Sobre árboles y madres de Patricio Marchant [1984, según internet]. También sacamos libros de Santiago Elordi.
Llega a llamarse a Cuarto Propio en 1987. Las actividades editoriales parten en 1984, 1985. Estos más de treinta años ha sido una locura tratar de subsistir, buscando las nuevas voces que componen el calidoscopio cultural que importa que se vea. No he tenido tiempo de respirar, era hacer, hacer. La pandemia me hizo parar, catalogar un poco, fotos, documentos.
Hoy trabajo con cuatro personas e informes de lecturas.
Una migrante editando la poesía chilena
Damaris Calderón Campos, poeta cubana, estuvo a cargo de la colección de poesía de Cuarto Propio.
Mira, la verdad es lo siguiente. Damaris llegó sin que la conociera a mi puerta cuando venía llegando de Cuba recién. Yo no tenía idea que era la poeta que era, llegó buscando algún trabajo, diciendo que escribía. La tomé como recepcionista.
Empiezo a ver la calidad de su trabajo, lo impresionante de su mundo intelectual y creativo. En ese momento ella se había metido a estudiar griego en la única parte donde se estudiaba porque su propósito era llegar al corazón de la poesía. Fue un descubrimiento, descubrir que la vida me había llevado a una poeta del calibre y profundidad de Damaris, fue lo que me llevó a que dirigiera la colección de poesía.
Migrantes, somos todos migrantes en esta vida, fue por su calidad, poder contar con una persona de esa capacidad que tuve la suerte que la vida me la trajera a la puerta de Cuarto Propio.
El día que dejemos un poco atrás nuestros prejuicios provincianos, que lamentablemente no son exclusivos de Chile, este país va a cambiar. Espero que llegue ese momento. El prejuicio y el recelo son lacras que impiden bien vivir humanamente. Esperemos que este nuevo ciclo que viene, con situaciones límites, nos permita volver a ser no más feroces, sino más humanos.
Una nueva literatura feminista
La lectura de Vera de las nuevas autoras chilenas.
Hay sobretodo escritoras jóvenes, voces que están apareciendo, siempre hay. Hubo un periodo en que las poetas llevaban el pandero, y en este momento y desde hace un rato han aparecido voces jóvenes que se atreven con el lenguaje, de muy buen nivel.
Siento que en la narrativa está apareciendo esta otredad cultural. Todo está en permanente cambio, Los cambios culturales han sido muy profundos en este tiempo. Salir del espacio ombliguista, esa reflexión en torno a uno y a sus penas y la próxima mirada que permite la conexión de este uno y lo que lo rodea, esto es lo que estoy viendo entre las jóvenes.
Un diagnóstico de la edición independiente
Marisol Vera resulta una voz más que autorizada para una evaluación de la escena.
Encuentro que lo que está pasando es maravilloso, soy miembro fundador de la Asociación de Editores de Chile, que partió hace veinte años con siete editoriales, hoy día somos casi cien. La diversidad de voces, la pasión con que trabajan me tiene absolutamente feliz. Desde el punto de vista de producción la edición independiente está cumpliendo su estatura. Hay de todo, filosofía, infantil, poesía. Es la cara más feliz que tiene este país.
El problema ahora es cómo hacer visibles estos libros, cómo llegan a los lectores que tienen que llegar y eso no se ha resuelto. Están ayudando los medios de difusión digital, la venta virtual, pero hacer que lleguen como Huellas de siglo y que sean accesibles es un gran desafío. No están los medios. En Chile mandar a Arica cuesta lo mismo que el libro, qué decir afuera, es un horror, el castigo por llegar fuera de Santiago.
La desintegración como sistema de las librerías hace súper difícil que les llegue la información necesaria, es una brutalidad. Con esta cero visión de parte del Estado de lo que hay que hacer, ceguera de políticas públicas que hay que seguir intentado romper.
Más la generación de espacios de crítica. Es imposible que los libros se conozcan si no hay voces que los lean y que permitan que el lector tenga acceso a una descripción de lo que hay. No tenemos prácticamente voces críticas, hay dos espacios, dos o tres que aparecen en prensa escrita. Hay que aprovechar este boom de lo virtual para empezar a potenciar la lectura crítica, la vitrina que permite que la gente tenga una elección. ¿Qué elección podrías haber tenido tú si no vendían libros en el kiosco?
Foto por Raúl Goycoolea
-Uno de mis amores especiales está en la obra de Stella Díaz Varín. Cuarto propio publicó Los dones previsibles (1992) y Obra reunida (2011). La primera obra es fundamental para Díaz Varín, poeta machacada por la dictadura y la violencia patriarcal, publicada tras más de tres décadas de silencio, reconocida con los premios Pedro de Oña y Mejores Obras Literarias. El segundo, como su nombre lo dice, es la suma de su legado.
-El trabajo reflexivo de Nelly Richard. Sin considerar los varios libros en que ha actuado como editora, Richard, una de las principales intelectuales de las últimas décadas, es autora en Cuarto Propio de La insubordinación de los signos (1994) y Residuos y metáforas (1998).
-Otro libro que me parece especialmente querido y también culturalmente importante en nuestro país es el libro del CADA (Colectivo Acciones De Arte). Aquí la editora refiere a CADA día: la creación de un arte social (2001), de Roberto Neustadt.
-La Ciudad de Gonzalo Millán, quien también trabajó conmigo, nos hicimos muy amigos cuando volvió y también estuvo un tiempo dirigiendo la colección de poesía de Cuarto Propio.