Escritora (La tercera mano, entrevistas a Adolfo Couve, Alquimia, en coautoría con Catalina Porzio; Aldabas, Edicola, poesía; Maratón, novela, Cuneta; ganadora del concurso anual del MINCAP en ensayo inédito), editora (Mundana) y traductora (Nieve, perro, pie, Edicola, del italiano Claudio Morandini).
«A mí lo que me parece es que en Chile nunca llegó a consolidarse un sistema crítico, porque un sistema crítico requiere de ciertas plataformas».
«[Crítica en Internet] Son estos espacios muy acotados, muy anecdóticos, de compartir la portada del libro, de comentar muy sucintamente que ha llegado tal o cual libros pero eso ha resultado una cuestión de mercado (…) lo que se ha dejado atrás es la función del crítico, la discusión, la polémica».
«Los que hacen crítica de poesía son los propios poetas».
«Los narradores están un poco al debe, tenemos pocos ensayos literarios. En general nuestros escritores no escriben sobre la literatura, sobre el quehacer literario».
«El reseñismo tiene ciertas limitaciones con el acercamiento al texto, que es sintetizado y reducido. Un texto realmente crítico logra poner relación eso que tú estás leyendo con el campo, con otras obras, con tradiciones literarias. Debería decir qué lugar ocupa el texto. Existen textos críticos milagrosamente breves. Más que la extensión del texto es una cuestión de actitud».
«Las entrevistas que vemos publicadas son de divulgación, hay poca contrapregunta».
«Hace unos años atrás hice una intervención muy entusiasmada con lo que podía pasar con las editoriales independientes, me parecía que podían abrir nuevos caminos, que eran proyectos curatoriales muy interesantes, porque era otra mirada que la del mercado. Era muy entusiasta de lo que podía ocurrir en la narrativa. Yo ahora me siento reticente, veo la literatura en que se está escribiendo en Chile con cierta incertidumbre. Hay una primacía de cierto modelo de realismo, que no es el realismo rico estéticamente, el realismo no se puede entender solo como mimetismo, como transparencia de la realidad, sobre todo hay mucho texto anecdótico».
«Hay mucho apuro en publicar. Las figuras autorales de hoy no se están fraguando en la escritura, en el diálogo, en aprender, en leer, muchas se están fraguando en las redes sociales, hasta que son nuevas promesas. Hay mucha pose de lectura, mucha pose de escritura, mucho exhibicionismo entre posiciones que son afines. Hay mucho espectáculo de la literatura, poca literatura».
«Una de las cosas que hice fue simplemente enumerar todos los espacios que había disponible para escribir de libros en los años noventa, había veinticinco: todavía estaba Apsi, todavía estaba Fortín Mapocho, los diarios, en fin, una multiplicidad de espacios que se han ido reduciendo cada vez más».
«Para mí lo que uno pone en la reseña es como la punta del iceberg que tiene que estar sostenida por la inscripción del campo literario, por la relación con otras tradiciones, por situar la obra en un continuo, a veces cuesta mucho manifestarlo, pero para mí eso es central. Aunque fueran los 2500 caracteres que tenía en la Revista El Sábado. Hay que dejar que eso sostenga la reseña aunque no sea tan explícito, aunque no puedas hacerlo tan visible».
«Me acuerdo que Gonzalo Contreras estaba furioso porque le dimos el Premio Municipal a La filial de Matías Celedón, decía que era no era una novela, que era el colmo que premiáramos una cosa hecha con timbres, sin poder valorar todo el trabajo de renovación con la forma, todo lo que había en este libro, una historia completa que se asomaba a través de estos timbres, una obra desgarradora y tremenda».
«En la narrativa mexicana, peruana, argentina, chilena, hay una manera de leer el territorio que me parece interesantísima e iluminadora. Me ha pasado leer obras de autores muy celebrados en Francia, me parece que tienen de todo, elegancia, recursos literarios, pero les falta carne».
«Entonces la lectura de la cual me sentía capaz y me causaba deseo, deja muchas zonas sin comprender, deja el texto sin comprender. Eso pasaba por una escritura donde también me interesa no entenderla, que se sienta algo que no se pueda traducir. Cuando tomé esa actitud se empezaron a abrir preguntas, cadencias, sonidos, tonos, la materialidad de las palabras, la forma de las letras. No interpretar desde la razón, destruir ese dar por hecho de los libros mediante asociaciones libres, levantando la cabeza como dice Barthes, asociando con la vida».
«Y ese tono de distancia de risa, de ironía, de escepticismo, me gustó, me encantó, es lo que más me gusta de la novela que estoy escribiendo, es lo que me hace sentarme a escribir, ¿cómo lo encontré? Fue simplemente siguiendo adelante, este no todavía, no todavía. La idea de ir experimentando, experimentando hasta que encuentras un lugar de donde te es grato escribir, en donde es grato trabajar».
«Pasar siete horas escribiendo y no darse cuenta del tiempo, en realidad se escribe por eso, por esos momentos de ocurrencias, por esas ideas pequeñísimas. Esta idea de la gratuidad, de que no sirve para nada esta pequeñez, es muy linda, y también la idea de la concentración a la que uno llega».
«Hay un momento en que me empiezo a sentir demasiado cómoda, no hay mucho más por descubrir y trato de cerrar allí. Se me ocurre otra idea, en el final de un libro está el comienzo de otro. Lo entrego nunca terminado, hasta el día en que está entrando a imprenta estoy mandando correcciones. Y las correcciones que no alcanzo a mandar, esa sensación que antes me angustiaba, ahora me gusta. A todas las ediciones que he hecho les corrijo cosas, les agrego y les quito cosas. El cierre del libro está muy determinado por el editor que pone fechas».
«Lo que va ocurriendo es que la mente sigue trabajando, la novela sigue trabajando en uno, todo empieza a trabajar para la novela, donde uno ponga la mirada o lo que uno toque. Tengo problemas para dormir en esa época, desde que empecé a publicar más seguido. No creo que sea distinto a la rutina de cualquier persona. No me interesa idealizar el trabajo de un escritor, es una relación de pasión para con lo que uno hace. Lo que sí no puedo es escribir por ratitos, necesito un tiempo de quedarme, de habitar la novela o lo que estoy escribiendo».
«Cuando empecé a escribir estos diarios [en Facebook] sentí una libertad muy grande respecto de esas pautas argumentativas [del ensayo crítico/académico], Podía afirmar cosas, conjeturar cosas incluso de un avance mayor que de los ensayos críticos y no exigirme probarlo».
«Finalmente estaba escribiendo ensayos también en estos diarios, digamos los procedimientos que siempre identifiqué con los ensayos: la mezcla de registros, los saltos argumentativos, la elipsis, la ironía, el subjetivismo, todo eso lo estaba practicando en los diarios».
«El hilo termina en una carta que me mandó Aira, cuando publiqué un libro sobre Puig, donde me dice que le gustó mucho, qué lindo, pero cuando dejo la ortopedia de la crítica y empiezo a escribir literatura».
«Yo no sé si he hallado un tono, el estar en busca y por ahí escucharlo en mi propia escritura es lo que despierta muchas ganas de escribir. Es fundamental, es la relación afectiva con el material».
«Una de las cuestiones decisivas del diario es el hallazgo del tono, el diario corre muchos riesgos, nadie es tan interesante para ir registrándose cada día. Hay que volverlo interesante precisamente por la escritura. Una es el tono de la cotidianidad, de algo que va pasando en el día, que responde a los ritmos de lo cotidiano, que son bastante imperceptibles, muy fáciles de sentir, pero no tan fáciles de aprender reflexivamente. Es las escrituras autobiográficas se impone el carácter cristalizado, en cuanto carácter tiene exceso de consistencia, uno esperaría que en el diario, el tono sea lo que aligere eso, que se vaya armando un personaje, que envuelva un tono de ambigüedad, de inconsistencia, de inestabilidad, que es lo que le da vida al carácter».