Nada significa nada
Carmen Avendaño
Ediciones Moneda
150 páginas
Por Priscilla Cajales
En un momento en donde el exceso es la medida del consumo, la palabra ha entrado en esta dinámica también para devenir en discurso, pareciera que cada vez hay menos espacio para guardar silencio, o para la nada: Nada significa nada aspira al silencio. Se trata del cuarto libro de Carmen Avendaño (1976), quien antes había publicado Más allá de la palabra cielo (2002), Madre sol (2002) y Adiós Rimbaud (2013).
Estamos frente a un libro que trabaja bajo la técnica de brevísimos poemas/ sentencias/ aforismos que obedecen a una organización dada por seis epígrafes que articulan los temas que aquí interesan a la autora: «Entre la brizna de hierba y la estrella el asombro» abre esta serie enmarcando, o mejor aún, abriendo el horizonte de la hablante hacia lo terrenal y lo espiritual, ámbitos que van a desarrollarse a lo largo del texto, junto con una reflexión sobre lo erótico, el trabajo de la escritura y el espacio que ocupa la música en el plano de la poesía.
Nada significa nada, bien podría ser un arte poética en sí misma, el título nos da ya las luces de la clave lúdica que va a cruzar este libro y la sentencia de que aquí todo significa. Al ver cada aforismo flotando en la página acorralado casi por el blanco, la justeza lingüística que cada texto requiere es atendida por Avendaño y el resultado es pulcro «Todo monumento es una lápida», o «Bailar es siempre con. / Una coreografía es un baile con el espacio».
Ese ajuste conlleva un tremendo riesgo, en donde nada significa nada, un desliz es fatal, en esa medida, la autora no tiene miedo en usar, cual equilibrista, el tono humorístico dentro del libro: «¿Por qué Platón expulsó a los poetas de la República?/ Porque no conocía a los cineastas» o «El mundo tiene buen lejos», «Antes pierdes la conciencia que emborrachas la verdad» o «El box: / dos verticales tratando de convertir a la otra en /Horizontal». Así como enunciar un tono filosófico que pocas veces encontramos hoy en el terreno de la poesía: «No inventamos la religión/ para consolarnos de la muerte/ sino del albedrío» o «No es que Dios exista/ porque alguien tuvo que crear el mundo. / Es la idea de un mundo creado/ lo que justifica la existencia de Dios». El ojo preciso, cual flecha que busca llegar sin demora a su destino es la herramienta fundamental de este libro, cada aforismo es precisamente eso porque el «Poeta: escritor que no pierde el tiempo».
Otro elemento que trabaja Carmen Avendaño es la definición, y aunque en el título del libro linda con el humor, en su desarrollo vemos un giño a la resignificación que la hablante decide construir, dejando de lado o jugando con la idea de una nueva enciclopedia: «El poeta es el contador / de las pérdidas: cifra al mundo/en sus transformaciones”, o en «El progreso es la moneda falsa/ del tiempo que es toda moneda/ y todo medio de cambio».
Rápidamente podemos leer la clave Parriana dentro de Nada significa nada, lo coloquial cruzado con el marco religioso, transcendental, la palabra en este libro actúa como síntesis de su época «Cuando despertó / el Estado todavía estaba ahí” o en donde «El sueño de la nación produce monstruos».
Carmen Avendaño ya había publicado Nada significa nada en Libros del perro negro el 2017, y ahora en la editorial Ediciones Moneda trabaja en un doble rol, escritora y editora, otro riesgo que aunque común hoy por hoy gracias a la edición independiente, no deja de ser peligroso. Sale bien del paso, este presente libro nos habla inteligentemente sobre como el ruido de la modernidad debe ser acorralado con la precisión de las palabras, no con su acumulación.