Motivos, escenas y gorriones. Segunda entrega
Romero Mora-Caimanque
Tortuga-Samurái Ediciones
100 páginas
Romero Mora-Caimanque (San Miguel, 1993) es un joven antropólogo y poeta radicado en Temuco hace poco más de una década, ahí motivado por el impulso de publicar a su generación asume la dirección de la microeditorial Tortuga- Samurái, incipiente proyecto que se caracteriza por sacar a la luz a autores jóvenes no editados y donde él mismo publicará su tercer trabajo: Motivos, escenas y gorriones. Segunda entrega (Tortuga-Samurái, 2021).
En esta segunda entrega se desarrollan con mayor tesón y persistencia las temáticas ya abordadas en la entrega anterior, así, lo familiar, el territorio, lo religioso y la escritura misma volverán a aparecer bajo la voz de un particular hablante que, de entrada, recibe al lector con un tono aleccionador que a ratos recuerda un sermón de iglesia en el que un predicador –dígase hablante para el caso– intenta conducirnos irremediablemente desde la culpa y el miedo hacia el perdón: «Hablan de la población/ y la población sigue hundiéndose en violencia,/ en alcoholismo y drogas duras,/ que la siguen matando, se sigue matando./ Las bocas tienen sangre y víboras. Perdónennos», escribe Mora-Caimanque en «Motivos 2», introduciendo un ánimo que se mantendrá a lo largo de la lectura.
Para continuar el sermón, la voz poética suma a lo anterior la actitud imperiosa de comunicar cada uno de sus pasos, sin escatimar en palabras en este tránsito, pues al parecer la elipsis es la gran ausente en el estilo escritural actual del autor, situación que podemos atestiguar al leer largos poemas descriptivos que evitan tensionar el lenguaje –e incluso las ideas– como en los siguientes versos: «Estoy cansado y lo que estoy escribiendo lo pierdo/ y lo que hago lo hago a la mitad,/ estoy haciendo algo y no sé en qué iba./ Quedan objetos al paso: en la impresora/ la hoja 1 entre la 5 y 6.» Un tipo de texto que se reiterará a lo largo del poemario y que por sus características se habría ajustado mejor a un formato en prosa, no siendo completamente necesario eliminarlo, pero sí considerar al menos un cambio de registro.
No todo en la liturgia es homilía, entre poema y poema se vuelve evidente cómo el autor posa sobre la realidad que lo circunda una mirada poética que se traduce en un permanente estado de añoranza del pasado familiar, misma sensibilidad que demuestra al recorrer los territorios; no obstante, en esa contemplación es preciso comprender que no todo arrojo puede ser encapsulado en un poema, que «lo barroco cuando no da vida mata», pues la poesía no es una experiencia de transferencia directa, lo poético fluye fuera de las palabras, es un deshacerse en ellas, y en la desesperación de ese fuego Mora-Caimanque logra encontrar la ruta aceptando los baches de su camino y lo hace al hablar de la poesía misma: «me arde la guata cuando me leo,/ cuando me vivo,/ cuando me escribo, cuando hablo,/ cuando escribo,/ porque me arde la guata cuando leo, cuando vivo/ porque el lenguaje siempre me será un poco reacio».
Es así, el lenguaje siempre nos será esquivo y contorsionamos el alma por unos mendrugos versos, esperando, tal como dice Romero, no cansarnos «de estar y decir».
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