Los Díaz del Carmen
Rubén, Sergio, Hugo y Herman Díaz Tapia
Ediciones Moneda
409 páginas
El 5 de septiembre no sólo despertamos con una derrota, sino con una pérdida. En la marcha final del Apruebo desapareció Herman Díaz Tapia, uno de los protagonistas de Los Díaz del Carmen, cuatro hermanos contra la dictadura, amplísimo trabajo de memoria en el que comparte autoría con sus hermanos Rubén, Sergio y Hugo. Sin embargo, quienes conocemos el proceso, sabemos que es la última publicación chilena de Ediciones Moneda, en ese trabajo de una sola persona, porque a veces es la vida editorial la que no se ajusta al modelo económico. Sólo revisando el colofón hallo el nombre de Carmen Avendaño como editora, la poeta y exvecina que justamente un tiempo antes despedíamos en su migración a México, y que sé que entrevistó sistemáticamente a los hermanos Díaz Tapia. La reconocemos como vehículo de la memoria, evita cualquier lugar protagónico para dárselo a los hermanos, al punto de que en el lanzamiento algunas personas pedían que lo firmaran ellos y otras Carmen.
El relato parte con la opresión del campesinado en la zona interior de la región de Valparaíso. Resulta estremecedor iniciar reconociendo la casi esclavitud que allí se vivía en las primeras décadas del siglo XX, lo que se rompe por la voluntad del segundo hijo de la familia de seguir educándose, de cambiar su destino con apoyo de su profesor, aunque ello significara desarraigarse. Internado, se sumerge en la política y comienza la militancia que marcará a sus tres hermanos siguientes, entre muchxs más, porque en aquel tiempo y realidad, que estudiara una mujer sí que era improbable. Avendaño les permite el relato en la vida doméstica, a la que los hombres le hacían el quite.
Donde se rompen los prejuicios es en el sentido que les hace a esos padres el que sus hijos entren en el comunismo. Lxs viejxs corren riesgos, convirtiendo su casa en un lugar de reunión. La Reforma Agraria es la traducción al mundo del campo, donde los gobiernos ejecutaban cambios de verdad.
Llega por supuesto el Golpe Militar, y recién nos empinamos por las primeras cien páginas del libro, en una decisión objetable quedando más de trescientas. Objetable, pero que no objeto del todo; en cierto sentido el libro no es programático, y por ello los testimonios de las épocas más interesantes no son necesariamente lo único que se quiere contar. Una persona que registra la voz de otra puede elegir el extractivismo de ocupar sólo lo que necesita o respetar su subjetividad en el modo en que jerarquiza el relato en el montaje. En ese sentido, Avendaño, poeta de versos filosos, escribe e hila con naturalidad, al punto en que logramos identificar las distintas personalidades de los cuatro hermanos, que nacieron entre 1949 y 1966. Aporta por supuesto el archivo familiar de imágenes y documentos.
Más importante es reconocer la subjetividad de los Díaz, en tanto el anclaje es campesino. De primera fuente se narra la brutalidad de la Dictadura aplicada en torturas y detenciones arbitrarias, también en el Servicio Militar. ¿Cómo inicia la subversión en el campo? Robando velas de las animitas. Páginas antes o después, podemos estar en la Unión Soviética o en Centroamérica, en formación y en el campo de batalla.
Herman Díaz Tapia fue hallado muerto unos días después. Con él compartíamos algo especial, pues había hecho las inferiores en San Luis de Quillota, equipo del que soy fanático, justamente en la mejor época. Estuvo a pasos de ser un crack inolvidable, algo por lo que este redactor cambiaría su vida, pero eligió combatir la realidad. Sean estas palabras un saludo a su memoria, aunque lo son mucho más las escritas en este libro.