Paramar
Juan Carreño
Ediciones Lastarria
264 páginas.
Reinventar el amor y echarse a los caminos, dos consignas legadas por Arthur Rimbaud a la poesía moderna, reverberan de múltiples maneras en Paramar de Juan Carreño, aunque de todos modos, y en último término, se trata (en apariencia) de maneras más silentes que las reverberaciones de otros poetas como Guillaume Apollinaire o Blaise Cendrars, cuya presencia se encuentra marcada bajo la forma de epígrafes o citas en algunos de los poemas. Se trata de un proyecto que inicialmente circuló en autoedición y que en diciembre del año pasado volvió a publicar Ediciones Lastarria, ahora en una versión aumentada. Paramar corresponde a un conjunto de textos que, según nos cuenta en una nota Carreño, fueron escritos en una trashumancia que se extendió a lo largo de los años 2016 a 2019, atravesando varios países, entre ellos México, Perú y Nicaragua, y en la que el autor fue encontrando y seleccionando, desde diversas procedencias culturales (populares, masivas, residuales y de alta cultura), una serie de imágenes, dibujos, ritmos, hablas, transgresiones retóricas (dentro de las que sobresalen las de orden religioso, la biblia y la oralidad de predicación evangélica entre ellas), con las que intenta transponer enlaces de sentido entre otras formas de vivir y otras formas de nombrar. El horizonte de sentido sobre tal reinvención en el transcurso de un viaje podemos entenderlo como el desplazamiento de los códigos —morales, ideológicos, estéticos, etc.— que han delimitado la imaginación, los afectos y perceptos sobre el amor y su arraigo en los cuerpos. Reelaboración clave, por ende, para las posibilidades de la subjetividad y la comunidad.
Uno de los aspectos más significativos presentes en el libro —y en la obra de Carreño en general, conformada por los poemarios Compro fierro, Bomba bencina, Oxicorte, además de varias plaquettes, las crónicas de Ir a la trinchera y la novela Budnik— para explorar los aspectos que se han señalado anteriormente, guarda relación con cierto trabajo estético en torno a los desperdicios. Para Sergio Cueto, en Intimidad de las cosas, el desperdicio «no es lo que queda de las cosas sino lo que queda de su pérdida, el testimonio de la pérdida de la pérdida de las cosas perdidas, y por eso, en última instancia, lo que ya no es posible perder». Si bien Paramar es un conjunto de poemas irregular en gran parte porque el sentido del viaje es despotenciado por la estructura del libro —además de que es difícil mantener cierta regularidad en un volumen tan extenso—, algunos de sus textos más destacables presentan una exploración con los desperdicios que se enlazan a esta sensibilidad que testimonia lo que queda de las cosas perdidas. Uno de esos poemas es «ausencia de la feria», cuyas dos imágenes finales son: «el abandono es un coche de guagua al sol con una sandía/ o el celular con un pote de ceviche dentro de un camión». En imágenes como estas, las cosas perdidas son acompañadas de otros objetos o nuevos usos más allá de una finalidad utilitaria o del tiempo del consumo. Y es esa dislocación o estremecimiento lo que constituye una de las posibilidades a partir de las cuales se emplazan sensibilidades que bordean otras formas de vivir y otras formas de nombrar. Con respecto a este último punto vale traer a cita la siguiente precisión de Marcelo Percia: «Intentar nombrar de otra manera no significa solo nombrar otra vez, también quiere decir volver a sentir en los bordes de lo ya nombrado». Es en esos bordes, podemos agregar, donde pueden comenzar a percibirse formas que conduzcan a «inventar una nueva forma de amar», como dice la letra de la canción de Los Prisioneros de la cual el libro extrae su título.