donde terminó sus días? Las buscamos en este recorrido.
Personajes: Un fantasma esquivo, la comunidad
Lugar de la acción: Tomé
Alfonso Alcalde escribió haber nacido «ocasionalmente» en el plano de Tomé, en su «Breve autoalabanza biográfica». Es justo escribir renacido, porque su partida real es en y desde Punta Arenas. Hoy, en Tomé, lo recuerda una plazoleta de paso, al frente una dependencia de un colegio. En 1992, ahí estaba la pensión donde el escritor se colgó. Su fantasma hace bromas sencillas: piropea a profesoras solteras, borra las anotaciones negativas de los cabros que volvieron al aula, aparece en el espejo de los baños riendo y bota los libros fomes de la biblioteca. La plazoleta tiene pasto, plantas y flores desordenadas en una horizontalidad expansiva acorde a la obra del escritor, que crece en distintas direcciones y géneros acorde a como crece la vida. A unos metros, una vieja casa sobre el estero está apoyada en unos rieles oxidados sobresalidos. El letrero de la plazoleta no está colgado, nada dice que este espacio le pertenece.
En las librerías que están en una galería central no lo conocen. En el centro cultural, lo recuerdan un poco, pero tampoco tanto como para precisar algún dato. Hay unas fotos antiguas como exclusivo movimiento del lugar, que podría tener ensayos, talleres, proyecciones o exposiciones, pero solo tiene estas fotos históricas en la que hay una olla común en la caleta después de un terremoto en los años treinta. Un día antes de llegar, un fuerte temblor reportado como terremoto por nuestros celulares, fuera de la tolerancia nacional, volvió a anunciar que algún día, cualquiera, seremos de nuevo arrojados al suelo.
Lo buscamos entonces en las casas irregulares a borde de mar, donde cada pasaje da a visiones líquidas, y en donde en lugar de autos hay botes estacionados. Los botes y sus nombres: Claudita, Halcón, La Isidora, otro cualquiera podría llamarse Alfonso. Un letrero gigante informa que la cantante Cecilia nació en Tomé. Es esta tierra de incomparables.
En la playa, los jotes se comen a otro frente a nosotros, mientras pelicanos rodean un vagón que quería ser patrimonial pero solo es abandonado. La biblioteca, cerrada; su calle lleva el nombre Poeta Alfonso Mora. En sus ventanas se ve un libro de Raúl Ruiz, otro indagador de lo chileno.