Periodo especial
Nicole Cecilia Delgado
Litost
89 páginas
Como dice Hugo Gola, hay que proteger la diferencia, le digo a un editor amigo. Sí, pero más allá de los objetos, temas y demandas, me dice. Me quedo con ese pero dando vueltas durante toda la noche. Había leído Período especial, de la puertorriqueña Nicole Cecilia Delgado, dos veces antes de esa frase de mi amigo, y en la tercera lectura previa a la reseña se me reconfiguran algunas nociones que me había apuntado someramente: lo político en el poema, la relación con la contingencia, la posibilidad especulativa en el poema confesional, mi ignorancia sobre una tradición (y una actualidad) poética como la puertorriqueña. Ese pero hizo que me concentrara en los poemas excepcionales, en el sentido de que muestran dentro del libro, más que una seguridad temática militante, por llamarlo de alguna forma, una duda que inmediatamente se transforme en optimismo ante las condiciones adversas, en esperanza sin ingenuidad:
«Ver cómo retoñan / esas matas en los tiestos, // secas, / descuidadas, // reflejo sin voz de mi descuido. // Ver cómo retoñan solas / esas matas que habían muerto».
Los poemas del libro están escritos en una deliberada primera persona y despojados de opacidad. Dan la sensación de guardar una relación muy inmediata con la experiencia vital de la autora, sin embargo, como en algunos poemas de Gladys González, se filtra cierta especulación en algunos versos que tensiona, da vuelo, revela una relación inaudita en materiales que corren el riesgo constante de liviandad por su relación con la contingencia:
«7pm / Si se acaba la cebolla aquí no cocina nadie. / La poesía llora con tanta realidad».
El peor de los statu quo es el intelectual, y en la actualidad cada perspectiva tiende a la identidad. Tal vez ahí radique el lado más filoso de las redes sociales, en mostrarnos un mundo idéntico a nosotros (un mundo vegano, asador, facho o antifa para cada cuenta de Facebook) de tal forma que nos exploten en la cara los Macri, los Bolsonaro, los Trump y nos dejen helados. Ahí es donde el retoñar de las matas muertas, donde el pensamiento ante la desidia absoluta de dictadores elegidos por voto popular, se vuelve energía, optimismo. La diferencia sería ese sitio donde la poeta se despoja de «lo que hay que decir y pensar» y dirige su concentración hacia las cosas del mundo concreto que la conmueven. Lxs poetas son personas que trabajan en conmover, me digo, viendo que la palabra tiene al movimiento como raíz constitutiva. Para conmover no hace falta contar historias tristes o políticamente correctas que por sí mismas serán arrasadas por la tormenta de una red social, sino abrirse, poner esa sensibilidad, su herramienta de trabajo compuesta por una síntesis entre sentimiento y pensamiento, a disposición de quien lea. Mover, instar a sentir y pensar desde la diferencia de manera crítica el mundo. O lo idéntico acrítico terminará indefectiblemente como:
«Enajenación aislante de las profundidades marinas. / El otro mundo mojándote las venas. / Los continentes son la guerra y son la sangre. / Y las islas, qué son las islas. / Enfermedades tropical y caldo de cultivo. / Para ser un país hay que tener fronteras. / Por eso nunca».
«Su forma de hacer la revolución es contundente», dice sobre una outsider del sistema que cría sus cabras y produce sus alimentos. Periodo especial permite pensar que para no estar «ciega de ver el mango caer y no hacer nada», hay que proteger la diferencia, más allá de los objetos, temas y demandas.
Publicado en la edición de octubre de 2019