Pertenecemos a las palabras

El poema acecha en los intervalos

Nadia Prado

Editorial Bisturí 10

108 páginas

El poema acecha en los intervalos (Editorial Bisturí 10, 2022) es el último trabajo de la poeta Nadia Prado, en él la escritora esboza, a partir de tres ensayos interrelacionados y contiguos, su forma de entender la experiencia poética, su relación con el lenguaje y la escritura. Despliega para ello un fuerte contingente de altos referentes literarios con los que dialoga en la tensión de perderse y reencontrarse en las propias cavilaciones, sin perder por ello la pulsión y belleza de su palabra.

«El poema lee, el poema vela. Se enfrenta al sentido y al sinsentido, a su ilegibilidad» será una de las primeras ideas que desarrollará Prado y lo hace siguiendo los pasos de Derrida para desmitificar el rol decodificador de la lectura, situando a esta última como una experiencia en sí misma, entonces, ¿qué lee el poema? La autora esquiva respondiendo: «El poema es un dormido-despierto, despierto-dormido, con breves respuestas al mundo», es un territorio ubicado en una zona intermedia, rodeado de niebla, visitado a veces por el poeta que se interna en tierra de nadie para espiarla y en ese intermedio «se cubre y protege», porque «Lo que el poema resguarda, lee y vela, es la posibilidad de recolectar palabras para resistir las ausencias venideras», es ahí –habitando el descampado– donde Prado ve al poeta acercarse a la página, untando el dedo en la lengua, esperando que hable la extrañeza, que se manifieste –aun en la certeza de lo imposible– el encuentro entre el sentido y el sinsentido.

Nada apunta a que el derrotero sea fácil, en la ruta hacia lo poético lo que estaba claro comienza a oscurecer, pues –nos dice Prado– en su relación con la lengua hay una resistencia, la palabra es discordia, afirma. Entonces, ¿qué es ese espacio sin fronteras que habita entre el deseo/pulsión por escribir y el haber escrito?: «Residencia/ disidencia/ laberinto», responde la poeta, porque en ese perderse está el aprendizaje, e invita a habitar la intemperie del silencio descubriendo el verso perdido en el pensamiento o la palabra que oímos/sentimos sin llegar al papel y a partir de ello cuestiona: ¿Cuántas preguntas caben en nuestro corazón cuando el pensamiento entra en apnea? ¿Cuántas palabras llenan los intervalos entre los latidos?

El poema habita entre dos orillas: «no se trata de alcanzar un destino, sino de imaginar una escritura que en ninguna frase verifica su exactitud». Todo el temblor del cuerpo decanta en la mano que escribe, atenta al «tartamudeo» del pensamiento. La escritura para Nadia Prado es una potencia, una posibilidad de ser, ¿qué hacer entonces con el delirio? Y finalmente responde: Nada, seguir velando, leyendo.

El poema acecha en los intervalos, es en definitiva un ensayo en tres tiempos: «Leer y velar», «El sabor de las lágrimas [des]obrar, desbrozar, espigar» y «Quiere decir»; en el que la autora, nos invita a escudriñar la génesis de cierta forma de escritura, en donde el rol del poeta es merodear el pensamiento a través del lenguaje, sin olvidar que las palabras no nos pertenecen, sino que: «Nosotros pertenecemos a las palabras», una labor que siempre se percibirá inacabada, pero donde quien escribe persiste, tratando incansablemente para finalmente sólo lograr –al modo de Beckett–: «fracasar de nuevo, fracasar mejor».