Por una constitución feminista
Sofía Esther Brito
Val Palavecino
Pez Espiral
196 páginas
Por Matías Ávalos
Acá no se promocionan ni se recomiendan sino que se discuten formalmente los libros de literatura que se envían al suplemento. Esta sección hará, con un libro excepcional, una excepción: corran, con mascarilla y manteniendo la distancia social —a menos que estén cerquita del fuego antiviral de una barricada— a comprar Por una constitución feminista.
Son 12 ensayos más una introducción, escritos por las activistas feministas Alejandra Castillo, Emilia Schneider, Claudia Andrade Ecchio, Camila Valenzuela León, Rosario Olivares Saavedra, Bárbara Sepúlveda Hales, Leta Vivaldi Macho, Paulina Gatica, Natalia Manríquez, Valentina Saavedra, Daniela Sáez Valdebenito, Francisca Fernández Droguett, Daniela Catrileo, Carmen Berenguer, Alondra Carrillo Vidal, Javiera Manzi Araneda y Alia Trabucco Zerán, que abordan el proceso constituyente desde perspectivas tan diversas como abarcadoras —desde el derecho, la arquitectura y el trabajo social, al arte y la literatura, pasando por educación, psicología, filosofía y activismo—.
Ensayos tan claros como sólidos, compilados por Sofía Esther Brito, escritora y activista feminista que durante los últimos meses ha impartido valiosos talleres sobre la constituyente, y acompañados por imágenes de la revuelta tomadas por una de las fotógrafas documentales más reconocidas en el ámbito de la nueva música chilena, Val Palavecino.
Resalto la claridad porque es un gesto no solo conmovedor, sino sobre todo inteligente poner a circular materiales que permitan a las grandes mayorías —no necesariamente al tanto de las teorías de un campo complejo y diverso como el del feminismo— entender porqué es necesario unir ambos términos, Constitución y Feminismo, en una misma frase:
«El feminismo comenzó como un dolor de muelas que se ignora, hasta que las cosas no logran masticarse. Agarra nervios maxilares, irrita, incomoda.
Desesperadas, corríamos cada una por su lado buscando un centro de atención médica. Hay dolores que no se comparten, pensábamos. Dolores secretos, dolores que nos merecemos porque así son las cosas nomás. Así son. Así no más. No se nos pasaba por la cabeza pensar en la norma, la ley fundamental que delineaba los puestos en la mesa, designaba las cosas de mujeres, o el llanto contrariado de las madres que nos echaban de la casa por lesbianas, por trans, por embarazadas, por raritas. Por ser o por nunca haber sido escrita a imagen y semejanza».
La imagen es esclarecedora. Universaliza la comprensión de un problema que requiere mucho más que horrorizarse ante una bestialidad que parece ser insertada de otro planeta —me refiero a las noticias que lamentablemente aparecen una y otra vez en la sección de policiales de los medios, donde se utiliza la palabra «bestia» o «monstruo», para definir a sujetos nacidos y criados en un sistema enfermo por completo—.
Entonces, ya desde el inicio, gracias a esta imagen y a otros argumentos de Brito, ambos términos empiezan a conciliarse.
No +
Somos +
De esta consigna, utilizada por las feministas durante la dictadura y que eligen como epígrafe del libro, sobrevive el «No» que vimos en todas las marchas de los meses más agitados: No + AFP / CAE / educación privada / colusión / privatización de los recursos / etc. Y esto porque un régimen implica una instauración total. Es político y económico, pero también es moral, visual, alimentario, sexual, etc.
Por eso, escribe la novelista Alia Trabucco Zerán, «Una nueva constitución puede ser como otras o, por una vez, puede ir contra el derecho tal y como lo hemos conocido hasta ahora». Y enumera una serie de contras fundamentales. Copio algunos para cerrar:
«Contra el derecho que hizo de la educación un bien de consumo. / Contra el derecho que mercantiliza la salud y los recursos naturales. / Contra el derecho que transa las pensiones en las bolsas financieras».