Novedades editoriales que combinan disidencia y escritura son revisadas en este ensayo crítico.
En la Guía para padres para la prevención de la homosexualidad (2010), escrito por un matrimonio que logró enderezar a tiempo a su infortunado hijo Joseph Jr., se exponen una serie de preocupaciones en torno a los libros que podrían inducir a niñxs y adolescentes a convertirse en colas. Dicen, a propósito de un listado particularmente pernicioso, lo que sigue: «Las historias en primera persona dirigidas a adolescentes describían con un detalle pornográfico el placer de la seducción sexual de una chica joven por su maestra lesbiana, relaciones homosexuales entre chicos adolescentes y hombres mucho mayores y un preciso manual breve sobre la masturbación». La atención que esta guía pone en la literatura, me parece indicativa de la fe que desde los orígenes de la imprenta nuestra cultura ha tenido en el poder de la palabra y que explica tanto el temor que despiertan ciertas escrituras como las quemazones de libros y autorxs, tristemente célebres de un lado y otro del abanico religioso y político.
Me puse a pensar en estas cuestiones a propósito de cuatro libritos que tienen en común su brevísima extensión, el cuidadoso diseño y el provenir de editoriales nuevas que se definen como disidentes. Se trata del cuento Parecíamos eternas de Romina Reyes, publicado por la editorial HAMBRE HAMBRE HAMBRE en formato fanzine con ilustraciones de Violeta Cereceda y de tres plaquettes de la editorial Invertido: Marta y Hortensia, de Enrique Gómez Carrillo; Al subir el aguaje, de Joaquín Gallegos Lara; y Davis, de Augusto d’Halmar. El contacto con estos objetos y con estos proyectos editoriales que subrayan su carácter disidente como marca de identidad, me disparó preguntas que no por su falta de originalidad me parecen eludibles a estas alturas del partido. ¿Qué sería lo disidente de la literatura disidente? ¿Qué tienen esas escrituras y proyectos editoriales que los hacen disidentes? ¿Recae lo disidente en la orientación sexual de lxs escritorxs que se promueven? ¿Radica en los temas de los textos que publican? ¿O en los efectos que los escritos provocan? ¿O en la ruptura con formas osificadas de la escritura correcta? Veamos qué luces entregan sobre estos problemas los textos que estas novísimas editoriales disidentes nos proponen.
Parecíamos eternas
Romina Reyes
Hambre Hambre Hambre
22 páginas
A la antigua, comencemos por las damas. Romina Reyes es una escritora joven y que se ha ganado un lugar en el panorama literario nacional. Su debut con Reinos en 2014 (Montacerdos) fue prometedor. Patricia Espinosa, por convocar a una figura de autoridad, le proporcionó elogios, sino eufóricos, elogios al fin en Las Últimas Noticias. Cinco años después, en 2019, publicó Ríos y Provincias (Montacerdos), su primera novela, concitando también el reconocimiento de la crítica. Parecíamos eternas es un cuento que narra pasajes de la vida cotidiana de un grupo de amigas estudiantes secundarias en el tiempo de la revolución pingüina. Las adolescentes del cuento no son dirigentas estudiantiles ni líderes políticas, son, al contrario, parte de ese conjunto opaco, «el montón», siempre numeroso en las sociedades. Asoman en el relato cuestiones típicas de la adolescencia: el descubrimiento del deseo sexual, el amor hacia alguna amiga, la angustia, el tedio, la sensación de no encajar en ningún lado, con el trasfondo particular de un movimiento social que marcó un hito en la historia de las luchas del ciclo político que nos tiene hoy ad portas de redactar una nueva Constitución. Por elementos para trabajar narrativamente, el cuento de Reyes no se queda. Sin embargo, aparecen esbozados solo como posibilidades no desarrolladas en un texto que no se me ocurre calificar sino como insípido, palabra fea que parece nombre de insecto y que sabe a arroz sin sal, y flojo, porque no hay o no se nota un trabajo bien logrado con el lenguaje.
Al final del cuento anota que lo escribió cuando tenía 25 años, es decir por la misma época en que publicó Reinos. En Reinos, cada cuento logra comunicar algo: una atmósfera de sin sentido, la sensación de un futuro cancelado, la soledad. Son cuentos oscuros, tristes. Reconozco en ellos el trabajo realizado para transmitir, por medio de la escritura, experiencias. Si la autora hubiera trabajado este cuento al nivel en que trabajó los de Reinos, el resultado habría sido muy superior y eso es una responsabilidad que también comparte la editorial.
Sobre literatura disidente poco se puede decir a partir de la lectura de este cuento, porque aunque su autora se manifieste abiertamente crítica de la heteronorma en cada entrevista que da y las editoras pongan al pie de su firma «iniciativa lésbica que publica mujeres y disidencias», el texto no alcanza a producir efecto alguno que pueda calificarse en ese orden. Veremos cómo siguen sus próximos títulos.
Vamos ahora a les muchaches de Invertido ediciones. Los plaquettes que publicaron son joyitas. Pequeños, elegantes y ricos en detalles interiores como ilustraciones y stickers que vienen de sorpresa conformando un objeto que dan ganas de tener entre las manos. En los tres, el deseo homosexual aparece de formas tan distintas como tentadoras. Fueron seleccionados con pinzas, hurgando en la historia de la literatura latinoamericana. Gómez Carrillo, guatemalteco, y Gallegos Lara, ecuatoriano, dos de los autores de esta primera tanda, estaban absolutamente fuera de mi radar. Punto a favor de lxs editorxs que nos expanden la biblioteca imaginaria.
Al subir el aguaje
Joaquín Gallegos Lara
Invertido Ediciones
14 páginas
Marta y Hortensia
Enrique Gómez Carrillo
Invertido Ediciones
16 páginas
Al subir el aguaje de Gallegos Lara, publicado en 1930, relata una escena notable. Ambientada en un puerto fluvial ecuatoriano, la Manflor, una mujer que se dedica a lavar pilchas de pescadores y marineros y que tiene fama de «marimacho», entra en el bote del «Cuchucho», un navegante soltero y solo, y pasa lo esperable: mientras ella le lava la ropa, él trata de seducirla y, como ella no lo pesca, él trata de violarla. Lo que no es esperable es que la Manflor le ofrece combos y le gana y el macho derrotado termina compartiendo un bagre asado y un vino con la tortillera triunfante que no sonríe pero acepta comer y beber. Marta y Hortensia, de Gómez Carrillo, data de 1900. En él, un hombre, entre sorprendido y resignado, le cuenta a otro que a su esposa Marta le gustan las mujeres y que, después de un desfile de doncellas parisinas a las que fue probando una a una, pasa por caja a su propia hermana, Hortensia, con quien se queda definitivamente. El relato tiene un humor tan fino y sugerente que lo vuelve un texto exquisito. De d’Halmar no es necesario hablar mucho. Su cuento Davis, publicado originalmente en 1946, es una evocación amorosa y disimulada a un marinero amigo con quien pasó una noche una década atrás. Buen debut de Invertidos.
Las tres plaquettes forman un conjunto de lúdico erotismo entre portadas, ilustraciones y el paraguas dado vuelta que hace de logo del sello editorial.
La lectura de estos cuatro libritos que llegaron aproxima una respuesta tentativa a la pregunta por lo disidente en la literatura: más allá de cualquier consideración, una literatura disidente es aquella que nos despierta el deseo, que nos aviva las ganas de otros cuerpos y otras formas de vida, que nos mete el bicho de la curiosidad en un sentido que pasa por y que al mismo tiempo excede lo estrictamente sexual. Entiendo que haya gente que le tema, porque un libro, o varios, pueden, y en buena hora, convertir a un pecho frío en rebelde y darle vuelta el paraguas a más de algún lector.
Davis
Augusto d’Halmar
Invertido Ediciones
14 páginas