Retamo
Eduardo Plaza
Libros de mentira
101 páginas
Nadie sale inmune de sus padres, porque toda paternidad supone una fisura. Emprender la huida lo antes posible, aprender a sobrellevar la maleta de costumbres heredadas, la pérdida del yo, o la negación a emular el pasado: son muchos los modos en que se manifiesta en la historia de la literatura el tópico del hijo, numerosos también los ejemplos en la historia de la literatura universal: Kafka, el joven atormentado por figura de un padre que exige un modo de fortaleza que solo crece como una planta maldita en la debilidad del niño; la prole abandonada al universo de la pobreza en Manuel Rojas; hasta los escritores chilenos que crecieron en los 70 y que tienen en su trabajo narrativo este contexto como marco: Nona Fernández, Alejandro Zambra, Álvaro Bisama, por ejemplo.
Hoy leemos Retamo, el segundo libro de Eduardo Plaza (La Serena, 1982). Un retamo es una planta que se usa para practicar abortos, uno de los tantos métodos que las mujeres hemos aprendido por siglos para poder decidir sobre nuestro cuerpo; aquí Retamo es una localidad del norte de Chile hacia donde se dirige su protagonista: treintañero que trabaja como escritor fantasma y que arrastra una relación fracasada, el alcoholismo, y una mochila en donde caben todas sus pertenencias. Va desde Chile Chico para reencontrarse con una madre que se ha auto infringido una mutilación.
Al poco tiempo sabemos que la historia que narra el protagonista no es la propia, el nudo crítico reside en sus padres, él, en cambio, se transforma en el resultado de la pérdida, de la violencia y del silencio que parece ser el único método posible para acceder a la memoria familiar. Alguna vez un niño y su madre fueron víctimas de un derrumbe de tierra que arrasó con todo, una mujer huye hacia el único árbol que podía sostenerlos y el niño solo recuerda su llanto. Su propio llanto, y el silencio de quien lo sostiene. El hombre es acosado por los fantasmas del pasado que combinados con su alcoholismo lo dejan a la intemperie de sus emociones.
La estructura de la novela se articula en dos vertientes, por un lado, el protagonista va desde un punto a otro en un viaje que podría trazarse en un mapa físico de Chile, y por otro, va reconstruyendo el modo en que la herida familiar se formó. En el primer enlace, la geografía traspasa la narración, y el sur es el lugar en donde se ahogó la posibilidad de reconstruir a un sujeto que quería escapar de un norte árido, fatalizado, movedizo, pero que opera como imán. Tan imantado por el territorio como por la figura de la madre que ha porfiado por habitar el desierto.
Esta novela parece plantearnos una interrogante sobre la memoria, sobre el modo en que nos acercamos a los recuerdos y la escritura es un mapa, o un telar. Benjamin nos dice que: «Articular históricamente el pasado no significa conocerlo ‘tal como verdaderamente fue’», en cambio, quien se apodera de un recuerdo puede modificarlo, y es su deber hacerlo porque la ilusión de la historia no es más que el esfuerzo por borrar esos espacios en negro que deben ser iluminados.
Retamo es una novela breve, con un lenguaje depurado y preciso. En ella los cortes narrativos operan al servicio de ese rigor. Plaza nos introduce en la matriz de una historia a través de sus silencios y sus pérdidas, sin recursos facilistas, sin mostrar el muñón ensangrentado, no lo necesita, aquí la memoria es una casa en cenizas o un pueblo devastado por el barro.
Publicado en la edición de septiembre de 2019