Ruleta rosa

Fanny Campos Espinoza

LOM

66 páginas

En base a la prensa y a los registros del SERNAM Fanny Campos compila los femicidios ocurridos en Chile el año 2015 en su último libro Ruleta Rosa, en él toma la voz de las muertas y las hace hablar desde la descripción, muchas veces minuciosa, de sus miserias y sus asesinatos.

El libro parte con una tabla comparativa entre muertes de hombre y de mujeres en los años 2014, 2015 y 2016, mostrándonos que el año escogido por la autora es el que tiene el mayor número (en total cuarenta y cinco), fijándose en las estadísticas como el más negro de las últimas décadas en nuestro país.

A este poemario le antecede un epígrafe de Millán que nos habla sobre la herida y la violencia, epígrafe que menciono puesto que en el cuerpo del libro se encuentra un texto «al modo de» Millán, titulado V y dedicado al autor y a Elvira Rodríguez, femicidio número 5 del año escogido.

No solo Millán sale al baile funesto de este poemario, también lo hace Pablo Neruda, Gonzalo Rojas y algunas canciones que evocan ese amor romántico con el que creció nuestra generación. Campos toma estos elementos y los deja en evidencia, los repite una y otra vez como para que no quede duda de lo que se trata, Dueñas de nada podría ser el otro nombre de este poemario. Pero lo son de su muerte, y la poeta se da la licencia de tomar estas voces, entrando en una larga tradición del dolor y del sufrimiento.

Cada poema va acompañado por el nombre de la mujer muerta y el número que le corresponde en la lista de femicidios del año, además de, en algunos casos, información acerca de las circunstancias de su asesinato: «En memoria de Juana Vargas, quien recibió un disparo de escopeta por parte de su marido que luego se suicidó con esa misma arma (Femicidio N°10/2015)».

Susan Sontag ya cuestiona el modo en que la fotografía en su imperativo inmediato, icónico, entrama en la red del imaginario la marca indeleble de la muerte en Ante el dolor de los demás. A la hora de hablar del dolor, del desamparo, en este libro de Fanny Campos nos encontramos con un lenguaje crudo y duro, aunque muchas veces carente de prolijidad y en algunos casos, con poemas en los que la ironía traspasada a la voz de las mujeres muertas suena como un guiño innecesario de la autora más que una herramienta desde la poética, como ocurre en el texto/carta titulado XXXIII: «Por eso te escribo desde el más allá, al infierno que te has ganado con creces, únicamente para replicarte que yo estaré muerta, pero no loca ni tonta. Lo único que quiero decirte al respecto es que te metas tus cartitas por el culo, y me dejes por fin en paz. ¡Ni loca vuelvo contigo!».

Contrarrestan dentro de esa dinámica textos como Setenta y tres, en donde la muerte de Gladys Donaire, de esa edad, es un intertexto del duelo nacional, o en Puta eriaza, donde sí es posible ver una búsqueda de algo más allá de lo referencial; la autora desmadeja la rabia y la logra encausar hacia el espacio de la escritura. No puedo dejar de destacar un tercer momento del poemario, XVIII, en donde la hablante evidencia la imposibilidad de su empresa: «Perdónenme todas las Carlas Jaras de esta tierra / No logro escribir el poema que merece la vida / que no las dejaron ni parir ni acunar entre los brazos».

Termina siendo este un poemario muy irregular que, aunque recibe varias luces de sus posibles lecturas desde su autora en una extensa nota aclaratoria para el cuerpo del poemario, deja entrever una cuestión que ha sido puesta en el tapete desde los primeros referentes de la poesía post dictadura: quién y bajo qué arco escritural logra tomar el dolor y construir desde la poesía, y quienes solo se quedan en el marco de la contingencia.

Publicado en el número de abril del 2019

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