Se oía venir: Cómo la música advirtió la explosión social en Chile

David Ponce (Editor)

Cuaderno y Pauta

Disponible en cuadernoypauta.cl

118 páginas

A partir del intervalo en el tiempo histórico abierto por la revuelta de octubre, Se oía venir. Cómo la música advirtió la explosión social en Chile se propone como un ejercicio «con fines de inventario y ayudamemoria», para constituir una «banda sonora chilena preexistente a la crisis». Ejercicio de memoria sonora que pretende dar continuidad a un fenómeno que había comenzado en la calle, de manera colectiva y al ritmo de la revuelta, bajo la circulación de versos como consignas y entonaciones masivas de canciones con estatus de himnos, desde prácticamente el inicio del estallido. Aparecido en diciembre de 2019 (el volumen está dedicado a Fabiola Campillai y Gustavo Gatica), editado por David Ponce y con colaboraciones de Araucaria Rojas, Javiera Tapia, Freddy Olguín, Leyla Manzur, Susana Díaz y Luis Felipe Saavedra, Se oía venir, se asume como un libro «urgente, gratuito, compartido, paritario». En él se reconstruyen trayectorias disruptivas de sonoridades tan disímiles como el hip hop, la electrónica, el punk, el hardcore, la cueca, el pop, el rock o la trova, en la mayoría de los casos con mucho mayor énfasis en la Región Metropolitana y con solo algunas aportaciones de otras regiones.

Dichas trayectorias expuestas pueden reconocerse como «crónicas sonoras», para emplear un concepto que aparece en el libro, en tanto que en ellas predominan algunos procedimientos tradicionales de aquel tipo discursivo, como lo son la enumeración de casos, la descripción de rasgos y situaciones o la narración de ciertos acontecimientos. Se oía venir, en su planteo general, sostiene que en estas trayectorias sonoras reconstruidas discursivamente «hay constancia previa y significativa de los motivos de la crisis» y que lo «impredecible pudo ser el momento de la explosión, no el estado de cosas que la hizo posible», de allí, entonces, el uso del término «advertencia» en el subtítulo. Inicialmente, tal término puede parecer un tanto desafortunado al dar la impresión de reificar alrededor de un fenómeno un acontecimiento profundamente sobredeterminado, no obstante el énfasis explicitado en el volumen esclarece los sentidos en que se emplea tal vocablo: «darse cuenta de algo y llamar la atención sobre eso. Percibir y avisar. Y en cualquiera de los dos casos esa advertencia es apenas el comienzo».

En torno a este planteamiento de «tener oídos abiertos», es que se puede comprender el sentido de las diversas sonoridades atendidas en el libro bajo la noción de síntoma, tal como ha venido siendo discutido el concepto en la filosofía política por pensadores como Santiago López Petit o Diego Sztulwark. En ellos el síntoma es un malestar, una anomalía en la vida, la idea de ciertas señales que anuncian —advierten— fuerzas que generan incomodidades sobre los cuerpos en relación a una estructura de orden, constituyendo el reverso de la política en tanto representación. Para Sztulwark, por ejemplo, el síntoma «es la amenaza potencial de una crisis no determinada, la apertura de una brecha catastrófica», y por ende, una política del síntoma supone «una escucha, una alianza con el síntoma y el despliegue de los saberes en él contenidos». Los beats, loops, ruidos, ritmos maquinales, «alegatos corrosivos y chirriantes», la «pesadilla sónica» (en relación a la mítica banda Supersordo), las múltiples voces y rasgueos descritos en Se oía venir (y también sus circuitos alternativos o underground de sociabilidad con respecto al mercado) pueden ser entendidos como las fuerzas sensibles que transportan los síntomas, en relación a la estructura neoliberal del Chile de las últimas décadas y su crisis contemporánea. Síntomas sonoros que, en este caso y de tal modo, acompañan, potencian, singularizan y le proporcionan múltiples ritmos a los devenires transformadores.

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