Sed y sal
Juan Santander Leal
48 páginas
Ediciones Overol
En su cuarto poemario, Juan Santander Leal vuelve a elaborar y emplea como título dos elementos que ya tenían cierta presencia latente en sus publicaciones anteriores, sobre todo en Allí estás (2009) y Cuarzo (2012). Por ejemplo, en el poema «Tienes sed» de su primer libro, sed y sal aparecen dispuestos de este modo:
Los labios salados cantan y en mis ojos
yacen pueblos enormes y rosados
tardes largas pasean por la calle
como un viejo heladero en bicicleta
y me obligas a estar con tus amigos
mirando remolinos en la esquina
sentado en el declive de un jardín
mientras llega la sal hasta nosotros
La sal, en tanto elemento modificador de un estado de cosas, aparece aquí como figura a la espera de ese acontecimiento alterador. En este caso concreto del inscape del poema, tomando el concepto pensado por Gerard Manley Hopkins y que posteriormente recibió elaboración de otros poetas, como Denise Levertov quien interpretó al «paisaje interior» como los movimientos de percepción sensorial, intelectual y emocional que se producen dentro de un poema o de una obra, en su proceso de pensar/sentir, sentir/pensar expresado, a su vez, por patrones de características esenciales tanto en objetos singulares como en objetos en estados de relación entre ellos. En Sed y sal, conjunto compuesto por treinta y nueve textos exploratorios de breves formas abiertas (un rasgo característico de la obra de Santander Leal) dispuestas en dísticos, o en una o varias estrofas, tal cualidad modificadora es concretada y vuelta procedimiento, alterando la relación entre el elemento y su necesidad, como queda plasmado en la pregunta «¿Pero quién calma su sal en vez de su sed?». Verso que, de manera introductoria, puede dar cuenta del sentido tras las irrupciones contrastantes de imágenes y sonidos con las que se intenta transmitir la experiencia sensible y el orden rítmico que va manifestando la escritura.
En la estela de este orden rítmico, su pulsación, respiración, contrarritmos alógicos disruptores del ritmo lógico de la sintaxis marcados por las pausas versales, así como los silencios de los textos, pueden ser percibidos, también, en la musicalización de veintiocho de los treinta y nueve poemas que Juan Santander Leal ha realizado en conjunto con Enrique Elgueta y que han titulado Que ningún sentimiento amanezca en su casa (2020). Este título corresponde al verso final del poema que abre Sed y Sal. Dicho texto irriga el procedimiento de contraste que recorre el volumen a partir de imágenes de transformación y una oscilación entre sonidos sibilantes (murmuración, respiro, viento) y crepitantes («raíces que abren el cemento», «el ruido del maíz entrando al saco»). Tal verso de cierre enuncia la alternancia programática entre lo desestabilizador ―de la significación, del lenguaje, de los afectos―y el acontecimiento que trasciende al inscape del libro, lo que Gerard Manley Hopkins llamó intress, es decir, experiencia de percepción del «paisaje interior». En tanto que el verso de apertura del mismo poema, «Querida levadura del mundo», presentado en la contraportada como el principio generador de imágenes, plasma la pulsión disolvente del procedimiento con respecto a las relaciones que va atravesando, vinculadas a las voces internas de los textos, la interpelación a una segunda persona, estados de emociones, recuerdos y objetos. Invadir la elocuencia de las cosas empujando hacia una zona de intemperie, hacia un «sitio eriazo» a los afectos y el entendimiento parece ser el horizonte de sentido de estos textos. Una latencia que atraviesa el poemario y que queda manifestada en las siguientes líneas: «Trabajamos en un barco que no zarpa/ siempre abiertos a consejos aburridos,/ abrigados por el paso de los años/ esperamos la invasión de lo elocuente// Aunque exista armonía entre las cosas/ una lámpara ha seguido al sitio eriazo». En esa zona de intemperie esta poética sitúa su experiencia sensorial e imaginativa y, en torno a ella, dialoga con la mundaneidad que la circunda.