Sedimento

Gaspar Peñaloza

Aparte

56 páginas

En el capítulo 10 de sus Confesiones San Agustín habla de la memoria: «Cuando estoy allí pido que se me presente lo que quiero, y algunas cosas vienen al momento; pero otras hay que buscarlas con más tiempo y como sacarlas de unos receptáculos abstrusos; otras, irrumpen en tropel, y cuando uno desea y busca otra cosa, se ponen en medio, como diciendo: .No seremos nosotras? Mas las espanto del haz de mi memoria con la mano del corazón, hasta que se esclarece lo que quiero y salta a mi vista de su escondrijo».

Ese caos que para San Agustín es una barrera entre su voluntad y las cosas que quiere agarrar, es el que Gaspar Peñaloza elige como material para esculpir su Sedimento, poema largo con apenas una mayúscula, la del comienzo, y un punto, el que 56 páginas más adelante termina el libro.

La ruptura del verso, entendida como una herramienta poética especifica, tiene la capacidad de proporcionar efectos precisos y sutiles; el fundamental de la poesía contemporánea, que se caracteriza por sus formas exploratorias y abiertas, según Levertov, es el de incorporar y develar el proceso de pensar/sentir. Así hay que leer este libro, cuyas rupturas de verso y relación con la realidad se asemejan a esos pestañeos furtivos que hacíamos cuando chicos, para ver si el mundo se veía sorprendido y mostraba alguna falla.

No es casual que el poema abra con un nuevo residente en la tierra: «El recién nacido/ confunde el jardín/ lo muerto con lo vivo/ charcos con plásticos/ la pasiflora con una mujer/ ofreciendo pan de rodillas». La potencia poética de la confusión, que no difiere en casi nada del asombro filosófico (grado cero que ambas disciplinas comparten), nos mete en seguida en una lógica donde lugares de enunciación y límite entre cosa y sujeto están siempre en tensión: «aprendemos de los viejos/ descansamos al estar/ en dos puntos a la vez». De hecho, la vuelta a las condiciones en apariencia totales que son la conjunción de tiempo y espacio dentro del libro sucede con el siguiente verso: «rápido vuelvo a la confusión».

Confusión que no implica que acá no se diga nada, todo lo contrario, como el título anticipa, si se lee este material de cerca, con tiempo, si uno analiza con los cinco sentidos en una síntesis especulativa—experiencial, se pesquisan algunas pistas depositadas por el tiempo en la memoria sensible del poeta, que es colectiva, no porque Gaspar Peñaloza hable en nombre de otros, sino porque cuestiona los límites de s. mismo sin negarlos, sino superándolos a pura sensualidad.

Hay una redistribución de los sentidos: «el porno en el oído/ en la mente la lengua». Es la comida que le trae muchas de las sentencias: «los asadores en la historia han sido muchos y mejores/ no es ese el problema/ el problema es la parrilla/ alrededor de ella/ inhalaciones exhalaciones/ esculpen el aire y de pronto/ palabras». Una pista para sus compañeros contemporáneos, poetas ha habido muchos y mejores, pero el problema sigue siendo el poema, eso reduce la cancha y permite que esos otros no sean negados sino utilizados, como ese discurso en el Nobel de Neruda, en el que insinúa que la Cordillera de los Andes se cruza con la ayuda de los que la cruzaron antes que uno y por eso uno deja ofrendas para ayudar a quienes la cruzarán después.

Así, Sedimento no es acumulación de materia, sino la simultaneidad de eventos, que como se dice en el libro, son «organismos que envejecen y que el tiempo cartografía». El lector de esos mapas, El Lector, completará durante la eternidad geológica el proceso, una y otra vez.

 

Publicado en el número de agosto del 2018

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