Talca
Cecilia Gajardo
GO Ediciones
41 páginas
En toda disciplina a los ejecutores de talento se los divisa por un gesto, casi siempre aislado, que indica su diferencia mucho antes que la lleven a cabo con la radicalidad con la que luego se hacen famosos. El cubismo estaba en Picasso cuando pintaba cuadros preciosistas en su época de formación. Trazos que se salían de la lógica de composición y absorbían la mirada. Messi corría de manera extraña. Desde niño era imposible sacarle la pelota porque la tenía como atada, quebrado su cuerpo como no se le había visto a ningún mortal. En los poemas suelen ser uno o dos versos, o imágenes, que vienen como de otro mundo, un mundo a la inversa del mundo.
A diferencia de otras, la poesía es una disciplina donde hay menos diferencia entre sus referentes. Porque es algo que se reitera (Lihn): los poetas griegos están más cerca de los chilenos que sus filósofos de los nuestros. Una vez que una poeta escribe un poema de verdad forma parte de la poesía.
Esto para decir dos cosas: 1) estos versos o imágenes como venidos de otro mundo, aparecen todo el tiempo en Talca, pero 2) esto no es afirmar una superación en el futuro de su autora, sino simplemente que, desde mi perspectiva de lector contemporáneo, Cecilia Gajardo, entre muchos y muchas que no lo son, es una poeta de verdad.
Su ir a la inversa del mundo en Talca es la forma con la que trabaja un secreto atroz, forma que produce una oscuridad muy extraña. Regularmente los poetas que se paran en ese terreno lo hacen a punta de palabras complejas y mucho más complejas combinaciones de esas palabras. Acá no. Es una oscuridad de la que se busca salir, usando palabras sencillas y cercanas para construir una atmósfera también accesible que cuando se acerca a la claridad, te ahoga. En ese punto la poeta y uno mismo como lector acordamos no llegar del todo. Ese punto es el de lo siniestro, en el sentido de trauma que está atrás de la conciencia, al que es muy difícil acceder.
A la voz que escribe el libro le pasó o sabe algo y en lugar de contarlo a gritos (lo que la llevaría a producir esos poemas de denuncia que abundan en toda época), lo gestiona como puede, lo va trasladando hacia vos como un pájaro entre las manos que no ves, cuando llega a vos y abre las manos para dártelo el pájaro no está, y algo te aletea dentro. Por una cuestión de espacio, culmino con algo que dice la poeta en la introducción, y te invito a buscar Talca: «Lo que hago es implorarle al lenguaje que me ayude a extender esa permanencia en un instante, que me ayude a manejarlo».