Olivino
Vanessa Hermes y Rodrigo León
Surko
Sin numerar
Ciertas frases retumban en el imaginario y se replican hasta el autoconvencimiento. Se rumorea en los colegios que los niños ya no leen, que los libros no pueden competir contra las pantallas de los teléfonos y, sin embargo, basta acercarse un poco a espiar en las bibliotecas escolares y observar cómo aún las y los pequeños lectores hunden sus cabecillas fascinados y absortos en esos mundos ilustrados y las palabras que les encantan.
Es que de encantamiento se trata el juego con las palabras y de eso parece saber Vanessa Hermes, que ha orientado su trabajo hacia la narración infantil y que antes había publicado Maqui y el invierno de colores (2020) y Mojo y el bosque de agua (2021), ambos trabajos publicados al alero de la fundación Cámara Mágica. Olivino (Surko, 2022), es su tercera obra y como las anteriores, se trata de un hermoso cuento infantil que a través de un ritmo hipnótico narra la travesía de Olivino, un anciano que hace muchos años espera el retorno de un astronauta que prometió regresar por él una noche de luna llena; desde entonces Olivino guarda la esperanza de volver a ver su amigo espacial cada noche de plenilunio. Las dificultades surgen cuando de pronto la luna deja de aparecer. Será entonces cuando el anciano Olivino deberá enfrentarse a una gran decisión: quedarse a esperar el plenilunio o salir en su búsqueda. A través de Olivino, Vanessa Hermes nos habla de vencer nuestros temores y aprehensiones hacía lo desconocido. Este anciano será capaz de recorrer islas y surcar el océano para descubrir que, como escribe la autora: «los universos más bonitos de descubrir son las personas».
Esta hermosa historia va de la mano con la ilustración de Rodrigo León, encargado de darle forma y color a Olivino y a los espacios donde transcurre la narración. La paleta de colores elegida por el artista acompañará de manera simbiótica al texto escrito, unificándose en la atmósfera hipnotizadora que construye el relato. A medida que Olivino enfrenta su periplo, los colores de las ilustraciones irán tornándose más brillantes y claros y el anciano estará cada vez más acompañado.
Una mención aparte merece el lenguaje utilizado. Como ya se ha dicho, la narración se va construyendo a través de un ritmo hipnótico que se produce a partir de la cadencia que logra la autora al seleccionar determinadas combinaciones de palabras, en este sentido, Olivino no es directamente tratado como un hombre viejo y de gran experiencia, se prefiere decir: «En sus canosas décadas, Olivino había sido protagonista de aconteceres extraordinarios». Otro aspecto por destacar es la posibilidad que otorga el vocabulario, no olvidemos que se trata de un cuento infantil, y a pesar de ello Vanessa Hermes no subestima a sus pequeños receptores e instala en su imaginario las palabras: anomalía, novilunio, plenilunio, conjeturas, recalada, periplo y jocosidad, entre otras. Tanto el uso de un sentido figurado del lenguaje, como la incorporación de palabras poco cotidianas, configuran el encantamiento que producen las palabras en las y los lectores infantiles, así como hechizados por un conjuro. Olivino causa ese asombro y extrañeza por este universo nuevo que presenta, un mundo construido a través de palabras.
Cruzando este mar de personajes añosos, noches sin luna, de mar y archipiélago, Olivino se presenta como un cuento maravilloso y encantador, cuya primera lectura no sólo se remitirá a la moraleja o mensaje que transmite, sino que permitirá aquel mágico encuentro entre un niño y las palabras que configuran su realidad, pues esa es la potencia de la literatura infantil, nuestra primera cercanía a las letras.