Navaja
Gladys González
Ediciones Libros del Cardo
50 páginas
Gladys González (Santiago 1981), cuya nutrida trayectoria literaria fue reconocida el 2019 con el Premio Pablo Neruda de Poesía Joven, es la portadora de una potente y oscura pluma que en las últimas dos décadas ha cautivado a sus lectores, llevándonos a deambular por los meandros de un inconfundible flujo poético.
En las obras anteriores de la poeta, que hoy podemos encontrar en el compilado Pequeñas cosas 2004 – 2018 (Ediciones Libros del cardo, 2019), evidenciamos el tránsito por la ciudad y la intención de confrontar una cotidianeidad que versa y atestigua el dolor, la precariedad y la violencia. Este testimonio urbano y personal se movilizará progresivamente –conforme avanza su creación – hacia una voz que nos invita a observar –siempre bajo su lente– espacios, objetos y a otras personas que habitan lo limítrofe. En la evolución de su obra se percibe entonces, una búsqueda poética que ha ido acentuando lo sombrío, explicable quizás por ese sondeo en las profundidades de la soledad que ya comenzaba a advertirse en sus trabajos anteriores y que hoy se confirma con su último libro Navaja (Ediciones Libros del cardo, 2021).
Navaja es un poemario breve, en donde la voz poética nos permite, como lectores, atestiguar sus lóbregas cavilaciones frente a la muerte. Ahí en sus horas finales sobre una camilla clínica un cuerpo sometido al padecimiento y la enfermedad repasa su historia: «las marcas/ que el tiempo/ va dejando/ queman/ la coartada/ del veneno/ de la juventud», enuncia tomando distancia del pasado y sus afectos: «hubo/ una época/ en la que ansiaba/ encontrar/ el amor/ definitivo/ y boreal»; aclarando sus decisiones: «dicté/ entonces/ mi propio exilio/ mis leyes/ mi frontera/ y mi muerte». Un viaje hacia las hondonadas de un ser que en su precaria existencia mira hacia atrás, sin buscar respuestas, sólo reafirmación: «ya pensada/ la extinción/ solo queda/ el sobrevivir/ hasta esa vieja/ e inmóvil/ navaja/ y su reflejo/ hostil».
La verdadera maestría escritural de González está en cómo utiliza ese recorrido para plantear una estética: «Mi cabeza/ es la navaja/ que pende/ del pájaro/ oscuro/ que me habita», son los versos que inauguran el libro. El pájaro oscuro es la muerte, que opera como referente en esta obra y por añadidura será también el objeto sobre el que escribe, la navaja es entonces el filtro filoso y agudo con que observa la realidad buscando «el hueso expuesto/ el suicidio lento/ de la propia debilidad»; y desde ahí toma distancia de las imágenes del pasado, asume una mirada reflexiva y clarificadora respecto de su propia escritura y desde este punto solo queda escribir asumiendo la dificultad y la aridez de la palabra. Desde un rincón poco iluminado,
Gladys González con su navaja, un cuchillo pequeño –explicita al abrir el libro– disecciona nuestros sentidos, separa nuestro entendimiento, nos remece al punto de casi sentir el gusto metálico de la sangre que describe.
«Una soledad profunda es sublime pero inspira terror», escribía Kant y es precisamente ahí, en la soledad, desde donde escoge trabajar la poeta para nuevamente conmovernos con su último trabajo, «escribo/ en mi brazo/ con el lomo/ de la navaja/ un romancero/ de orfandad/ arrojo / abandono/ y deserción/ yo, / no ruego /por piedad», sentencia cerrando la obra.