Sobre el autor
Como entradas de Facebook para convivir con su propio duelo, el ensayista y académico argentino Alberto Giordano desarrolló los textos seleccionados en este libro. El autor halla formas novedosas de merodear la memoria a partir de lo autobiográfico, mostrándonos además la posibilidad de hacer obra en las redes sociales.
A mi hija, que desde hace un tiempo, día por medio, me pregunta si lloré cuando nació —porque sabe que no y entonces cree que tiene algo que reprocharme—, le digo que hoy sí lloré pensando en ella, en lo rápido que pasó el tiempo, en que parece increíble que ya esté por cumplir quince años; le digo que hoy sí lloré cuando tuve que pagar el adelanto de la fiesta. Le hace gracia. Por eso insiste: «¿En serio no lloraste cuando nací?». «No, pero lloré hoy…». Y así, como diría ella, hasta que lo quememos.
Emilia irrumpe en el living. Quiere saber qué vamos a cenar. La ausencia de Judith da carta blanca para el delivery chatarra. Nos gustaría lomitos pero siempre llegan fríos; pedimos hamburguesas. Busco prolongar el impulso fiestero con un anuncio: «Conseguí Rocketman para que la veamos después de comer». Baldazo de agua fría: «No, no me cagués la noche, es la parte del día que más me gusta…». «A mí también, por eso pensé en compartirla con vos y traje una película de las tuyas». Pausa breve, de efímero enternecimiento. «Gracias… Pero no… no me cagués la noche».
Una vez llegué a casa y le conté a Emilia que acababa de resucitarla en Facebook. «Lo habrás hecho para resucitar el interés de tus amigos». Después, mirando a Judith: «Cuando quiere llamar la atención, papá escribe sobre mí o sobre la depresión. O sobre la muerte del abuelo Aldo. Mejor que sea sobre mí».
Otro día le conté a un amigo escritor que pensaba editar un segundo volumen con las entradas de mi diario en Facebook. Lo primero que me preguntó, con auténtica curiosidad, fue si Emilia aparecía con frecuencia.
En su soberana condición de adolescente, a Emilia le importa más bien poco lo que escribo, incluidos los volúmenes de mis diarios. Cuando posteo algo en lo que aparece nombrada, se interesa por un momento, y enseguida sigue con lo suyo. A veces se queja de que le hago decir en la escritura algo que ella no dijo de la misma manera en la realidad. Entonces le explico, porque sé que la divierte pescar indirectas, que incluso los escritores que manejamos personajes vulgares tenemos que hacerlos aparecer con cierta elegancia. De verdad espero que, dentro de treinta o cuarenta años, cuando le toque pasar a ella por el trance de conmemorar al padre muerto, mis diarios le sirvan para aligerar el trámite.