Un año atrás murió el librero insigne de Valparaíso. Durante junio se reunió una serie de personas que participaron en su último sueño.
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Hace una década atendía en el Mercado Cardonal a unas cuadras de la librería Crisis, sin duda entonces escribía más facturas y boletas que páginas de prensa o de libros. Miraba hacia las orillas de la vereda buscando qué traerían y a veces aparecía don Mario Llancaqueo a comprar unas paltas. Me costó comenzar a conversar con él, pero siempre me fue familiar; me recordaba a los dieciocho años yendo por las típicas lecturas adolescentes en esos sectores de la entrada que valían dos o tres lucas. Desde ahí obtuve una edición de Jack Kerouac y otra verde –traducida en Valparaíso– de Allen Gisnberg.
Cuando subí el afiche de la actividad en su homenaje a las historias de Instagram reaccionó Nicolás Sagredo, uno de los más reconocidos diseñadores gráficos en los libros independientes actuales. A partir de sus mensajes cortos y audios convierto en un discurso sus palabras:
«Viejo maestro el hombre. Gracias a la Crisis sigo habitando un mundo maravilloso. La primera vez que fui a la Crisis a los dieciocho años y compré La sociedad del espectáculo de Guy Debord ¡Qué locura! Después fui y me recomendó poesía. Viejo bacán. Papi de la contracultura».
Hoy Sagredo tiene treinta y seis años, dieciocho es la mitad de una vida lectora. Como los libros son objetos, le pedí unas fotos y todavía conservaba el título de una editorial llamada Antagonista, de la cual no tenía noticias. Todo muy acorde con el espíritu de la feria de la kultura libertaria que se daba cita en la plaza O ́Higgins los domingos en esos años. Traigo las palabras de Nicolás para mostrar que la mía no es una experiencia única ni original.
Estar en la Crisis, a diferencia de las librerías modernas, era algo muy parecido a la experiencia siempre contemporánea de la lectura, donde todos los libros comparten época al momento que se suspende el tiempo con la apertura de algún título, sean usados o nuevos.
Así como Antagonista recuerdo en esos años haber hecho alguna revista en los años de la universidad que se vendía de lo más bien acá, y también ver en otras –cuando se imprimía en la ciudad– el logo de la librería presente en ellas. Justamente esas producciones locales estaban en la vitrina, nunca he visto de nuevo algo así. Quizá así era antes, quién sabe. Lo cierto es que don Mario algo sabía del rubro, que había hecho suyo tras migrar de Wallmapu hacia Valparaíso, en distintas librerías que se habían enfrentado al fascismo y al status quo de la transición.
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Unos años después autoedité el libro Mercado Cardonal, y don Mario lo apreció, al punto que nuestra relación cambió. ¡Qué mejor crítica literaria!
Pasé de ser un cliente muy esporádico a un amigo de la Crisis. Me pude sentar en el banquito a su lado a compartir parte de sus tardes. Compré libros y todas las láminas del Loro Coirón del Mercado Cardonal que están pegadas en el living de la casa de mi viejo. Otro viejo bacán el Loro, el único que representa visualmente ese sector de la ciudad en tiempos de gentrificación.
Era un gusto oír a don Mario, creo a que todos nos penará el libro de conversaciones que no hicimos con él. Supongo que no supimos aprovecharlo y siento un poco de pavor mientras escribo porque no podemos cambiar el pasado, pero sí el futuro para que no nos pase lo mismo con otrxs grandes personas que hacen cultura. Creo que a su lado todxs recortábamos la conversación según nuestro interés, al contrario de lo que debimos haber hecho. A mí que me gustan lxs escritorxs porteñxs o los marginales, tengo Raquel devastada de Teresa Hamel, dedicado a Guillermo Quiñónez, (una mezcla de ambas etiquetas, también librero y amigo de él hace muchos años atrás). Esa novela que fue a dejar de regalo al abasto.
Cuando falleció don Mario llamé a mi papá, otro muy insigne almendralino en su actividad diaria que decidió que terminará cuando él también lo haga, lo que no tiene otro nombre que vocación. «Él fue más que bacán contigo», me dijo. ¿Cómo se reconoce a la gente bacán? Es un misterio demasiado hondo para estas líneas.
Voy a buscar Raquel devastada a mi biblioteca, como lo hizo Sagredo, para que el objeto me traiga ese momento a la memoria. Es un libro de Editorial Universitaria de 1959, la dedicatoria es del 20 de julio. ¿Habrá llovido, como hoy? No lo sé, se me hace que es un designio sureño en el Almendral.
Como efectivamente una crisis sirve para la transformación, la Crisis resurgirá pronto en la ex Piedra Feliz de Valparaíso.