Un tren, no un metro: discurso de premiación de los Juegos Literarios Gabriela Mistral

Buenas tardes alcaldesa de Santiago Irací Hassler Jacob, a los y las integrantes del Consejo Municipal, a las escritoras premiadas y a los escritores premiados, también a los y las colegas del jurado de los Juegos Literarios Gabriela Mistral y el Premio Municipal, estos complementarios y queridos premios hermanos, así como a los trabajadores y las trabajadoras que hacen posible su funcionamiento.

Hace ciento siete años, este mismo mes, Gabriela Mistral recibía una flor natural, la medalla de oro y una corona de laurel por sus Sonetos de la muerte, en los Juegos Florales de Santiago. En realidad, no los recibió, porque prefirió el anonimato, pero a la vez recibió otras cosas, como descubrir un nombre, porque el seudónimo Gabriela Mistral no existía antes de este concurso, esa identidad poética que la acompañaría siempre en adelante, que llegaría incluso hasta a nosotros y nosotras y hasta a un billete. En aquel momento de 1914, fue un significativo reconocimiento literario a sus veinticinco años, mientras era profesora de Castellano en Los Andes. El mismo límite de edad que hoy tiene este concurso en su categoría juvenil.

¿Quién se imagina escribiendo a una persona que ve por su ventana un río de los más hermosos de esta tierra? ¿O a una poeta de Los Andes ganando los Juegos Literarios Gabriela Mistral? Este año no fue así, pero sé que hay gente de otras regiones que ganó este año y quiero decir que eso le da a este concurso un carácter nacional.

Por ese mismo carácter, de amplitud de vía férrea y no de línea de metro, es un gran orgullo que me hayan invitado a presidir este jurado, porque si fuera solo un certamen santiaguino mi presencia no tendría sentido. Todo se debió a un malentendido quizá, o a nuestra ferviente —digo nuestra, porque corresponde a un equipo del suplemento que edito, La Palabra Quebrada— necesidad de revisar quién decide los destinos de la literatura chilena año a año, o a la virtualidad pandémica.

Y dije literatura chilena, porque este país tiene distintas zonas que tienen su propio poder escritural y eso se alimenta también extendiendo las sensibilidades de quienes evalúan las obras. Espero haber cumplido un buen papel, que permita que el próximo año lo haga alguien del sur o del norte, qué mejor que una escritora. Como buenos provincianos y provincianas, no soñamos con otras capitales sino con nuestro país. Y este concurso es constitutivo de la literatura del mismo, un aliciente, un puente para salir hacia delante de donde sea que se escriba.

Y dije destino, porque la vida está llena de estímulos que dados o no pueden incentivar o no una vocación, un hábito, una forma de llegar a lo que podemos realmente dar. Porque a veces los escritores que no están en el centro no tienen con quién sostener un diálogo y ese lector secreto que es este jurado les puede tender aquel puente que permita definir o crear en una vida. Y no es favor, no es pituto, es algo que merecen.

Y dije virtualidad pandémica, porque a quienes escribimos nos recorrió un escalofrío el año pasado cuando, en medida que pasaba el tiempo empalagoso de la pandemia, este tradicional concurso no era llamado, algo que no sucedía desde la dictadura. Esta continuidad es importante. Los escritores serios no pueden ganar dinero, dijo Susan Sontag alguna vez. Acá sí se puede. Pero se gana más que eso: una existencia real para la literatura.

Así como gente debe soñar también el Nobel, que como me dice Vivian Lavín recibió hoy Gabriela Mistral, también hay quienes sueñan con este premio, y frente a la duda, digo que centenares de personas lo hicieron para darle sentido a esta versión del concurso. La cantidad de obras superó largamente la de los años anteriores, en la propuesta de que fueran recibidas vía electrónica. Recuerdo que varies amigues contagiades culparon a la fila de Starken, así que quizá esta decisión hasta salvó algunas vidas.

Saludo nuevamente a los ganadores y a las ganadoras, al novelista adulto que nos dio delirio y fragmentación, al poeta adulto que nos hizo viajar por flashazos del Chile actual, al cuentista que nos hizo parte de una experiencia de transformación, a la guionista que nos hizo volver a un Cartagena soñado, a la poeta joven que resignificó los actos cotidianos, a la cuentista joven que nos hizo acompañar a la humanidad detrás de las aplicaciones del consumo. ¡Qué cosas tan distintas se pueden escribir bajo seudónimo, Gabriela!

De paso recuerdo a una escritora olvidada: Irma Isabel Astorga, que ganó ambos premios al borde de los años setenta, con una novela que combinaba criollismo y fantasía: Las compuertas mágicas. La efeméride que es ser ganador es una pista hacia el futuro que tuve que venir a buscar a Santiago, porque en ninguna biblioteca de mi región, que es la misma de Astorga, estaba el libro.

Por supuesto saludo también a las menciones, seguro entre ustedes hay varias obras que pudieron haber sido ganadoras o lo fueron para alguno o alguna de los y las jurados, quizá para mí. Les estaré esperando.

Gracias.

Discurso leído el 10 de diciembre del 2021, en el Palacio Cousiño.